Cultura

Hacksaw Ridge: la Pasión de Cristo en la guerra

El drama bélico de Mel Gibson, que conquistó a La Academia, tiene una factura impecable pero sufre con un guión que privilegia la acción heroica antes que las contradicciones de un personaje real, un objetor de conciencia en el ejército norteamericano.

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Hay directores que reconocemos al solo ver una escena. Alfred Hitchcock, Woody Allen y Wes Anderson, por nombrar algunos, son buenos ejemplos. Aunque comparado con ellos, la carrera de Mel Gibson tras las cámaras es corta, sus cintas también dejan esa sensación de autor. Obviando su irregular debut con The Man Without Face, es  fácil encontrar las migas de pan que unen a Braveheart, The Passion off the ChristApocalypto. No solo en forma, tal vez lo más evidente en esta profesión, sino en contenido.

Las similitudes entre William Wallace y Cristo son obvias. El sacrificio del individuo por el bien común o el ejemplo de la fe que inspira a los oprimidos conecta a los dos protagonistas. Luego, la violencia y tortura, que tuvo su clímax en La Pasión, continúa en el relato indígena Apocalypto. Sin embargo, y a diferencia del polémico trabajo sobre Jesús, al tratarse de un filme de sobrevivencia, se justifica la sangre explícita.

En Hacksaw Ridge, Desmond Doss (Andrew Garfield) también es un sobreviviente, no por obligación (como el protagonista de Apocalypto) sino por decisión. Siente el llamado de patria bonita, aunque como objetor de conciencia no está dispuesto a disparar un arma. ¿Si la primera regla en cualquier unidad bélica es resguardar la espalda del compañero, cómo piensa cumplir con tal premisa? ¿Qué hará cuando tenga al enemigo enfrente? Estas preguntas son las que alimentan la curiosidad del espectador y le hacen creer que está al frente de un trabajo que romperá con los cánones del género.

El guión está claramente partido en dos. Primero narra una historia común, la de un padre traumado por la primera Guerra Mundial y la violenta relación con su familia. Hugo Weaving (Tom Doss), en ese sentido, es convincente. También Garfield, su hijo y antagonista. Cumple como el cándido pero terco adventista, enamoradizo y de sonrisa bonachona. Estas maneras casi forrestgumpeanas chocan en un principio, no obstante la buena dirección de Gibson regula los altibajos argumentativos.

La segunda parte abandona la fantasía bucólica para darle bienvenida a la guerra. Es aquí donde el filme toma una línea formal, que no agrega nada nuevo a lo ya visto. Porque en lugar de profundizar en las contradicciones sicológicas de un objetor de conciencia (Doss), Gibson convierte a su personaje principal en un superhéroe. La unidimensionalidad de su carácter impide que diferenciemos esta cinta de cualquier otra. Pensemos en la Delgada Línea Roja o El Soldado Ryan, da igual.

Sin embargo y a pesar de entregarse a la épica del soldado Doss, Gibson se sale con la suya en la última hora de Hacksaw Ridge. El ritmo frenético, los movimientos de la cámara y el hiperrealismo se imponen por encima de las evidentes deficiencias del guión. El tiempo dirá si es la manera en que debemos apreciar la obra de este realizador, valorando la forma sobre el fondo.

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