Opinión

Tiempos voraces

Estos tiempos voraces simbolizan el fin de un ciclo en Venezuela. Ya no somos más un Estado petrolero, tal como se había entendido esto, de que la renta petrolera subsidiara o financiara al resto del país

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Una máxima, bajo la que se han guiado los estados modernos, es que meten la mano en los bolsillos de los ciudadanos. La lógica de cobrar tributos es lo usual en la economía moderna. Así se financian, en buena medida, los gobiernos y presupuestos oficiales. Venezuela fue realmente una excepción, hasta ahora.

El petróleo, que fue motor de la vida venezolana durante prácticamente un siglo, invirtió los papeles. No era el Estado sacando dinero del bolsillo de los ciudadanos, vía impuestos, sino que era la sociedad succionando del Estado. Esta ha sido la lógica en la mayoría de países petroleros, con muy contadas excepciones, entre las que sobresale Noruega, cuyas características geográficas y culturales le permitieron crear una relación distinta en esa tríada de petróleo, Estado y sociedad.

Este 2022, entretanto, ha comenzado en Venezuela signado por la voracidad fiscal del chavismo. Tiempos voraces. Ya Petróleos de Venezuela dejó de ser la gallina de los huevos de oro, y, ahora a duras penas trata de satisfacer la demanda interna de combustibles. La minería, igualmente voraz, parece generar pingues beneficios pero que se destinan a bolsillos particulares entre quienes gobiernan Venezuela.

Así las cosas, el plan oficial que se ha venido asomando de mejorar los salarios de empleados públicos y pensiones de jubilados y personas de la tercera edad, debe encontrar una manera de financiarse. En medio de una informalización generalizada de las actividades económicas, el chavismo apuesta por pechar las transacciones financieras. Creo que debemos esperar el reglamento de la ley para conocer en detalle las condiciones y características de este nuevo tributo, para así determinar el impacto que tendrá en el país.

De entrada, creo yo, puede terminar siendo un bumerán. En una sociedad donde cada vez más los pagos se hacen en billetes de dólares, principalmente, tributar las operaciones bancarias dentro del país podría por terminar de empujar a que los pagos se hagan por fuera del sistema financiero formal.

Si los pagos por compras y ventas de bienes y servicios se hacen, como se dice popularmente por fuera, para evitar al sistema bancario y este nuevo impuesto general a todas las transacciones, tales actividades también quedarán fuera de los registros tributarios. Habrá menos IVA y menos ISRL que declarar y pagar, a fin de cuentas.

La voracidad puede terminar generando menos ingresos. Es por ahora una hipótesis, no soy ni economista ni experto tributario, sólo un observador de la mecánica nacional.

Fin de un ciclo

Estos tiempos voraces, por otro lado, simbolizan el fin de un ciclo en Venezuela. Ya no somos más un Estado petrolero, tal como se había entendido esto, de que la renta petrolera subsidiara o financiara al resto del país. Seguiremos produciendo petróleo, a mucho menor escala que años atrás, pero el financiamiento público se sostendrá en los tributos.

Creo que estamos ante el surgimiento de un modelo post-petrolero. Prefiero no hablar de desarrollo, dado que tengo serias dudas de que mientras el chavismo tenga cooptado el poder y controle las finanzas públicas, difícilmente habrá desarrollo para el país.

Junto con la nueva dinámica de impuestos a transacciones, estamos en presencia de un giro importante con los servicios públicos. Siendo aún deficientes o ausentes los servicios públicos, la política oficial en este 2022 apunta a un incremento sustancial de sus tarifas. El chavismo nos enseñó que el servicio público más caro (porque deja de disfrutarse) es aquel que nos ofrecen como gratuito.

El chavismo puede enfocarse en estas decisiones para recabar dinero de los ciudadanos no sólo porque lo necesite, ya antes lo necesitaba. Políticamente, me parece, la dictadura está en una etapa de estabilidad, sin amenazas a la vista puede bajo un modelo de control social aplicar su voracidad fiscal.

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