Venezuela

7 estampas épicas electorales en chavismo que ya no volverán

La maquinaria roja podrá ganar este 6D, pero lo hará sin dejar ningún momento memorable: lo que quedó de aquella marejada de fervor popular ya ni siquiera sopla un muñeco inflable

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estampas épicas
Archivo y cortesía

Antes de que me caigan: no, Chávez no era chévere ni épico. Chávez fue el papá del deslave que se esmachetó después de su muerte. Chávez no era un demócrata, y eso se vio bien temprano, cuando le echó la bendición al sistema que permitió elegir una constituyente de 131 escaños de los que 95% se pintaron de rojo. Lo que sí fue Chávez fue un creador de “estampas épicas”. ¿Eran planificadas en un sótano de Miraflores? ¿Le salían por obra y gracia del espíritu santo?

En todo caso, algo tenía de showman, lo que, por supuesto, no guarda relación con ser o no un buen gobernante, ni siquiera con la habilidad para perpetuarse en el poder, donde su sucesor lleva unos cuantos años tumbando quinielas. Si puede haber un espectáculo más inmamable que la “reelección” fraudulenta de Maduro en mayo de 2018, probablemente lo serán las “parlamentarias” chimbas del 6D 2020. Por eso, ¿con nostalgia?, recordemos 7 estampas inolvidables en tiempos de chavismo que ya no volverán.

Los 10 millones de votos por el buche

En realidad jamás ocurrieron, y jamás ocurrirán: el techo histórico de Chávez fueron los 8.191.132 votos de 2012 ante Capriles, y eso era antes de que Maduro nos aniquilara no solo las ganas de votar, sino casi cualquier deseo de introducir un tema político en una conversación. El milestone simbólico de los 10 millones generaba unas expectativas que, incluso aunque nunca se cumplieran, hacían estragos en la moral opositora, y quizás más importante aún, derivaron en una changa que probablemente representa el verdadero momento que hemos estado buscando durante 20 años: ¿cuándo se jodió este país?

Los mítines en la avenida Bolívar

La avenida Bolívar de Caracas era el equivalente al pipí de los preadolescentes. Y no solo para los rojos: quizás más nunca volveremos a ver una estampa como la del edificio en obras de la Misión Vivienda tomado por simpatizantes de Capriles en abril de 2013: con o sin pandemia, una concentración multitudinaria de opositores en el municipio Libertador es inconcebible en 2020. En la Globovisión opositora era un hobbie contar cuántas cuadras había llenado o dejado de llenar Chávez, lo que, por supuesto, nada tenía que ver con los resultados electorales posteriores. El presunto atentado con drones de 2018 y los militares corriendo fueron el triste epílogo del gran Coliseo electoral en chavismo.

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Seré el Chávez bajo la lluvia

¿La imagen electoral venezolana más famosa de todos los tiempos, solo comparable con Carlos Andrés brincando charcos —siempre la lluvia—?¿Una deidad precolombina que acumula huesos humanos en su papada? Ocurrió el 4 de octubre de 2020, justo el día del Cordonazo y en la avenida Bolívar. Escuchando al mexicano de la agencia Reuters que hizo clic a la cámara, no tengo claro si es un fotógrafo o un fan enamorado, pero hay algo que dice que es cierto: “Por más planificación que hicieras, Chávez siempre te iba a sorprender”.

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La victoria de mierda

En realidad no eran unas elecciones, sino un referéndum, y prácticamente ya nadie recuerda cuáles eran las reformas constitucionales derrotadas —igual el chavismo siempre ha hecho lo que le ha dado la gana—, y tampoco cómo fue posible que, en plena cresta de la ola de la bonanza petrolera, Chávez perdiera una votación, incluso por un margen tan estrecho como el de esos estados nulos tipo Wisconsin en los que se decide una presidencia gringa (50,65% contra 49,34%). En todo caso lo hizo otra vez: convertirse en una sombra ominosa e inquietante sobre una victoria opositora a la postre totalmente inútil.

El balcón del pueblo

Sí, menos de dos años después de sufrir la victoria de mierda, Chávez consigue 54% de votos para aprobar la única reforma constitucional que realmente le importaba: permitir la reelección indefinida por los siglos de los siglos. Aquella noche de febrero de 2009 lo celebró en su lugar favorito, con todo el catálogo populista desplegado: un muchachito en los brazos, militares en las azoteas ondeando banderas, un papelito con una cita bíblica de San Pablo (?): Me consumiré gustosamente al servicio del hombre sufriente. “Dadme un balcón y seré presidente”, dijo, proféticamente, quien fue cinco veces mandatario de los ecuatorianos.

El muñeco de la ciudad

“Es la gran estrategia para hacer presente al que cada vez está menos presente”, reflexionó el escritor Alberto Barrera Tyszka acerca de la omnipresencia de los muñecos en la última campaña electoral de Chávez: la de 2012. Uno de ellos hasta perdió los pantalones.

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“Todo lo he hecho por amor”

Nunca nadie te volverá a mentir tan bien para que salgas a votar. Amor es… dejar a Maduro como tu sucesor.

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