Venezuela

Ahora es que esto se pone bueno

No siempre una derrota conduce a la rectificación, o mejor aún, a veces las derrotas no son sino el preludio de nuevas y continuas equivocaciones. Aquellas que en el pasado fueron antecedentes, luego pueden convertirse en precedentes de nuevos fracasos.

Publicidad

¿Alguien cree que vendrá alguna rectificación en materia económica? ¿Alguno supone que el gobierno superará esa pose pendenciera con la que permanentemente trata a los que no son propios? ¿Cabe en algún escenario una práctica gubernamental más cercana a la cooperación o el entendimiento para salir de la crisis, que la insistencia en los controles y el estatismo?

La respuesta es un simple e insensato no. Todas las reacciones, desde las disparadas desde el cinto, hasta las que se presumen más meditadas, coinciden en lo mismo: lo equivocado no es el contenido, sino el método, el procedimiento, la forma de implementarlo.

En la maratónica sesión extraordinaria del III Congreso del PSUV, el pasado 10 de diciembre, si bien la única novedad fueron los artilugios con que los jefes del partido pasaban las monótonas horas de discurso repetido, no se mostró el más mínimo atisbo de rectificación. Una vez más, como en tantísimas otras ocasiones, se le culpa al burocratismo, a la falta de conciencia, la ineficiencia y la traición, como la causas de la derrota del pasado 6 de diciembre.

Lo de esa noche no fue sino un extendido del discurso de aceptación de los resultados electorales y la progresiva declaradera de los jerarcas del régimen. De nada sirvieron las críticas de ex ministros o de los antiguos compañeros. Interrumpida la rueda de prensa al mejor estilo fascista el disenso se acalló. En la revolución soviética tales indisciplinas se pagaban con la muerte o el exilio. Por fortuna, en la nuestra, el castigo se reduce a un balde de agua desde un balcón de la Baralt.

Nada nuevo visto y mucho malo por ver

Lo declarado y admitido hasta ahora son los típicos errores que se permiten las economías planificadas y los gobiernos autoritarios.
Lo que llaman los principios, todos ellos originados en el pensamiento real o atribuido al líder fundador, son incuestionables, válidos para todo lugar o momento, imposibles de evolucionar o cambiar. Son verdades rígidas, revelaciones proféticas, a las que se aferran con fuerza cuando la realidad no se parece ni un poquito a lo que vaticinaban las promesas o las revelaciones predicadas por el régimen.

Lo refractario de la crítica, más el apego a los dogmas, terminará en una profundización de la “guerra económica” y las políticas fallidas del gobierno. Lo que veremos en el futuro económico del país, salvo medidas fiscalistas (aumento de la gasolina, algo de devaluación oficial y nuevos impuestos), será un intento por sofisticar los controles y por estatizar aún más la economía.

Puede que ahora, producto de la nueva correlación de fuerzas, con más saña. Antes el enemigo era imaginario, se construía en base a epítetos y sentimientos. A partir de enero será real, será la Asamblea Nacional. Vamos a una confrontación de poderes, a una lucha en tribunales, a una profundización de la ingobernabilidad, a una nueva etapa de esta lógica de sobredeterminación política a lo que el gobierno ha reducido la realidad nacional.

Lo que veremos a partir del próximo mes será la de un ejército en retirada. Quemar todo para no dejarle nada a los triunfadores. Así lo han hecho en las dependencias regionales. En las gobernaciones y alcaldías lo que no se borraba, se robaba, con tal de no dejarle nada al enemigo. Así lo harán con los poderes nacionales, cuando llegue el momento.

Yo me voy, pero tú te vienes conmigo

Vamos camino a una nueva versión de la guerra económica. No nos extrañen nuevas confiscaciones o intervenciones arbitrarias, multas y sanciones. En un delirio “repolarizador”, para recuperar la clientela electoral y con nuevas políticas más radicales, (las cuales ya no son una elección, sino único camino para quienes la vuelta atrás no es una opción), será mucha la destrucción que aún nos queda por presenciar.

El gobierno juega a quedarse, a retomar el triunfo. Las prácticas destructivas que lo guiaran en el futuro, solo serán el contexto de nuevas derrotas. Ante semejante escenario lo único realmente nuevo, que no es poca cosa, lo constituye la mayoría de la oposición en la Asamblea Nacional. Somos de la tesis de que la nueva Asamblea deberá ser un espacio para proteger al ciudadano de los desmanes de un Ejecutivo enfurecido contra el pueblo. No sólo se deberá proteger a los pocos productores de bienes y servicios que nos quedan, y quienes serán en el futuro los bueyes de la reconstrucción, sino también al pueblo amenazado de perder las promesas o los beneficios sociales. Convertir en derechos lo que este gobierno convirtió en favorcito, es tan importante como la ley de amnistía o la de propiedad de la Misión Vivienda.

Proteger, rescatar, defender. Esas deberá ser el papel de la Asamblea ante tanto abuso y amenaza que vendrá de un Ejecutivo dispuesto a tratar de hacer más de lo mismo, pero ahora con la marca de la venganza tras lo que consideran una victoria de malagradecidos.

No subestimemos la probabilidad de cometer errores

La oposición, desde el próximo año convertido en uno de los poderes del Estado, cometería un grave error si sucumbe uno de dos tentaciones, o lo que es peor, los dos a la vez.

Una de ellas es pretender gobernar por medio de leyes. Más de tres lustros imposibilitados de actuar en política pública, son un incentivo más que suficiente para que todo aquello que se ha querido hacer, se trate de convertir en política pública. Las tesis del “legislador gobernante” cristalizarán en formas propuestas de ley, las cuales chocarán de frente con un poder ejecutivo negado a llevarlas a la práctica. Tonterías como revisar las leyes económicas, a sabiendas que aun cuando se promulguen nunca se ejecutaran, no es sino darle carroña a los zamuros. La declaración adelantada de revisar la ley del trabajo o la ley de precios justos, y la reacción lógica del gobierno, ojalá operen como atenuante a ésta tentación de gobernar desde la Asamblea.

El segundo error, puede que peor aún, consiste en que la bancada mayoritaria actué dividida y por la libre. Ello la convertirá en un poder público errático, ineficaz y vulnerable a la campaña acusatoria que prepara el oficialismo para endilgarle a los malos de antes, sus errores de siempre.

Si bien es probable que las iniciativas de ley se moderen, o se formulen bajo una lógica social (más que económica) y protectora (más que ejecutora), la actuación descoordinada de la oposición mayoritaria en la Asamblea parece que será inevitable. Esperemos que las primeras “metidas de pata”, que derivaran en lógicos desencantos de los votantes, amainen los deseos secesionistas que desde muy temprano emergerán en la oposición.

Entramos al final de un camino

No importa con cuanta incertidumbre arranquemos el próximo año. Hoy estamos mejor que ayer. La democracia venezolana tiene una nueva oportunidad. Derrotó a los mesianismos y los autoritarismos que ella misma trágicamente colocó en el poder. Lo que sigue no será fácil, pero al menos será más equilibrado y esperanzador.

Vamos a un nuevo ciclo político y socioeconómico en el país. Puede que nunca allá sido tan cierto eso que decía el legendario Buck Canel, “no se vayan, que esto se pone bueno”.

Publicidad
Publicidad