Venezuela

Vivir en dictadura sin saberlo

La vida sigue. Entre marcha y contramarcha los ciudadanos no detienen su rutina: van al trabajo, usan el Metro y ante todo siguen haciendo colas —que las reconocen como un mecanismo de distracción. Es que no se fían del accionar del Gobierno. Se saben parte del letargo, pero se justifican con el hambre. Pese a la molestia, el caraqueño no habla de dictaduras ni de golpes de Estado. Cree que para que esto ocurra debe estar de por medio la bota militar

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FOTOGRAFÍAS: HÉCTOR TREJO

Henrique Delgado permanece parado junto a su carrito de helado. Está bajo una sombra al norte de la Plaza El Venezolano. Es un hombre que supera los 50 años y dice que de esos lleva más de 15 como heladero. Es 4 de abril y Caracas luce plácida. Para ser mediodía la brisa sopla fría y el sol está tan azul como en enero. No hay bullicio, al fondo, en cambio, se escucha un bolero. Resuena desde las cornetas del mercado de buhoneros. La gente camina con calma. Todos los negocios del centro están abiertos. Nada parece indicar que menos de 24 horas atrás un poco más al este se libraba una batalla campal con la intención de llegar a la Asamblea Nacional (AN), situada a pocas calles de donde Henrique esperaba que alguien se acercara a comprar.

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