Cultura

La gran conspiración global según Daniel Estulin

El nuevo libro del escritor lituano, “Metapolítica. Transformación global y guerra de potencias”, acaba de publicarse en Venezuela y, aunque sus ideas sobre la existencia de un proyecto de dominación mundial se sustentan en la teoría de la conspiración, no deja de cautivar a lectores en todo el mundo

Daniel Estulin
Fotos Cortesía Daniel Estulin
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Daniel Estulin es un lituano de 54 años que en 1980 fue expatriado de la Unión Soviética. Después de llevar una vida como agente de la KGB, se dedicó a escribir libros sobre una aparente conspiración mundial por parte de élites millonarias e influyentes. Su nuevo trabajo, Metapolítica. Transformación global y guerra de potencias, se imprimió en Venezuela bajo el sello de Luis Felipe Capriles Editor. Se trata de una investigación que, aunque se sostiene sobre una gran tesis de conspiración, ofrece otro ángulo para comprender la crisis que vive el mundo por el coronavirus y el choque de las potencias. No lo hace desde las ciencias, sino desde la teoría conspirativa y el metalenguaje. Algo que, ante el caos, alcanza popularidad.

¿Una muestra? Todavía hay quienes opinan que la pandemia por la covid-19 es un invento. Que se trata de una estrategia para gobernar al mundo. O que forma parte de una guerra mundial no declarada convencionalmente.

No son pequeños grupos, ni clubes de paranoicos. Ante la polarización política y el auge de gobiernos conservadores, ahora son masas y organizaciones las que creen en teorías de conspiración, las cuales, a simple vista, carecen de sustento. Sin embargo, Estulin no apunta a esas verdades superficiales. Analiza los centros de poder global, nichos de grandes figuras influyentes.

Uno de sus libros, La verdadera historia del Club Bildeberg, se convirtió en un best seller en 2005. Es un entramado de referencias, datos y conceptos que concluye en la existencia de un plan para dominar el planeta por parte de una élite. Más allá del escepticismo, llama la atención la cobertura mediática que reciben sus planteamientos –desde las editoriales que publican sus ideas hasta las entrevistas en medios reconocidos afuera– y el interés que expresan los millones de lectores que compran sus libros.

Metapolítica, su nueva obra, está estructurada en tres partes. La primera responde a los proyectos globales que existen y que pretenden instaurar un nuevo sistema poscapitalista. La segunda, son sus apuntes acerca de cómo se avizora el mundo después de la crisis que atraviesa en el presente. Y la tercera se refiere al papel que podría jugar América Latina en ese nuevo orden mundial. Los aportes generan una explosión de ideas que, a su vez, conllevan a decenas de preguntas. Una entrevista con el autor busca responder algunas. Él no es un académico, sino un provocador intelectual.

—¿En qué consiste esa transformación global que comenta en el libro? Habla de élites muy poderosas e influyentes. ¿Cuál es su objetivo?

— Esto no es una conspiración de cuatro viejos en una sala oscura y una bola de cristal, es una cosa más sofisticada. Si miras a nuestro alrededor, desde la Segunda Guerra Mundial todos los aspectos de la vida mental y psicológica de la población mundial están definidos, registrados y archivados en sistemas de información. Los grupos de sociólogos, psicólogos, psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y fundaciones americanas trabajan en estrecha colaboración unos con otros. Están presididos por una élite integrada por estos poderosos miembros de la oligarquía, compuestos principalmente por organizaciones privadas como el Club Bildeberg, el Council on Foreign Relations, o los descendientes de la nobleza negra de Venecia. Su propósito es implantar cambios en nuestros modos de vida sin nuestro consentimiento.

El objetivo útil es extirpar por completo el sentido de identidad del ser humano, arrancarnos el alma y sustituirla después por una pseudoalma artificial, es el transhumanismo que estamos viendo. Sin embargo, para poder cambiar la conducta de los seres humanos, apartarnos de la producción industrial y conducirnos al espiritualismo, para hacernos entrar voluntariamente al mundo de la era posindustrial, del crecimiento cero, es necesario forzar un cambio de la imagen que tiene el ser humano de sí mismo. Del concepto fundamental de lo que somos. Eso a grosso modo.

Están buscando cambiar la imagen del hombre para que resulte apropiado a esta nueva era. Lo estamos viendo hoy en día con lo políticamente correcto y con lo políticamente incorrecto. El gobierno totalitario no es el único parámetro del totalitarismo. El poder ilimitado procede de un centro omnipresente también. En el nuevo movimiento totalitario esta directriz omnipresente se comunica por medio de la modificación de la conducta y del cambio de identidad, que son modos dominantes del sistema. Cuando suceden catástrofes, que castigan cada vez más a mayor parte del mundo, hacen sentir culpables a los oprimidos. Tener a la mayoría en un estado continuo de ansiedad funciona porque obliga a las personas a que estén demasiado ocupadas asegurándose su propia supervivencia o a competir, para colaborar en la construcción de ese orden.

—¿Y quiénes son esas élites que desean transformar el mundo?

—Una monstruosa maquinaria del mal que está compuesta por algunos de los centros más prestigiosos del mundo, dedicados a la investigación y al estudio. Por ejemplo, los centros de investigación en la Stanford University; Corporación RAND, que está muy vinculado a los militares americanos; Massachusetts Institute of Technology (MIT); Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences en Palo Alto, donde estudian el comportamiento humano; el Institute for Social Research de la Universidad de Michigan; más todas las escuelas económicas del mundo, como la Harvard Business School. Hay muchas organizaciones americanas que trabajan de forma absolutamente concéntrica, estamos hablando de cambios para el ser humano, hacia una imagen distinta. En épocas anteriores hemos visto como se tomaban medidas de alcance nacional pero nunca hemos visto una agresión semejante a las personas y sus normas democráticas, por eso las poblaciones se han visto tan abrumadas por el constante avance de esta monstruosa maquinaria. Hay quienes conspiran hacia un cambio que constituye un giro brusco hacia la esclavitud.

—¿Es decir que nos dirigimos a un mundo menos libre?

—Ten en cuenta una cosa: cuando hablamos de mundo, hablamos de modelo. En este caso de modelos económicos. Y cada modelo económico tiene varias fases. Es como un ser humano: algunos viven 80 años, otros 90 y algunos incluso viven 100. Cuando un modelo se agota, la necesidad intrínseca es crear un modelo alternativo, después otro y otro, etcétera. Pero, ¿qué pasa si el mundo se queda sin modelo? Es lo que estamos viendo ahora mismo.

La situación que estamos enfrentando hoy en día solo había pasado dos veces en los últimos 2000 años: la primera vez entre los siglos IV y VI, cuando murió el viejo Imperio romano y apareció el feudalismo, que fue poco a poco y no de una vez. Y la segunda, cuando murió el feudalismo y surgió el sistema capitalista moderno. Ahora, estamos en el año 2021 y este sistema no funciona más porque está basado en un crecimiento ilimitado que no puede existir en un planeta con recursos naturales limitados y espacios cerrados. Por primera vez, en 350 años, no tenemos un modelo para sustituir a otro modelo en su lecho de muerte. Ese vacío se está llenando con violencia extrema, con varios competidores y proyectos globales, tal como lo explico en el libro. Se hacen cada vez menos los espacios disponibles en el planeta Tierra. El modelo está agotado y con este agotamiento viene un cambio de un paradigma superior, que ofrece nuevas posibilidades de avances tecnológicos. Estamos yendo a una sociedad en la que el papel clave pasa del ser humano a la inteligencia artificial. Una nueva filosofía que no depende de nosotros, los humanos.

—Dice que ese cambio es inédito, pero parece una exageración. ¿Acaso los campesinos franceses no se sintieron igual a fines del siglo XVIII? O cualquier ciudadano del XIX ante la consolidación de la Revolución Industrial. O ya en el siglo XX frente a las dos guerras mundiales.

—Es interesante lo que planteas, pero no, porque este cambio es más profundo. Hablemos de la crisis del sistema capitalista: su período de génesis fue de mediados del siglo XV a mediados del siglo XVI, cuando comenzó la primera fase preindustrial del capitalismo, que terminó aproximadamente en la década de 1780 con tres revoluciones: Inglaterra y la revolución industrial, Francia y la revolución política y Alemania y la revolución espiritual. La respuesta a este choque, a esa explosión, fue la aparición de tres ideologías distintas en el siglo XIX: conservadurismo, liberalismo y marxismo.

Ahora, la segunda fase del capitalismo arrancó en 1789, con la Revolución francesa, y duró hasta 1914 con la Primera Guerra Mundial. Es su período como sistema, es decir, aun no había aplastado a la civilización europea como lo hizo después de la Primera Guerra Mundial. Porque una de las primeras víctimas del capitalismo es la civilización europea, gracias a la Gran Guerra. Pero, a partir de 1914, empieza la fase del capitalismo que se diferencia mucho de la que teníamos antes: ahora la guerra juega un nuevo papel, porque el capitalismo necesita expansión perpetua y esas hostilidades la llevan las potencias militares industriales.

—Claro, pero antes de 1914 hubo escenarios de conflagración similares.

—Sí, pero el problema es que ahora no hay un modelo para sustituir al capitalismo que es un modelo que está en su lecho de muerte. Y es un problema planetario, ya no se trata de países. Ya no tenemos modelo: el concepto de la democracia no existe más, ahora vienen proyectos globales.

Daniel Estulin

—¿Hasta qué punto esa división cronológica es viable? ¿No es el cambio histórico involuntario a cualquier construcción hecha por el hombre?

—Sí y podemos hablar de Francis Fukuyama, quien creía que el orden mundial final se estableció tras el colapso de la Unión Soviética, ante la democracia liberal burguesa, por lo que no habría más revoluciones en el mundo. Unos pocos años más tarde, vendría el siglo XXI y demostraría lo contrario. Fukuyama estaba equivocado. La historia no se desarrolla a través de leyes lineales sino mediante choques y crisis. Hoy en día el mundo está experimentando nuevamente estos dos enfrentamientos globales: occidente versus civilizaciones tradicionales. Un nuevo orden mundial. Pero esto no es lo importante, sino que Fukuyama no se dio cuenta de que la marca de una nueva era no es el fin de la historia sino el fin de las ideologías.

—De acuerdo. ¿Cuál es el papel de la administración Biden en esta transformación global, en comparación al gobierno de Donald Trump?

—Biden es un proyecto, al igual que lo fue Trump. Es decir, no existe un presidente de ningún país que sea independiente. Joe Biden es la cara de un proyecto liberal banquero financista. Igual que Hillary Clinton. Las personas, instituciones y entidades detrás de este hombre, al igual que los que están detrás de Clinton –estamos hablando de Hollywood y Silicon Valley, agencias de inteligencia, las burocracias de Washington DC, los financistas parasitarios, Wall Street, los medios de comunicación–, son los que están detrás de Biden.

Su problema es que no tienen un proyecto del futuro: no tienen el lenguaje para explicar lo que está pasando en el mundo. Y por lenguaje no te estoy diciendo inglés o ruso, sino el lenguaje económico para poder explicar lo que habría que hacer para salvar al mundo de la quiebra que se nos viene encima. La única opción que les queda es imprimir dinero, pero como esto no funciona y no da ningún beneficio, la otra opción es una guerra termonuclear planetaria, porque las guerras desgravan deudas de responsabilidades vía fuerza mayor. Esto ya lo han intentado y lo demostraron cuando mataron a Qasem Soleimani, matar a cuatro o cinco mil millones de personas y volver a empezar de nuevo de forma mucho más pequeña.

La gente riquísima como Bill Gates y compañía están gastando millones y millones en construir bunkers porque ellos sí entienden a donde va toda esta historia. La transformación global que estamos viviendo ahora es la lucha por definir este nuevo modelo. Y Biden no puede hacerlo porque no es una persona física, porque es un proyecto. Al igual que Trump era la cara de un proyecto alternativo, de los aislacionistas, nacionalistas e industrialistas. La forma de llevar a cabo estas filosofías varía: la de Trump era salvamos a América a costa del resto del mundo; mientras que la de Biden es salvar las finanzas mundiales a costa de Estados Unidos, como el país más importante del capitalismo.

—¿Y el papel de América Latina?

—América Latina tiene una grandísima posibilidad, después de la crisis, de convertirse en uno de los dos ejes de este resurgir poscrisis. El otro eje es el mundo euroasiático. Venezuela, por ejemplo, es el jardín del Edén en la Tierra, tiene 15 de los 17 minerales principales del mundo: petróleo, gas, coltán, espacio, posición geográfica, lo que le falta es una hoja de ruta.

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