ENTREVISTA | Viviendo al mínimo: la tragicómica realidad venezolana
El 12 de agosto el presidente Maduro anunció un aumento del 50% del salario mínimo, el tercero en lo que va de año. Sin embargo, la inflación y la escasez se comen cualquier ingreso. Esto lo quisieron demostrar los autores del documental "Viviendo al mínimo".
Detrás de «Viviendo al mínimo», el documental que muestra cómo come un venezolano con el sueldo mínimo de una semana, hay cuatro jóvenes: Roberto López, Ezequiel Rodríguez, Daniel García, quienes conforman la productora El Resort, y Manuel Ángel Redondo, locutor y audiovisualista.
Todo comenzó como una iniciativa de El Resort. “No queríamos quedarnos ajenos con respecto a la situación que está pasando el país”, dice López, director del documental. Luego de varias ideas, llegaron a esta: vivir durante una semana con 7.848,2 bolívares, la fracción correspondiente a siete días de salario mínimo (33.636 bs en julio de 2016) empleados sólo para comida, excluyendo todos los servicios y otros gastos.
“El documental está presentado desde mi perspectiva –dice Redondo- pero intentamos resumir lo que harían la mayoría de las personas: ir a mercados populares, hacer colas, comprarle a los bachaqueros”.
Durante los treinta minutos de video, Manuel Ángel Redondo, conocido también por su participación en el webshow «Pero tenemos patria», va desde el intento de comprar empanadas hasta desistir de comer fuera de casa para escoger los vegetales más económicos en el mercado de Quinta Crespo en el centro de Caracas. La experiencia pasa por ser víctima de un robo en Petare (este), junto al resto del equipo, mientras buscaba entre revendedores ambulantes alimentos regulados.
Pero lo único limitado no fue el presupuesto del protagonista. Las grabaciones se hicieron con el mínimo equipo posible (una Handycam, una cámara Dslr y un micrófono de zapata), no solo por la comodidad, sino porque era con lo que contaba la productora. “No teníamos ni iluminación, ni balitas, ni recursos para que el rodaje durara más de una semana, todo fue guerrilla”, dice el director.
– Formato digerible o burla disfrazada –
Además de sus peripecias para sobrevivir comiendo un precario menú alto en carbohidratos, mangos y sardinas, se ve a Redondo recibiendo consejos culinarios de algunas figuras de la comunicación social venezolana, así como las bromas que le jugaron sus compañeros de labores en la radio. Es este discurso distendido el que ha generado cierto rechazo, la burla por el hambre del otro desde una posición privilegiada.
Quizás es su juventud la que marca el formato tragicómico del documental, ese que ha generado las pocas críticas negativas de un ejercicio que, como coinciden “logramos el objetivo, ponerle atención a cómo está comiendo la gente en un contexto un poco más digerible”, pues, si bien reconocen que pudieron haberse planteado un reportaje periodístico, su intención no era esa.
Aunque asumen las críticas con respeto, son categóricos al decir que su visión también es válida. “No nos parece que sea superficial, que ha sido la crítica que hemos tenido, nuestro enfoque fue mostrar que aun gastando sólo en comida, no se puede comer bien ni completo”, afirma López.
“Sí queríamos que se hiciera viral, pero no sabíamos, lo logramos porque nadie está haciendo contenido como este: entretenido y digerible”, continúa López. Mientras que para García, lo interesante es que no sean políticos o analistas los que hablen del hambre, sino ellos como jóvenes y realizadores audiovisuales. Por eso quieren ser ambiciosos y hacer otras versiones en algunas ciudades de Latinoamérica, para comparar realidades.
López reflexiona sobre el papel de los jóvenes en la crisis venezolana: “Hay que darle la pelea a todo el aparato comunicacional del gobierno, a la apatía de la gente y no quedarnos dormidos solamente comentando desde nuestra esquina, tenemos que aportar en lo que podamos”. Es algo en lo que coinciden como equipo y a lo que Redondo remata: “Tenemos que hacer nuestro puto trabajo bien”.
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