Literatura

Armando Rojas Guardia, su otra locura en papel

Palabras que se reencuentran, párrafos que hablan de cine, de política y otros dolores, el ensayo que tienta el tiempo, no cabos sueltos sino perlas de su denso mar, constituyen La otra locura, libro que, editado por Bid&Co, presenta el poeta Armando Rojas Guardia

Fotografía: Patrick Dolande
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Algunas tragedias domésticas —la muerte de su ordenador— son sal en la herida que abren esenciales pesares y subrayan la oscuridad de los belicosos tiempos. Hora lóbrega cuando el verbo es vapuleado y convertido en horqueta, cuando se hace carne pero de cañón, desde el teclado marchito pero al pie de la letra, el poeta y el ensayista, el que ficciona y el que documenta confirma en cada intento, cuando aguza el dolido oído, que ahora mismo la comunicación no es tal; es fracción y mero rompimiento. Fractura de puentes. Ha sido convocada Babel.
En contrapartida, mientras la palabra sometida a la saliva amarga deviene látigo y se envilece en la reiteración desnaturalizada de su contenido, entre los jirones del texto y el contexto, con la fuerza de su síntesis irrumpe la poesía, y la palabra que tiene calidad forcejea para atenuar el sangrado, sustentar los contenidos, evitarles el vacío. “¿Qué hace colgada de un fusil la palabra amor?”, desafía valiente la engañifa y dignifica una palabra con la que libra por todas, Rafael Cadenas, con el ánimo de fichar los imposibles; de desbrozar las voces usadas —y abusadas— de denuestos y agravios.
A modo de respiro y protesta, porque construir preserva la vida, en tiempos en que las cosas ya no se llaman por su nombre porque se les cambia el sentido para borrarles su historia y esencia, con la pasión del que atesora se recita en librerías y ateneos, se publica en ediciones de infinita belleza, se estampan contra los muros frases de reivindicación. La palabra, dolida y franca, y que te acoge en su cuenco, se alza para licuar la llamarada de los dragones. Armando Rojas Guardia, poeta de verbo y de vida, invoca además, con especial fervor, a la memoria. Esa que nos trae hasta esta hora exacta y nos sustenta, esa que es fuente y plataforma para el momento incomprensible, esa que teje la continuidad que nos identifica, para alzar algo mejor que trincheras: un libro que lo contiene, es decir, que recauda su pensamiento siempre constituido de emoción y tersura, de sabiduría y restablecimientos: La otra locura.
“Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta —ello implica un refinamiento orquestal de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno—”, leyó para los presentes en el auditorio de la Universidad Metropolitana.
“La atención esta orgánicamente entrelazada con el evento físico, psíquico y espiritual de estar —consciente—: en una palabra, con el despertar. Una milenaria tradición religiosa identifica el despertar, el hecho de estar despierto, con el arranque mismo de la vida del espíritu”, aconseja en otra escena en la que alienta a hacer algo más que el desconfiado ver para creer: propone ver para no extraviarse en la maraña, para no cotejar solo una parte, para hacer foco, desde la comprensiva subjetividad. Su nombre puede encerrar alguna clave: está en guardia, está armando, en el medio lo rojo bien flanqueado. Acotado.
Hombre de una sola pieza que, a la vez, llora y se sensibiliza desde las circunstancias dispares —y concatenadas, claro— que lo distinguen, Jesús y la fe, la homosexualidad, el amor, la ciudad, los quebrantos de salud, Armando Rojas Guardia es el autor de los tantos textos nunca antes publicados en libro alguno que contiene La otra locura. Obra que es una convocatoria, un ejercicio de costura, que amalgama un todo con las partes halladas en las profundas pesquisas de Alejandro Sebastiani Verlezza, el compilador, el prologuista y quien tuvo la ocurrencia, en tiempos de fraccionamientos, de juntar.
Presentado por Rafael Castillo Zapata, profesor y autor que enaltece la lengua, “sus diarios son de obligada lectura, referentes de talla universal, imprescindibles”, Armando Rojas Guardia asegura que está honrado con que sea uno de sus presentadores. El otro es el premiado poeta Alejandro Sebastiani Verlezza, quien se dio a la tarea de concebir este trabajo y hacerlo realidad, trasteando entre revistas, periódicos, discursos, portales, tertulias. Descontando su índole líquida de oasis verbal, de claro y profundo referente caraqueño y universal del pensamiento, Armando Rojas Guardia estaría ahora reunido y pueden encontrarse en este libro frases contundentes, párrafos precisos, enjundiosos ensayos —breves o extensos, en realidad todo es ensayístico— del autor que vivió en Solentiname, que creyó en la “Revolución” cuando Nicaragua era Ítaca, que entiende de Cristo desde su propio penar, que es amigo de sacerdotes, que hace poesía desde las profundidades y nunca sin luz, que sublima la sexualidad, y entiende el tiempo con la sabiduría de quien le ha visto los colmillos a la muerte.
Masaru Emoto quien estudió en Japón Relaciones Internacionales y en la India medicina alternativa murió persuadido de la fuerza de la palabra. Según su teoría las palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua influirían sobre la forma de los cristales de hielo obtenidos,cuando el agua se congela; las figuras microscópicas armadas en esas moléculas dependerían del contenido positivo o negativo de cada vocablo. Murió persuadido de ello y aunque sus fotos no se consideran todavía prueba de nada, es imposible dudar a estas alturas —y menos en Venezuela— de la influencia y las magulladuras en el alma de la violencia del verbo. De su consecuencia tóxica. Así como reza la oración puede el lector agradecerle el verbo a dios a Armando Rojas Guardia.“Una palabra tuya bastará para sanarme”.]]>

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