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¿Por qué Venezuela no exporta?

Esta semana se planteó nuevamente la posibilidad de que los exportadores venezolanos retengan un mayor porcentaje de las divisas que generan por colocar su producción en los mercados internacionales.

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Actualmente este porcentaje es de 60 % y la propuesta es subirlo a 80 %. Un acuerdo entre gobierno y sector exportador pudiera construirse en torno a este criterio: los exportadores podrán retener las divisas equivalentes a todo el valor agregado nacional que generen, pero deberán reintegrar a Cencoex o subastar en el Sicad, el monto de divisas preferenciales que obtengan por estas vías. Así se evitaría una nueva arremetida de los cazadores de renta que inventarían pseudo exportaciones basadas en importar a dólares preferenciales componentes o insumos que ensamblan o empacan, los exportan y venden luego las divisas mucho más caras, obteniendo así escandalosas rentas derivadas del diferencial cambiario que no están asociadas con el riesgo de inversión ni el esfuerzo productivo.

La renta petrolera ha generado una relación inversa con la economía real. Como el ingreso de divisas no tiene su contrapartida en la diversificación y aumento de la producción nacional, sino en la exportación de un recurso natural, la tasa de cambio a la cual se venden los petrodólares no expresa la productividad de la agricultura o industria, sino la productividad de la industria petrolera. Esto impone una tasa de cambio oficial muy baja que estimula toda clase de importaciones de bienes que perfectamente se pudieran producir con el esfuerzo productivo nacional.

La sobrevaluación de la tasa de cambio derivada de la abundante renta petrolera ejerce efectos contradictorios. En un primer momento puede facilitar la industrialización al abaratar la importación de bienes de capital e insumos industriales; pero, a la larga, la debilidad de los encadenamientos entre los distintos eslabones de la industria manufacturera lleva a la importación de insumos y bienes de capital que compiten ventajosamente con la producción nacional, gracias a esa misma sobrevaluación estructural del bolívar.

Así pues, la escasa integración vertical, el poco avance en la substitución de importaciones y la precaria oferta exportable son rasgos consubstanciales de la tendencia a la sobrevaluación de la tasa de cambio que se entroniza en una economía rentista como la venezolana.La permanente tendencia a la apreciación de la moneda y a la sobrevaluación de la tasa de cambio oficial también castigó la competitividad cambiaria y desestimuló las exportaciones no petroleras. Es por esta razón que nos mantenemos en un círculo vicioso: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos.

Las experiencias de industrialización exitosa demuestran que el tipo de cambio jugó un importante papel en el incremento de las exportaciones manufactureras debido a que formó parte de un conjunto integral de políticas macroeconómicas y sectoriales bien articuladas. En efecto, la competitividad cambiaria fue sostenida y reforzada con políticas macroeconómicas coherentes, así como adecuadas políticas agrícolas, industriales y tecnológicas. Losajustes macroeconómicos solo se justificaron para crear un ambiente favorable a la inversión productiva y nunca fueron considerados un fin en sí mismo.

Pero en Venezuela, con cada auge rentístico, la abundancia de divisas tiende a sobrevaluar nuevamente la moneda y a reeditar los obstáculos cambiarios al desarrollo industrial y al crecimiento de las exportaciones no petroleras. Al ser una economía rentista altamente dependiente de las exportaciones petroleras, la caída de los precios de los crudos siempre desata presiones deficitarias sobre la balanza de pagos y la gestión fiscal. Los reiterados desequilibrios macroeconómicos que origina el comportamiento errático de los precios del petróleo es lo que una y otra vez ha obligado a devaluar.

Competitividad cambiaria: necesaria más no suficiente

Una tasa de cambio competitiva es una condición necesaria más no suficiente para estimular las exportaciones manufactureras. Los ajustes cambiarios que han tenido lugar desde 1983 así lo han demostrado. El pobre desempeño de las exportaciones manufactureras no se debe esencialmente a la ausencia de un tipo de cambio competitivo, sino a la ausencia de una política económica coherente. Los países exportadores de bienes de alto contenido tecnológico tienen claro que una tasa de cambio aislada es insuficiente para sustituir importaciones e incrementar las exportaciones. Se requiere un ambiente macroeconómico adecuado que contribuya a la efectividad de las políticas agrícolas, industriales y tecnológicas que se pongan en marcha para impulsar la transformación de una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.

De nada vale alardear sobre las ventajas comparativas que el país tiene en materia de energía, petróleo y minerales si estas no son transferidas al sector transformador para agregarles valor. Hasta hace poco, el mayor porcentaje de las exportaciones públicas no petroleras se concentró en las industrias básicas. Con frecuencia, éstas se realizaban en desmedro del abastecimiento del mercado nacional. Al priorizar sus exportaciones, las empresas básicas dejaban sin insumos no solo a las empresas del sector privado, sino también a las propias empresas de la CVG. Así lo demuestra el desabastecimiento que han sufrido empresas como Alunasa, Alucasa y Cabelum que -a pesar de ser empresas del Estado-, no reciben oportunamente el aluminio que debe proveerles Alcasa y Venalum, viéndose obligadas a disminuir y prácticamente paralizar su ritmo de producción por la falta del metal. Actualmente, en las empresas básicas se ha derrumbado la producción, llegándose al extremo de importar el aluminio y el acero que antes se exportaba.

Pero en Venezuela, la sustitución de importaciones ha estado divorciada de la promoción de exportaciones. No ha habido ni una política industrial ni una política tecnológica que tengan como objetivo sustituir importaciones y aumentar las exportaciones, para lo cual también se requiere una agresiva promoción y financiamiento de la oferta exportable venezolana en los mercados internacionales.

No exporta una empresa: ¡exporta un país!

El ajuste cambiario no es suficiente para comenzar a exportar. En los mercados internacionales se compite con creciente calidad, mejores precios, cantidades adecuadas a los pedidos y puntualidad en la entrega. Si no va acompañado de un conjunto coherente de políticas agrícolas, industriales, tecnológicas, infraestructura y servicios de apoyo al sector exportador, el tipo de cambio se torna insuficiente para impulsar la sustitución de importaciones y aumentar la oferta exportable. Hay que tener en cuenta que no exporta una empresa sino un país. La proeza de colocar en los feroces mercados internacionales un producto hecho en Venezuela es el punto culminante de un largo proceso de construcción nacional de capacidades para la exportación que va más allá de la fábrica e incluye parques industriales con una adecuada dotación de:

– Servicios de agua, electricidad y gas industrial

–  Telecomunicaciones

–  Plantas de tratamiento

–  Carreteras, autopistas y ferrovías

–  Infraestructura de puertos y aeropuertos

–  Eficiencia y transparencia en las aduanas

– Suministro de insumos básicos en adecuadas condiciones de precio, calidad, cantidad y oportunidad de entrega

– Formación técnica y productiva de los trabajadores

– Capacidades gerenciales, tecnológicas e innovativas

– Claridad y estabilidad del marco legal y entorno institucional que rige las operaciones e incentivos al comercio exterior.

–  Promoción y financiamiento de la oferta exportable

Cuando uno de esos eslabones falla se rompe una cadena, un mecanismo y un sistema que deben funcionar a la perfección. En consecuencia, se dificulta y entorpece el esfuerzo exportador.

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