Larry Peña emigró a Brno, una ciudad checa con escasez de venezolanos
Hay tres cosas que Larry Peña extraña de Venezuela: las playas, el calor y el calor humano. Éste último, por paradójico que pueda sonar, está paliado por la presencia de una venezolana con la que por mera casualidad trabaja en Brno
Cuando hablamos a fines de marzo de este año, Larry Peña tenía la edad de Cristo, como se suele decir popularmente en Venezuela. Traductor e interprete, emigró en 2017 a la República Checa, allí trabaja en el campo del marketing y tiene ahora un rol de supervisión en una empresa multinacional.
Oriundo de Caracas, Larry comía en Venezuela arepas con mucha frecuencia, bien en el desayuno o bien a la hora de cenar, “con su quesito, jamón o mantequilla”. En tanto, desde que vive en Brno, la segunda ciudad checa en número de habitantes después de Praga, la capital, asumió que las arepas son una suerte de premio. Las consume, por lo general, una vez a la semana.
A Larry Peña lo tuvimos como invitado en Radio Migrante, donde hemos realizado una serie de entrevistas con migrantes venezolanos en muy distintos lugares del mundo. Para el común del venezolano el nombre de Brno nos resulta ajeno, desconocido,
“En Venezuela comía arepas todos los días. Aquí están presentes, pero las tomo más como una merecida recompensa y las consumo una vez a la semana”, explica en la llamada de WhatsApp que nos comunica entre la República Checa, en el centro de Europa, y Venezuela.
La harina de maíz precocida, y acá nuestro entrevistado se cuida de no mencionar la conocida marca que acompaña a la diáspora venezolana, se encuentra con bastante facilidad. Eso sí, deben buscarse en lugares diríamos que de comida étnica. La harina venezolana de hacer arepas es vendida en pequeños abastos asiáticos o árabes.
De acuerdo con datos que encuentro en Wikipedia, Praga tiene 1,2 millones de habitantes y Brno casi 400 mil. Podría ser el equivalente a Guanare en el estado de Portuguesa, en los llanos venezolanos.
En esta ciudad más bien pequeña es muy extendido el uso de la bicicleta por parte de los checos. Brno como suele ocurrir en la mayoría de países europeos tiene un eficiente servicio de transporte público. Esto, y su apuesta por caminar por las calles de la ciudad, ha hecho que Larry Peña no tenga una bicicleta para movilizarse en su vida cotidiana.
También debe decirse que lleva una vida tranquila allí, según nos contó. Por lo general el trabajo lo hace desde casa, una de las secuelas que dejó la pandemia de la covid-19, pero esto no parece molestarle, en verdad.
Cuando sostuvimos la entrevista estaba iniciándose la primavera y él nos explicaba: “se lleva una vida bastante tranquila, vivo en una ciudad pequeña, es muy fácil ir de un lado a otro, en realidad todo está muy cerca.
Le pregunté sobre cómo reaccionan los checos al saber que él es un venezolano, qué saben allí, en la República Checa, de nuestro país, Venezuela.
“Cuando uno dice que es venezolano a la mayoría de la gente le causa curiosidad. Nosotros tenemos playas, somos un país caribeño y eso llama mucho la atención. Para ellos es una gran novedad que uno venga de un país tropical con extensas playas, dado que ellos -en la República Checa- no tienen salida al mar”, explica Larry.
“Muchas personas saben que Venezuela es un país petrolero; también saben de las misses, que hemos estado bien representados en los concursos internacionales de belleza”, remata nuestro entrevistado.
Hay tres cosas que Larry Peña extraña de Venezuela: las playas, el calor y el calor humano. Éste último, por paradójico que pueda sonar, está paliado por la presencia de una venezolana con la que por mera casualidad trabaja en Brno.
“Extraño la calidez, la forma de tratarse del venezolano. Extraño que personas sin ser familiares o amigos te saluden con un buenos días o te deseen, al decirte adiós, que te vaya bien”, resume su morriña.
Como dijimos, Brno es una ciudad pequeña, dentro de un país pequeño, que hablan una lengua propia. No es común la presencia de venezolanos en las calles de esta ciudad. Larry estiman que suman unos 100 venezolanos en total, es una cifra baja si se le compara con otras ciudades del viejo continente.
Y allí, en medio de las particularidades ya señaladas, pues resulta que este caraqueño trabaja por pura casualidad con otra venezolana. “Estamos en el mismo equipo, en la misma empresa; dos venezolanos en la misma empresa es bastante llamativo en esta ciudad tan pequeña. Estamos tan lejos de casa y coincidimos en trabajar juntos”, recapitula.
En sus interacciones cotidianas, por ejemplo, en una tienda o en un supermercado, este caraqueño hace el esfuerzo de hablar checo, un idioma que justamente está estudiando, profesionalmente se comunica en inglés y según él “es una dicha poder hablar en clave venezolana y saber que otra persona me va a entender”.
Obviamente cuando decidió emigrar a Brno, cinco años atrás, esto no estaba en sus planes.
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