El Estímulo

Atlético Nacional: el triunfo de un proceso

Campeón con todos los méritos, Atlético Nacional, con la obtención de su segunda Copa Libertadores, nos recuerda que hasta en el fútbol hay algo de lógica, esa que explica que en este juego gana el que mejor juega.

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(AP)

La victoria del club colombiano puede parecer casual o producto de una buena temporada, no en vano el fútbol, al igual que la vida, no se mueve dentro de los ideales de justicia que tanto nos bombardean desde el séptimo arte. Pero esos casos son puntuales; el equipo verdolaga ganó porque fue mejor que todos sus rivales, y más aún, porque desde hace un tiempo viene dejando postales que explican la importancia de un trabajo serio, de un proyecto que se sostiene aún cuando cambien algunos protagonistas.

Comencemos por el partido final. El comienzo lo tuvo al local arrollando a su rival ecuatorano. El inexplicable fallo de Miguel Borja (gana el espacio y ante el arco decidió ejecutar sus miedos antes que jugar) no cambió la hoja de ruta de los de Reinaldo Rueda. Eso sí, veinte segundos fueron suficientes para identificar la ansiedad del equipo colombiano, la cual fue alimentada por el público y por la misma directiva, que no tuvo mejor idea que organizar reconocimientos y actos protocolares previos al partido más importante de la institución en los últimos veintitantos años.

Claro que la ansiedad no era una característica exclusiva de los colombianos; Caicedo y Mina, defensores centrales de Independiente del Valle, comenzaron el partido siendo un mar de dudas, incapaces de identificar los movimientos de Borja. Tampoco parecían tener la voz de mando que empujara a sus compañeros a atacar el ataque colombiano, por lo que los verdolagas encontraron varias posibilidades de disparo fuera del área, aún cuando solo lo intentaron en una ocasión antes del gol.

El tanto de Borja fue virtud del atacante pero sin duda que se apoyó en los nervios de los centrales. Superado Mina por el centro, todos sus compañeros se paralizaron, unos por delante del balón y otros atrás del mismo, sin posibilidad de reacción ante la llegada del atacante local que encontró un espacio liberado para rematar a placer

Vaya si este juego es extraño, o mejor dicho, qué complicado es comprender al ser humano. Me cuesta creer que un equipo salga a empatar, pero se me dificulta aún más concebir cómo un equipo se hace tan dependiente de rival. Claro que Independiente del Valle venció a Boca Juniors luego de estar abajo un gol por cero en ambos encuentros de la semifinal, y también supo igualar el primero de la final en la misma situación, pero aún así, su pasividad en la noche colombiana fue un riesgo innecesario e incomprensible, por más que quienes le adjudican al ser humano cualidades robóticas se empeñen en asegurar idioteces como que esa estrategia «siempre les ha funcionado«.

En el fútbol hay pocas verdades, una de ellas es que hay tantas versiones de un partido como ojos que lo observan. La afirmación de Dante Panzeri sirve para dar pie a la siguiente reflexión: no recuerdo haber visto una versión tan débil de Independiente del Valle en este torneo. En los primeros cuarenta y cinco minutos, el conjunto ecuatoriano hizo lo que Nacional le permitió. En todo momento, y más allá del marcador, los colombianos dominaron el partido, y si no ampliaron el score fue por cosas de este deporte.

Los de Reinaldo Rueda se tomaron el partido para sí: encontraron comodidad en largas secuencias de ataque posicional de la misma manera que cuando prefirieron apoyarse en contraataques, dejando claro que los grandes equipos, esos que ahora se denominan «Top«, no son aquellos que más corren ni que acumulan mayor cantidad de figuras; son los que mejor se adaptan a los distintos escenarios que se plantean durante un partido, y poseen la capacidad de sacar provecho de cada una de esas situaciones.

Hace unos años, la neuropsicóloga española Rosa Coba, en un análisis sobre Rafael Nadal, hacía referencia al concepto de plasticidad cerebral. En la web www.desarrolloinfantil.net se puede leer una definición:

«Entendemos por plasticidad cerebral la capacidad de las células nerviosas para regenerarse anatómica y funcionalmente, como consecuencia de estimulaciones ambientales. El objetivo es conseguir una mejorar adaptación funcional al medio ambiente. El cerebro produce respuestas más complejas en cuanto los estímulos ambientales son más exigentes«.

Atlético Nacional es el ejemplo perfecto de esa definición, claro está, llevándola al contexto fútbol. Los dirigidos por Rueda, una vez convertido el gol de Borja, le dieron una nueva vuelta de tuerca a su juego: para seguir haciéndole daño a Independiente había que ceder un tanto la iniciativa. Si partimos de la noción de que «el deporte es la constante búsqueda de espacios» -definición extraordinaria y sencilla de Jordi Juste-, el nuevo plan colombiano era entendible: su rival debía salir en búsqueda del empate, y eso sólo podía encontrarlo por medio del adelantamiento de sus líneas. Esa nueva conducta ecuatoriana era la excusa perfecta para que “El Verde de la Montaña” iniciase la fase de contragolpe.

Pero el equipo colombiano también es una muestra más de que en el fútbol no existe un plan que se ejecute a la perfección, y es que este es un juego de oposición directa. Ceder pelota y protagonismo, aún cuando se cuenten con los valores verdolagas, siempre trae consigo riesgos, algunos de ellos personificados en las diferentes llegadas ecuatorianas. La reacción visitante, así como la mala puntería de los locales y la actuación de Librado Azcona mantuvieron vivo el enfrentamiento.

La sensación de que Independiente del Valle «equilibró» el partido es falsa; esto es fútbol, nadie equilibra nada sencillamente porque el equilibrio no existe. Quiero reiterar que el equipo ecuatoriano no pudo ni supo jugar la final; el aumento de su protagonismo solo puede entenderse en el cambio de Atlético Nacional. El local quiso que se jugara de esa manera y vaya si supo hipnotizar a su rival, hasta el punto de hacerle creer que manejaba el segundo tiempo.

En el fútbol sudamericano hay pocos términos más manoseados que «proceso». En el caso de Nacional no se trata de humo ni nada que se le parezca; es la descripción de una forma de actuar, de un guión que ha definido a la institución desde el 3 de mayo de 2012, fecha en la que fue presentado Juan Carlos Osorio.

Con el hoy seleccionador mexicano, Atlético Nacional obtuvo seis títulos oficiales y un subcampeonato en la Copa Sudamericana de 2014. Su salida al fútbol brasileño abría la puerta a las dudas: el equipo podía seguir compitiendo, pero nadie sabía si sería capaz de mantener la excelencia en sus formas. Rueda supo identificar las cualidades del grupo que heredó de Osorio y le agregó todo aquello que hoy lo corona como el mejor equipo del continente. Su mayor triunfo no es el trofeo que a partir de hoy engalana sus vitrinas; su estilo de juego, su respeto a las ideas y su capacidad para adaptarse a los imprevistos quedarán en la memoria para describir la que seguramente ha sido una de las mejores ediciones de este torneo en tiempos recientes.

El “Rey de Copas” colombiano suma su segunda Libertadores y sexto trofeo internacional. Da la impresión de que Sudamérica le quedó pequeña, pero para reafirmar esa sensación hay que esperar a Diciembre cuando se celebre el Mundial de Clubes. En el horizonte está la posibilidad de enfrentarse al Real Madrid, pero antes hay tiempo, el suficiente para que este equipo siga sumando variantes que amplíen sus propios registros y le permitan mantenerse en un plano competitivo.

Mientras en Venezuela celebramos el enorme desempeño de Alejandro Guerra, permítame hacer nuevamente de aguafiestas, pero debemos preguntarnos qué se hace en nuestro fútbol para emular los ejemplos de Atlético Naciona o Independiente del Valle. No hago referencia exclusivamente a temas logísticos; prefiero que todos nos cuestionemos si en nuestro fútbol hay capacidad y posibilidades de llevar a cabo procesos de este estilo. Zamora parece llevar la batuta, pero es necesario que la gran mayoría comprenda que al éxito no se llega por atajos, aún cuando en nuestra sociedad abunden las tentaciones que nos inviten a creer semejante aberración. El camino se nos muestra claro, está en nuestras manos aceptarlo y recorrerlo o sencillamente mirar para otro lado y seguir naufragando.

Salud, campeón, gracias por el juego.

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