Cultura

Mami, qué será lo que quieren los extraterrestres

Los fanáticos de la ciencia ficción pueden celebrar porque este año cuentan con una película que utiliza como pretexto el subgénero de extraterrestres para reflexionar, con gran acierto, sobre las complejidades del ser humano. La hermosa propuesta ha conquistado a La Academia que la ha nominado a 8 renglones, incluido el de Mejor Película.

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«Actualmente, el destino del mundo depende,

en primer lugar, de los estadistas

y, en segundo lugar, de los intérpretes».

Trygve Halvdan Lie (primer secretario general de las Naciones Unidas).

Arrival ya es un clásico de su género. Preciosa desde su dirección, ambiciosa desde su guión, la cinta de Denis Villeneuve cuenta la llegada de 12 naves extraterrestres que estacionan en diferentes países. Para tratar de descifrar el propósito de los alienígenas, el ejército norteamericano contrata a Louise Banks (Amy Adams), una experta en lenguas que ha sufrido una importante pérdida familiar.

Inspirada en Story of you life, relato de ficción breve de Ted Chiangn (un experto en software ganador de 4 premios Hugo), Eric Heisserer elabora un guión que impulsa el lucimiento de Adams. Siempre bajo su punto de vista, los espectadores entramos en contacto con los invasores. Rápidamente se asocia su imagen a la de Jodie Foster en Contact (1997, Robert Zemeckis) y a la de Jessica Chastain en Interstellar (2014, Christopher Nollan). Se trata, sin embargo, de un reflejo de nuestra memoria.

La profesora que interpreta Adams está siempre más cerca del quiebre que de la heroicidad y en eso tiene mucho que ver la dirección de actores. La presencia de Jeremy Renner (Ian Donnelly), un científico que responde como equilibrio en la relación entre lo tangible y lo intangible o lo que es lo mismo, entre el pragmatismo y la utopía, la blinda. La pareja funciona perfectamente sin la necesidad del desarrollo de una historia sentimental paralela. El final de la cinta, sin embargo, se encargará de colocar a cada pieza del rompecabezas en su lugar.

La inquietante fotografía de Bradford Young y la aún más inquietante banda sonora de Jóhann Jóhansson acompañan a Villeneuve en un relato pausado, hipnótico, que nos lleva de la mano para vivir Un encuentro cercano del tercer tipo (1977, Steven Spielberg), aunque el director no basa su discurso en los efectos especiales. Todo lo contrario, se encarga de generar una atmósfera a medio camino entre el terror y la poesía. Quien haya visto Sicario (2015) estará familiarizado con este tono, mientras que la segunda parte de Arrival se emparenta con los planos narrativos de la existencialista Enemy (2013).

Más que homenajes o influencias (vamos a encontrar imágenes que recuerdan a Kubric y su 2001: A Space Odyssey por supuesto), el realizador de origen canadiense da un enorme paso en la evolución de una carrera que suma aciertos tras aciertos desde que debutó con Un 32 août sur terre (1998). Es este filme, poco conocido en nuestros lares, al que debemos regresar pues en él se establecen temas recurrentes en su filmografía: el impacto de una tragedia (accidentes o fallecimientos) como la chispa que genera un cambio (viaje o redescubrimiento); la predilección por protagonistas femeninas y el lirismo que acompaña todo su rodaje.

El gran acierto de Arrival es colocar el centro de discusión en el lenguaje. Primero porque la cinta descarta de una vez que cualquier inteligencia fuera de nuestra órbita puede hablar en inglés, recurso manido en Hollywood y lo que rápidamente genera sospecha sobre la verosimilitud de la historia. Segundo, porque el interés por descodificar la simbología de otras civilizaciones es, al mismo tiempo, una necesaria reflexión sobre el uso de las palabras en los conflictos bélicos actuales. En este sentido, y siguiendo con la tradición de la obra de Villeneuve, el mensaje puede ser interpretado como una propuesta pacifista,  tal vez muy optimista, ante cualquier diferencia cultural o religiosa.

Mientras veía Arrival recordaba el libro Guerra y Lenguaje (Acantilado, Barcelona. 2007) de Adan Kovacsics, un escritor chileno que reflexiona sobre la manipulación del lenguaje o los silencios cuando el horror se hace presente. Lo que me llevó a pensar en el intencional abuso de palabras aisladas, recogidas en textos cargados de resentimiento, que tanto daño han hecho a Venezuela. Y no es tan casual la asociación porque el ensayista es traductor, una profesión que lo emparenta con la protagonista.

La película, hay que decirlo, podría tener su punto más débil cuando se descubre por qué los extraterrestres nos visitan. Es una consecuencia del trascendental mensaje que intenta el director. Puede gustar o no, pero es un lógico cierre para completar el círculo de la tragedia con la que inicia.

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