Amistad, traición y política: el cine muda la piel
Una negociación por la paz de hace dos décadas sirve de base para una amistad que surgió por encargo, se desarrolló con honestidad y terminó con traición. Ahora, una película desentraña los secretos de la relación entre Juan Gutiérrez y Roberto Flórez, el negociador del gobierno español con ETA y el espía que lo infiltró, en una ópera prima diletante entre formatos narrativos. Clímax presenta la serie Hablemos de cine
Las heridas de ETA no han cerrado, fueron muchos años, desde 1959 cuando se fundó Euskadi Ta Askatasuna (ETA) hasta finales de los 90, se puede decir que ya van dos décadas de paz. Ana Schulz y Cristóbal Fernández eran unos niños y sin embargo tienen el recuerdo del miedo, del sobresalto, una en el país vasco y el otro desde Madrid.
Un día decidieron que la historia de su padre debía ser contada desde una curiosa amistad que siempre perturbó a Ana y su madre. El hombre, el mediador, tuvo una estrecha amistad con un espía sin saberlo. Schulz y Fernández pasaron cuatro años para construir y filmar esta película que también muda en su género y pasa de ficción a documental sin que el espectador pueda darse cuenta. Locarno y San Sebastián aplaudieron su estreno, y ahora navega por las salas de Madrid, esperando su desembarco en Latinoamérica.
La amistad más allá del espionaje
Una foto tomada hace cinco años, que retrata a Juan Gutiérrez y a Roberto Flórez, despierta la idea en Ana para filmar la historia. En este relato, hasta la cámara muda la piel. En el transcurso del largometraje, se vuelve hacia ellos y los convierte en personajes.
Juan, el padre de Ana, director durante 14 años del Centro de Investigación por la Paz Gernika Gogoratuz, fue el mediador en las conversaciones que el gobierno español y ETA mantuvieron durante los años 90. El filme desentraña la falsa normalidad de la década anterior en el País Vasco, las conversaciones de Argel, nuevos intentos en Estados Unidos o la verdadera política del gobierno frente a esos contactos
Una amistad lo une a Roberto, un agente del antiguo Centro Superior de Información de la Defensa, con encanto y una vasta cultura. Un personaje que llegó a su vida para escudriñarla, y terminó enlazada en ella aunque luego desapareció sin dejar rastro, traicionándola.
Dice Carlos Loureda en Fotogramas que es ese elemento el que transforma el documental casi en un thriller. «Gracias a una narrativa maquiavélica y mucho cine, Mudar la piel cambia en su mitad, casi en el momento absolutamente hipnótico en el que un coche entre en un túnel con unos ocupantes y sale de él, una vez atravesada una siniestra oscuridad, con otros», escribe el columnista.
Flórez fue el primer juzgado en la democracia española por traición, y condenado en 2010 por la Audiencia Provincial de Madrid a nueve años de cárcel por vender información a Rusia. «Roberto mudó de piel muchas veces, es lo que corresponde a un espía. Sin embargo, en el momento en que decide marcharse de los servicios secretos muda definitivamente y se convierte en él mismo», cuenta Cristóbal Fernández, uno de los realizadores. Agrega que la cinta transita entre el documental y la ficción, se transforma todo el tiempo. «Cuando Roberto llegó a esta familia sabía cuál era su interés, no era Ana, nunca hizo amistad con la madre de Ana, de hecho ella siempre estuvo suspicaz», sino Juan y su rol en las estructuras del poder.
-¿Que busca esta película?
Cristóbal Fernández (CH): Rescatar de la memoria familiar una historia que relata un poco la del país. El padre de Ana es muy especial. No cualquiera es mediador, tienes que ver más allá, poder conectar con gente sin importar si te gustan o no, terrorista o político, etc. Ser amigo de un personaje tan oscuro sólo lo hace un ser muy especial.
-El título tan sugestivo, ¿cómo surge?
Ana Schulz (AS): El título nos convenció porque nos permite pluralidad de lecturas. ETA también mudó de piel, y creo que el aporte de mi padre fue importante. El anagrama de ETA es la serpiente enroscada en un hacha y las serpientes mudan de piel. Hoy todo el movimiento ha cambiado, también de piel, forma y contenido. Para aquel entonces ese mensaje con el cual se presentaban los mediadores como mi padre era ponerse en el lugar del otro, los atendían pero no lo ejercían porque estaban en plena lucha y no lo iban a hacer. Ese granito de arena que puso mi padre está en la película. Nace de un comentario de mi madre donde ella reflexiona en voz alta y dice «esta gente está entrenada para cambiarse, convertirse en otros, mudar de piel.
-¿Cómo era Roberto en la vida de su padre?
AS: Este señor despertaba mi curiosidad, porque era como su mano derecha. Haciéndose pasar por periodista se ganó la confianza de mi padre, todo el tiempo conversaban con intensidad, era su confidente.
-¿El tema de ETA sigue estando vigente en España?
AS: Llevo más de 10 años viviendo fuera del País Vasco, de hecho esa distancia me ayudó a filmar esta historia. Estar fuera favorece la mirada. Las heridas no están cerradas, fueron años muy violentos. Yo no pienso como él (su padre) en relación a Roberto y en la película esto se ve reflejado. Hasta llegué a sentirme agraviada. Mi padre no lo veía de una manera global, yo sí. Roberto no me convencía. Lo han acusado de cosas muy fuertes, es un hombre muy oscuro y siempre tuve la sensación que estaba utilizando a mi padre.
Mudar la piel se ha estrenado con vítores. «Inclasificable propuesta con vocación de documental que salta de manera sorprendente, estimulante y habilidosa la delgada línea de la ficción», escribió Alberto Bermejo en El Mundo. «Gracias a su preciso trabajo de montaje, funciona como sorprendente híbrido entre el álbum familiar, el documento político, la intriga ‘noir’ y la conmovedora celebración del amor paternofilial», sumó Nando Sálva en El Periódico.
Pero allí en la sala, el día del estreno, un hombre callado y amable se paseó entre las butacas. Juan Gutiérrez tiene la paciencia, la sapiencia y el humor de una persona especial, que antes de responder reflexiona. Es un mediador, de porte y de corte, literalmente como un personaje de película. En un coloquio en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el día de la primera proyección, soltó que un mediador lo es a carta cabal porque «cuando llega todos lo reciben contentos».
Afirma que nada es tan contradictorio como el autodenominarse «no violento», pues el ser humano vive en una violencia constante y cotidiana, «no se asume como tal, pero se vive como tal, somos violentos por naturaleza». Y hace brillar el valor de la palabra: «Quien te cuenta algo, te da un regalo».
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