Sucesos

"El Conejo" con plomo vino y con plomo se fue

No se trata del conejo de Alicia del país de las maravillas, tampoco el de PlayBoy -aunque él quería. Teófilo Rodríguez Cazorla gobernó la cárcel San Antonio de Nueva Esparta hasta que una balacera lo dejó tendido fuera de ella, una última escapada mortal. Sus seguidores, presos, lo despidieron con descaro disparando al viento

Texto: Deivis Ramírez Miranda y Víctor Amaya
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Las calles de Porlamar fueron tomadas por el hampa. Pero no para cometer fechorías sino para despedir a un líder: Teófilo Rodríguez Cazorla, conocido como “El Conejo”. Desde temprano este martes 26 de enero las autoridades se encargaron de mantener despejadas las principales vías de la ciudad para que el sepelio del “pran” del Internado Judicial de San Antonio del estado Nueva Esparta transcurriera sin contratiempos.

La Universidad de Oriente suspendió actividades. Algunas escuelas terminaron sus actividades al mediodía, al parecer por sugerencias oficiales. Los comercios permanecieron cerrados y el transporte público estuvo poco activo. Toda la atención estaba en el funeral de quien se convirtió, para muchos en la comunidad, en un benefactor, el Pablo Escobar de “laisla”. Crisis de valores.

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Fue el final de la historia que comenzó la madrugada del domingo 24 cuando con plomo despidieron a Teófilo Cazorla. Con el frío metal lo asesinaron entonces al salir de una discoteca en Porlamar, adonde iba frecuentemente para disfrutar de la vida nocturna. Y con plomo lo honraron para despedirlo en su subida “al cielo”.

La madrugada del 24 de enero, pasadas las cinco de la mañana, “El Conejo” estaba ya en la calle, a las afueras de la discoteca donde la atracción principal tenía poca ropa. Con ritmos, mezclas y luces, Jimena Araya ponía a bailar a todos. “Rosita” convoca pranes.

A Cazorla lo esperaba afuera un Toyota Corolla plateado, con cuatro personas más, presuntos escoltas. Todos fueron balaceados con más de 70 tiros. Los letales le llegaron a “El Conejo”, aunque nadie se salvó de las heridas.  “El Conejo” estaba libre sin estarlo. Entraba y salía a conveniencia. Así sería su peso mayúsculo en la política penitenciaria de Nueva Esparta, donde se había convertido en un verdadero “patrón del mal”, calificado como tal por aliados y seguidores, dedicado al negocio del narcotráfico.

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En este caso, a balazos despidieron a Teólifo Cazorla. Desde una de las azoteas del penal, cientos de internos exhibieron armas de todo calibre. Pistolas de peine alargado. Fusiles automáticos. Ametralladoras de alto calibre. Las balas no son un problema, su procura está tan garantizada que se permiten gastarla, literalmente, a mansalva. Fue también una demostración de su capacidad de fuego, ante la Fuerza Armada Nacional –la Guardia Nacional Bolivariana veía el espectáculo- y ante sus propios adversarios. La puesta en escena duró más de media hora. Ninguno de los funcionarios hizo nada, estaban inmutados o, incluso, paralizados, por las detonaciones ensordecedoras.

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Pero no solo los uniformados vieron el espectáculo, también el país. A los reclusos no les tembló el pulso para grabarse en video a través de celulares, tomarse fotos, y difundir todo en las redes sociales, incluyendo el Facebook del Tren del Pacífico, donde se mostraron auténticas apologías de “El Conejo”. La impunidad, virtual y real, es una gran aliada.

Allí no solo se subieron fotografías y videos –incluyendo el ya famoso mural con el rostro de Cazorla junto al de Hugo Chávez- sino que quedaron registrados los “likes” y los comentarios de quienes manifestaban su pesar y su admiración por el delincuente caído. “Siempre serás el patrón”, escribió una. “QEPD Comanche”, lanzó otro. «Ahora el patrón nos cuida desde el cielo», también se lee. Los seguidores de esta cuenta se multiplicaron tanto como los tiros desde la azotea: casi 700 se sumaron en tan solo dos días, un aumento superior al 400%.

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“El Conejo” manejó por muchos años el negocio interno dentro del penal insular: la droga. Las transacciones llegaron más allá de la isla, pues las conexiones con esta red tocaron otros penales del país y bandas organizadas de calle. Eso lo saben policías, investigadores y expertos carcelarios. Poco se hizo para detener a quien no tenía empacho en tatuar con su logo-una réplica de la marca oficial de Playboy- a sus hombres de confianza. Ellos mostraban orgullosos su conejo tintado en la piel, motivo de respeto, pero también las armas con calcomanías para identificarlas, los grafitis en las paredes del penal.

En la cárcel de Margarita se concreta el cambio de mando, alguien heredará la lujosa celda que ocupaba Cazola. Ese recinto de piso brillante, con baño privado y una distribución como de pequeño apartamento con recibo y habitación, con cuadros en las paredes, una gran cama tamaño “queen”, un televisor plasma de 42 pulgadas, imágenes religiosas católicas y varias placas de agradecimiento. Alguien reclamará los dos perros poodle que acariciaba en 2011 cuando recibió al The New York Times.

Eso sí, quien no dirá esta boca es mía es la ministra Iris Varela. La encargada del despacho de Servicios Penitenciarios no reaccionó ni al asesinato ni a la conmoción ni a las evidencias de la existencia de un auténtico arsenal de guerra dentro de una cárcel que ella dice controlar. Ahora la Asamblea Nacional le exigirá explicaciones, y deberá repetir sus excusas por la fotografía que se tomó con “El Conejo”, sonriente en la cama del pran.

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El encuentro entre dos chavistas fue explicado luego. Varela, quien ejerce el cargo ministerial desde 2011 y fue ratificada el 6 de enero de 2016, aseguró que fue una petición hecha por el recluso “así como cualquier persona le pide una foto”. Eran tiempos de reuniones para “pacificar” las cárceles. El resultado en aquel momento fue la entrega voluntaria por parte de los reclusos de “seis revólveres, cinco escopetas, un rifle, seis granadas y un explosivo C-4 con detonador”, según la propia titular del Ministerio para los Servicios Penitenciarios. Nimiedades con respecto a lo mostrado este lunes en Margarita.

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Carlos Nieto Palma, director de la ONG Una Ventana a la Libertad, destacó que “la muestra de armamento hecha por lo reclusos de Margarita evidencia el poder de los penales y la falta de gobierno que existe”. A su juicio, el Ministerio de Servicios Penitenciarios es cómplice de todos los movimientos ilícitos que se gestan en las cárceles, incluso fuera de ellas con las bandas organizadas que están distribuidas en todo el país.

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