Política

Las malas lenguas de la política venezolana

Antes de la descalificación que llegó con Hugo Chávez, existió en Venezuela una forma de hacer política que empinaba el uso del buen verbo y hasta priorizaba el respeto al adversario. La civilidad era palpable. Ahora el deterioro alcanza a tirios y troyanos, aunque haya quienes se arriesguen a salir del esquema de las formas

Composición fotográfica: Andrea Tosta
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Con la llegada de Hugo Chávez a Miraflores, incontables términos despectivos y bélicos se entremezclaron en los discursos políticos de Venezuela. Se multiplicaron palabrejas como “majunche” –como se refería a Henrique Capriles-, “escuálido” –para definir a la oposición–, y expresiones como victoria “de mierda” –la opositora en 2007. Un nuevo lenguaje presidencial y, también, punto de partida para que sean pocos los discursos de los políticos venezolanos que no incluyan expresiones de ese tenor. Atrás quedó el léxico de altura que el país alguna vez sí escuchó de quienes encabezaban los poderes.
“Eres un ignorante. Eres un burro, Mr. Danger. O para decírtelo en mi mal inglés, you are a donkey, Mr. Danger”. Tan diplomática frase salió de la boca de Chávez durante un Aló Presidente en 2006 y le dio la vuelta al mundo. También lo hicieron las ovaciones y aplausos que recibió cuando frente a una multitud acompañó las acusaciones contra el expresidente de Estados Unidos con un sonoro “váyanse al carajo, yanquis de mierda”.

El ejemplo chavista se convirtió en arquetipo y permeó hasta los discursos de quienes lo acompañaban en su gobierno. Por ejemplo, la ministra de Asuntos Penitenciarios Iris Varela calificó de “prostituta” a la exmiss venezolana Alicia Machado por Twitter; el diputado Pedro Carreño, siempre de punta en blanco, tildó a Capriles de “maricón” en la Asamblea Nacional cuando lo mandó a “hacer con su culo lo que le dé la gana”. La lista es larga, y los insultos incontables.

Como si el legado de Chávez –el mismo que contó cómo enfrentó una diarrea en televisión nacional– intentara personificarse, el actual presidente Nicolás Maduro hace todo lo posible por simularlo. “Maduro es un tremendo imitador de Chávez, con sus gestos, las palabras que usa, los vocablos, la entonación. Lo que le falta es ser zurdo. Hasta el brazo que usa para hacer énfasis en determinadas frases es el mismo que usaba Chávez”, explica Felix Sejias hijo, director de la encuestadora Delphos y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Del actual gobernante ya son famosas su «libros y libras», su «millones y millonas», su «multiplicación de los penes», sus cuentas matemáticas equivocadas y hasta el Capuskicapubul.
Así como el mandatario usa con ligereza el vocablo “carajo” –hasta tres veces tan solo el domingo 12 de febrero en televisión a pesar de prohibiciones legales–, el vestir no pasa por debajo de la mesa: el Presidente tiende a usar camisas verdes con grandes bolsillos que recuerdan al traje militar que usaba Chávez, sin dejar a un lado el sempiterno color rojo. “Se buscar dar esa imagen de revolucionario, que es Fidel Castro, es el rojo, es la boina, es lo que terminamos viendo en televisión”, apunta.
Foto-Maduro
Época de civilidad
“La lengua es el reflejo de la sociedad. Estamos en las manos de una oralidad malandra que nos imputa cognitivamente. La palabra genera actitudes, desencadena acciones. Si lo haces en ámbito público, buscas modelar”, indica Carlos Leañez, profesor de la Universidad Simón Bolívar especializado en la investigación de la lengua y la política. Sin embargo, no siempre se escuchaban políticos con un lenguaje soez como se percibe en la actualidad. El académico recuerda que, otrora, “los hablantes públicos perseguían argumentar con un mínimo de decoro”. Asegura que en décadas pasadas, los políticos, al igual que ahora, intentaban llegar a las masas, pero desde la civilidad.
Foto-Chávez
Acción Democrática exhibía elocuentes oradores, como Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos o Raúl Leoni. El psicólogo social Axel Capriles apunta que, sin embargo, el arquetipo de adeco que se impuso en el imaginario fue “el de Juan Bimba”, con todo y su vestimenta campesina y su lenguaje limitado; retratado por la exsenadora adeca Paulina Gamus como aspiracional cuando en su libro autobiográfico, Permítanme contarles, recuerda cómo un militante de Ciudad Bolívar presentó al precandidato presidencial adeco de 1978 diciendo «¡aquí viene Luis Piñerúa y sus secuaces!», y otro lo despidió en Yaracuy: «Con la vociferacion del compañero Piñerúa termina este acto». El asunto viene de más atrás, como en 1941 cuando en el Nuevo Circo un joven dio un discurso que hablaba de «hombres de la calaña de Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco y Raúl Leoni», queriendo retratar a sus líderes como personas «de altura»; o en el homenaje en 1968 dado a Gonzalo Barrios luego que perdiera la elección presidencial cuando otro militante lo recibió para hacerle «este homenaje póstumo». Era el pueblo llano queriendo hablar «culto» como sus dirigentes y no al contrario.
Del otro lado de la acera, la democracia cristiana de Copei presentaba líderes de pulcra vestimenta y elevados discursos. Allí se cuenta a Rafael Caldera, quien se dirigía a sus audiencias desde la sapiencia. “Mantenía un tenor más elevado, con un lenguaje más cuidado, que conectaba menos con las masas”, explica el coordinador de la maestría de Estudios del Discurso de la UCV, Pedro Alemán.

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Fuera de “la guanábana”, una élite de eruditos se vinculó con la política nacional. Es el caso de Arturo Úslar Pietri, uno de los intelectuales más importantes del siglo pasado, cuyo verbo siempre fue ilustrado y hasta formativo. Jóvito Villalba es recordado más por sus discursos en mítines que por el impacto partidista de su Unión Republicana Democrática. Y Ramón J. Velásquez, quien acumuló premios y obra publicada durante su larga vida, fue senador primero y Presidente de la República después sin abandonar nunca las correctas formas al hablar enfundadas en una vestimenta impecable.
Foto-Velásquez
El populismo sí tuvo su cuota. Bajo el slogan “Ese hombre sí camina”, Carlos Andrés Pérez se mostró lleno de vitalidad y accesible a la población durante su primera campaña en la que exhibió un discurso llano, pero nunca soez. “La manera de llegar a las masas siempre ha existido. Pérez usaba unas camisas de cuadros, era algo muy de los setenta, que en su momento funcionaban. En algún momento incorporó también una chaqueta de cuadros, que era un blazer informal. La suya es la primera campaña donde se utiliza ropa mucho más informal”, explica Seijas.
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El expresidente Luis Herrera Campins fue la excepción copeyana y su populachería “fue su punch”, recuerda la profesora de Opinión Pública de la Universidad Metropolitana, Mariana Bacalao. Entretanto, desde la informalidad al vestir también se mostraba el fundador del Movimiento al Socialismo (MAS) Teodoro Petkoff, mucho más agresivo con la lengua. “Más que la ropa, lo suyo eran los lentes. Para cada campaña a la que se lanzaba, renovaba su imagen cambiando el modelo”, recuerda Seijas hijo. Y más adelante, los de La Causa R, como Andrés Velásquez, que hasta el sol de hoy nunca se le ha visto públicamente usando una corbata.
Bacalao apunta que a pesar de que los adecos eran más llanos y los copeyanos más recatados, todos cuidaban las formas. “Se ha perdido el respeto en los gobernantes y eso lo vinculo indivisiblemente con Chávez. Él creó escuela en la materia con comentarios hirientes a sus adversarios y a su mismo equipo. Fue una ruptura, fue la llegada de la antipolítica”, alega.
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Las formas se contagian
Aunque la oposición intente no caer en el juego de la descalificación, resbala sin querer. De acuerdo con Alemán, “existe una búsqueda en querer llegar al mayor número de votantes y eso lastimosamente pasa por un descuido del lenguaje”. Como si fuera inevitable, los dirigentes de la alternativa democrática se igualan, aunque exista una contención, como la califica la profesora Bacalao: “Su discurso es mucho más cuidado en no usar palabras obscenas, pero llega un punto en el que se miden igual. Los están avasallando y parece que tiene que haber un nivel de agresividad para poder responder desde el mismo espacio”.
A pesar del vocabulario que se mimetiza con el del oficialismo, el director de la encuestadora Delphos rescata una diferencia en la imagen: “Ellos tienden a cuidar las formas, en no tener un Rolex, un bolígrafo Montblanc en el pecho. En el chavismo no las tienen”. Por ejemplo, el diputado y el primer vicepresidente del partido del gobierno, Diosdado Cabello, y el vicepresidente de la República, Tareck El Aissami, destacan por su vestimenta de marca. Además, la muñeca del ahora acusado por Estados Unidos como narcotraficante ha portado relojes de 8.300 dólares como el Tag Heuer Grand Carrera.
En contraposición, algunos en la alternativa democrática usan atuendos que se acercan más al pueblo llano. Por ejemplo, Henrique Capriles con sus camisas de botones y manga corta hechas por unas costureras del interior del estado Miranda, “que si hubieran sido marca Columbia de verdad no hubiesen proyectado lo mismo. Se muestra con una imagen fresca, tropical, joven, como alguien preparado para la acción. Las gorras tricolor que usa se pusieron de moda increíblemente entre la oposición, y en el chavismo también se plegaron. Eran como la respuesta a la boina roja”, suelta Seijas.
Foto-Capriles
De igual forma, Leopoldo López, dirigente político de Voluntad Popular actualmente recluido en la cárcel de Ramo Verde, “es una persona cuya imagen penetra bastante bien, con todo y que no viene de un barrio, se educó en una buena escuela, estudió en Harvard y no pasó hambre nunca. Puede ser su color de piel, algo en su discurso, en su manera de vestir, de moverse, que gusta a la población”, continúa el encuestador.
Foto-López
En contraste, la forma de hacer política de Henry Ramos Allup, secretario general de AD, despunta al ser “soezmente decente”. Con una larga carrera política acumulada, la mitad ocurrida en años de “la cuarta”, deja entrever en la era chavista su culto uso del lenguaje mientras lanza ganchos verbales. Según el profesor Alemán, “sigue teniendo un discurso muy buen cuidado, pero eso no quita que no aplica la estrategia de la confrontación, aunque las diga de forma elegante”. Al expresidente de la AN se le ha escuchado proferir términos como “mequetrefe”, “filibustero” y “rechiflador” para referirse a dirigentes del chavismo.
¿Romper esquemas?
De acuerdo con la profesora de la Universidad Simón Bolívar, investigadora y psicólogo social Colette Capriles, los políticos tanto de la oposición como del oficialismo parecen cortados por el mismo sastre, como si existiera un cierto conformismo en el proceder discursivo. “A muchos líderes actuales les cuesta adaptarse al cambio de las situaciones y las circunstancias. Son situaciones totalmente nuevas, no hay precedentes, y existe una tendencia a cerrarse a lo conocido”, indica. Para Leañez, profesor de la USB especializado en lingüística, “el político no debe hablar como la gente es, sino como quiere que sea la gente. El crecimiento no es posible sin pleno uso de la palabra. Han matado todo sobre la lengua con su discurso”.
Dentro del bipartidismo de la era pre-Chávez, la predictibilidad del sistema era prácticamente un hecho, según Capriles. “El costo del riesgo era mucho más bajo entonces. Ahora existe un riesgo real a las personas que hacen política. Y los errores parece que fortalecen al adversario. En los sistemas con alternabilidad todo es corregible, mientras que en los sistemas no democráticos no hay corrección posible. El peso es muy caro, la incertidumbre es inmensa y la fatalidad, grandísima”.
A pesar de ello, hay quienes se arriesgan a refutar el discurso del Gobierno, buscando ganar la batalla contra la informalidad y la descalificación y desligándose de la mimetización política que parece reinar en Venezuela. De acuerdo con Leañez, María Corina Machado, de intachable presencia, encaja en esta categoría. “Tiene una elección cuidadosa de palabras. No insulta, pero habla con mucha firmeza. Esa es la razón por la cual no está en la AN, porque es capaz de impartir un contradiscurso, de desmontar la mentira del gobierno, y eso pega”. Ella y López son los únicos que, según el académico, pueden hacer frente a los modos de actuar del oficialismo. “Son líderes que son capaces de contradecir con argumentos, y si te das cuenta, son personas que están silenciadas o presas”.
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