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Caracas 2-1 Melgar: Un partido que sí se podía remontar

No sé cómo se apreciaba el partido desde la pantalla del televisor pero en la tribuna del Estadio Olímpico, en una noche extrañamente fría, impropia de febrero pero claramente resultado de la mañana lluviosa, había una sensación plena de que Caracas lograría remontar la serie ante Melgar. Antes del juego y durante. Bien sea con un más que posible 3-0 por lo mostrado por el equipo en cancha o en una tanda de penales que se antojaba como también factible. La desazón con el gol de los peruanos casi sobre el final nos devolvió a la única realidad: la del no se pudo.

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Visto lo visto, resulta inexplicable que Caracas quedara fuera de la Copa Libertadores. Por la imaginación de nosotros en la tribuna ya se atravesaban Junior de Barranquilla, Palmeiras y San Lorenzo de Almagro. La Capital hace rato que extraña esas noches con invitados de lujo y una grada efervescente (recientemente vino Atlético Nacional y su presencia fue meramente testimonial para muchos). Era posible porque el rojo de Sanvicente, con todas sus carencias, le dio un baño de fútbol al visitante de Arequipa.

Nada que reprochar en el funcionamiento colectivo. Quizá la falta de tino en un par de ocasiones (la de Richard Celis solo frente al arco para el 3-0 fue insólita) y un arbitraje realmente malo del poco conocido uruguayo Esteban Ostojich (FIFA desde 2016) impidió que Caracas resolviera todo en los noventa. Sin embargo, hay pequeños aspectos en los que se puede encontrar quizá la razón de la desgracia final. Y mucha tiene que ver con el movimiento del banco que hizo Sanvicente sobre el final.

Caracas jugaba para golear. El 2-0 era insuficiente para lo que el rojo estaba mostrando. Por eso digo que la sensación de la remontada era más que una esperanza en la tribuna: todos estábamos convencidos que con lo poquito que ofrecía el rival, los venezolanos tenían para liquidarlo en el tiempo reglamentario. Avanzado el partido, bien entrado en la madurez del mismo, Caracas bombeó centros al área. Muchos tiros de esquina y centros desde los costados sin encontrar al mejor cabeceador del campeonato, quien estaba en el banco y ya había visto minutos el domingo en Puerto Cabello después de una larga lesión.

Yo tenía la duda si Rubert Quijada realmente no estaba para jugar este partido. Alguien me dijo que salió con molestias del partido en La Bombonerita pero si estaba en el banco, era porque podía ser utilizado al menos en los últimos compases del partido. El 2-0 aseguraba la definición desde el punto penal y Caracas ya pagaba el desgaste de la exigencia para la remontada, cierto, pero por qué no atreverse con un jugador que por arriba es implacable, cuando se generaba tanto balón bombeado al área. Sanvicente tendrá las razones claras por qué no utilizó al monaguense. Sin embargo, vi tan necesario tener en cancha a Robert Hernández, que no estaba listo, como a Rubert Quijada.

Esa duda se me disipó cenando en Las Mercedes después del partido. Coincidimos los chicos de prensa con un jugador de Caracas que estuvo en la cancha en el lugar donde comíamos y nos dijo: “Creo que el cambio era Quijada. Tenía que haber entrado”. Si lo dice un compañero que sabe más que nadie cómo está su evolución física, entonces encontré respuesta a mi pregunta.

Ahora, lo que sí no entenderé, es por qué sacó del campo a Leonardo Flores. Con Arrieta lesionado, Sanvicente no cambia la idea: mete a un volante central como Ricardo Andreutti (su ritmo en el poco tiempo en cancha me dio a entender que no estaba para la competencia internacional, entendiendo que ha visto bastante minutos en el torneo doméstico) y arrima a Flores a la izquierda para pasar a Celis a la punta de ataque. Flores era el mejor jugador del partido como escudero de Martins en la mitad. Cortaba, entregaba, bregaba. Tiene rato el de El Nula siendo el hombre más destacado en la cancha de Caracas. ¡Y salió!

Salió del campo para meter a Echeverría, en teoría un cambio que se pudo haber dado antes sin la necesidad de trastocar el doble pivote Flores – Martins (Echeverría entraba por Arrieta y se ajustaba a la izquierda del mediocampo para que Celis acompañara a Espinoza y listo). Para mí, si bien la responsabilidad del gol no es directamente consecuencia de los cambios, el partido se pudo liquidar antes con recursos que solo Sanvicente podía decidir cuándo utilizarlos y no lo hizo.

Se fue la posibilidad de tener, al menos, tres lujosas noches de Libertadores en el Olímpico. Se esfumó esa posibilidad de llevar nuevamente a la masa al estadio a ver buen fútbol. Se dilapidó el ingreso de cuatro millones de dólares, nada menos.
Pero no se pudo… otra vez.

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