Cultura

10 de septiembre de 2016: Medellín es una fiesta

Toda ciudad tiene un color que la define, y ese color es el que también marca el comportamiento de su gente, la disciplina de sus costumbres. El color de la ciudad hace al ciudadano y a su carácter. Cuando llegamos a Colombia, lo hicimos por Bogotá, que lleva un gris en sus días que hace que su gente posea una sobriedad particular, llena de silencio y observación.

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Texto: ALBERTO SÁEZ | Foto: www.fiestadellibroylacultura.com

Medellín es todo lo contrario. A pesar de no ser una ciudad de la costa, y de poseer un clima esquizofrénico (nunca sabemos cuándo puede llover), la urbe paisa está llena de ese amarillo y verde que ánima el espíritu, de saludos de calle aunque no te conozcan, de cordialidad con cualquiera que lo necesite porque “así somos aquí”. Pero Medellín también tiene algo que encanta solo al llegar: su verbo ágil y desenfadado.

Todas las personas en esta ciudad parecen tener el don del canto en su hablar, ese tipo de canto que exalta su gloría colectiva, la de una ciudad que decidió volver a creer a pesar de la violencia. La épica paisa, un canto que nos cuenta y nos define su regionalismo, mostrándonos que Medellín tiene su propia mitología, sus héroes, antihéroes y antagonistas, su gastronomía que permea en el resto del país.

Este regionalismo hace que todos los que viven aquí sepan lo que sucede en su ciudad, así que no es de extrañar que cualquier persona con la que habláramos supiera de la existencia y la importancia de la Fiesta de la Lectura y la Cultura para ellos. Hemos llegado a Medellín para conocerla desde la relación que tiene con los libros.

Nada más entrar pudimos encontrarnos con Wilson, cómplice y organizador que, correo a correo, nos iba dando luces de cómo iba a ser la fiesta. Fue él quien nos explicó que el evento estaba divido en primera instancia en salones enormes donde albergaban el grueso de las categorías: libros universitarios, libros técnicos, libros de autoayuda, el de las editoriales independientes y los libros usados. Todo eso sin contar los grandes pabellones que tiene distribuidoras y multinacionales y las comidas y bebidas.

Una cerveza en la mano para ir recorriendo estanterías y editoriales es la mejor compañía que nos pudieron ofrecer. Ahí descubrimos que, aunque la feria tiene 10 años, esta es la primera edición donde hacen un salón específico para editoriales independientes de Iberoamérica, y que su intención es poder hacer de esto un hábito. “La gente lee cada día más a los independientes, no solo en las librerías sino en las bibliotecas, y es ahí donde tenemos la oportunidad de darnos a conocer, juntos como un movimiento”, nos dijo Wilson mientras nos mostraba editoriales de Ecuador, Bolivia y México, coediciones que hacen algunas con editoriales en España para tener presencia en ambos mercados. Las editoriales independientes están de fiesta y Medellín es su lugar de encuentro.

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