Economía

Lo que perdimos en Venezuela por no haber leído a Von Mises

En alguna parte, el economista liberal podría estar diciéndonos “se los dije”. Venezuela es el ejemplo de todo lo que puede hacerse mal en economía.

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Por Pedro García Otero @pedrogarciao / Foto: Juan Barreto / AFP

Ya no se trata de que Nelson Merentes se haya leído –o no- a Ludwig Von Mises (Lemberg, Imperio Austro-Húngaro, 29 de septiembre de 1881; Nueva York, Estados Unidos, 10 de octubre de 1973). Mal podríamos pedirle al presidente del Banco Central de Venezuela (el peor dirigido del mundo) que no es economista, sino matemático, que haya estudiado a profundidad la obra del economista liberal más importante del siglo XX, en un país en el que las élites (en especial las políticas, pero no pocas de las económicas también) han ido, en deriva, siempre hacia la izquierda, durante 50 años, hasta llegar al naufragio que somos hoy.

Von Mises murió en el año II de la moneda fiduciaria, luego del abandono por parte de Estados Unidos y por tanto, del resto del mundo del Patrón Oro, en el que creía fervientemente. Venezuela no abandonó su anclaje del bolívar al dólar durante más de una década. Si los antecesores de Merentes, en especial “el Búfalo” Leopoldo Díaz Bruzual, se hubieran leído a Von Mises más que a Marx, en la Escuela de Economía de la UCV, hubieran entendido que no se puede hacer eso mientras se incrementa la masa monetaria y se acumulan déficits fiscales, porque por algún lado, la cosa revienta. Aquí reventó hace 33 años y aún no encontramos el camino de vuelta. Y por el contrario, nos hemos ido adentrando cada vez más en el foso.

Si Carlos Andrés Pérez (I), y mucho más Luis Herrera y Jaime Lusinchi (no tanto Pérez II, pero todos sabemos cómo paró aquello, porque somos legendariamente resistentes a entender a Von Mises) se lo hubieran leído y estudiado, sabrían que los controles de precios y la asignación de recursos centralmente planificada terminan distribuyendo ineficientemente los recursos en la economía; y que esto, a su vez, deriva en el cese del crecimiento económico, en inflación y en pobreza de las mayorías.

No es solo que Hugo Chávez y Nicolás Maduro jamás se hubieran leído ninguna obra de Von Mises, Friedrich Hayek, Milton Friedman o Murray Rothbard, los grandes autores de la Escuela Austríaca de Economía; sino que han sido sus enemigos declarados. Lo que vivimos hoy es, sin embargo, un rotundo mentís a que los liberales son enemigos de los pobres. No hay que leerse a estos, sino ver a Cantinflas en la película Ahí está el detalle: No me ayude, compadre.

Al fin y al cabo, la advertencia de Von Mises en La Acción Humana resuena en la Venezuela de hoy como una admonición bíblica, una especie de Mane, Thecel, Phares en las paredes de cada votante por el populismo: Sin libertad económica no puede haber libertad política, es decir, sin libertad económica no hay libertad. Por ahí empezaron a meternos en este calabozo en el que hoy estamos.

¿Qué nos pasó? ¿Por qué Venezuela, el país de mayor crecimiento económico del mundo y el de mayor progreso social en las décadas que fueron de los 20 a los 70 del siglo pasado, vive este horroroso presente? Sin duda, haber abandonado las prácticas económicas liberales que imperaron hasta hace medio siglo tiene que ver con ello. Del estatismo embozado de la Teoría de la Dependencia, de la Cepal, pasamos al desembozado de la nacionalización petrolera. De allí, en menos de una década, a la crisis económica, y finalmente, a la pérdida de las libertades políticas.

Un ciclo –crisis económica, crisis social, finalmente crisis política- que no debería pasarle inadvertido a los gerifaltes de la V República, que pensaron que podían resolverlo todo, administrarlo todo, controlarlo todo, en medio de la bonanza petrolera más larga de la historia. Un elemento –el petróleo- que nos ha hecho increíblemente difícil a los venezolanos no solo leer a Von Mises, sino entenderlo.

Decía Albert Camus que quienes pretenden saberlo todo y controlarlo todo “acaban siempre por matar”, y ahora lo entendemos en Venezuela. Decía Friedman que “si quieren saber quién es el culpable de la inflación, mírense en el espejo: Son ustedes, porque ustedes eligen políticos que les prometen gastar más y no gastar menos. Gastar más en ustedes, pero que paguen otros». Suena familiar en Venezuela, sobre todo con políticos que prometen gastar con dinero que “no duele”, el de la renta petrolera.

Al final, las premisas de Von Mises, incluidas en más de 200 ensayos y libros, son muy sencillas: Los Estados no pueden imprimir moneda, porque siempre tendrán la tentación de hacerlo en su provecho, y el primero que tiene la moneda recién impresa gana un arbitraje que los que llegamos después perdemos. El Estado no puede asignar recursos y precios a la economía, porque los agentes económicos lo hacen mucho mejor; y si los asigna, termina paralizando la economía, desalentando a los agentes económicos y creando pobreza. La economía no se reduce al estudio de números, sino que es el resultado de millones de pequeñas decisiones que cada agente económico realiza cotidianamente (la praxeología).

Confieso que todos los días, cuando agarro un fajo de billetes de 100 bolívares sin valor, y veo su numeración consecutiva, recuerdo La teoría del dinero y el crédito, su primera obra de importancia, y me ubico en la segunda fase de la hiperinflación, cuando los precios continúan subiendo a pesar de que la masa monetaria ya no lo hace al mismo ritmo (este año, la masa monetaria ha crecido 45% en Venezuela, la inflación está en 20% mensual). Si no hemos llegado a la tercera fase (en la cual la gente compra lo que puede desesperadamente y el dinero pierde por completo su valor) es por una razón muy sencilla: Tampoco hay bienes. Pero pregúntense cuántas cosas se han dolarizado últimamente.

Así de brutal es lo que los venezolanos estamos viviendo, porque nadie se leyó a Ludwig Von Mises. Afortunadamente, algunas iniciativas, como las de Cedice, que ayer recordó al economista liberal o la del Instituto Ludwig Von Mises de Venezuela, intentan devolvernos a la racionalidad, a ver si logramos repetir en el siglo XXI lo que hicimos bien durante unas cuantas décadas del siglo XX, cuando entendíamos (y al final este es el gran legado de Von Mises y los liberales) que no hay atajos hacia la prosperidad. Solo el trabajo y el ahorro nos llevarán allí.

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