Cine y TV

Román Chalbaud deja una valiosa obra en cine, teatro y TV, más allá de las divisiones

Su feroz militancia en el chavismo le generó muchas críticas, pero no ensombrece para nada la consistencia de su legado artístico, casi todo forjado en plena era democrática, en los años previos a la mal llamada "Quinta República".

Publicidad
Román Chalbaud, deja una obra indiscutible

Con la muerte de Román Chalbaud desaparece el último exponente vivo de la llamada Santísima Trinidad del teatro venezolano, muy apropiada denominación que acuñó ese gran maestro del periodismo cultural que fue Lorenzo Batallán. Los otros dos componentes de esta simbólica y señera expresión de lo más relevante de la dramaturgia nacional fueron José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón, fallecidos en 1995 y 2011, respectivamente.

El cineasta y dramaturgo venezolano murió este martes 12 de septiembre, a los 91 años, en su apartamento de la caraqueña urbanización de San Bernardino. La causa de su deceso no se dio a conocer, aunque desde hace algún tiempo venía sufriendo serios problemas de salud, que ameritaron su ingreso en abril de este año al Hospital de Clínicas Caracas. En esa oportunidad se hizo una campaña solicitando donantes de sangre para el paciente.

Hombre de cine, teatro y televisión

Además de en las tablas, Chalbaud desarrolló una prolífica labor en los otros dos medios en los cuales se desenvolvió destacadamente: el cine y la televisión.

En lo que se refiere al arte escénico, su legado más consistente fue El Nuevo Grupo, una institución definitiva en el desarrollo y consolidación del teatro en nuestro país. Creada el 15 de septiembre de 1967, sus principales impulsores fueron, además de Chalbaud, Isaac Chocrón y José Ignacio Cabrujas, los tres dramaturgos que más profunda huella han dejado en el arte escénico nacional.

El propósito primordial de El Nuevo Grupo era el de mantener un teatro estable, con funciones diarias a base de un repertorio de dramaturgos venezolanos y extranjeros contemporáneos y clásicos. Las tres primeras obras en su sede propia fueronTric-Trac, de Isaac Chocrón, dirigida por Román Chalbaud;Raíces, del autor inglés Arnold Wesker, con Romeo Costea como director; yFiésole, de José Ignacio Cabrujas, dirigida por su mismo autor.

El Nuevo Grupo cierra en 1988 debido a dificultades económicas, por no contar con tanto patrocinio como tuvieron al principio y durante el desarrollo del proyecto.

Román Chalbaud estaba más dedicado a su labor audiovisual, Isaac Chocrón dirigía desde 1984 la Compañía Nacional de Teatro y José Ignacio Cabrujas estaba dedicado a escribir telenovelas y fundaba el Teatro Profesional de Venezuela.

“La fuerza de la llamada Santísima Trinidad estaba distribuida en otros espacios, lamentablemente por falta de subsidios”, publicó entonces un crítico.

“Mi obra es un espejo”

Nacido el 10 de octubre de 1931, en Mérida, su infancia transcurrió en barrios populares de Caracas, de allí que estos conglomerados marginales y sus habitantes de arraigo popular fueran elementos predominantes en la mayoría de sus montajes. Su primera obra para teatro, Los adolescentes, la estrenó en 1951, a la que le siguieron, entre otros títulos importantes de su dramaturgia, Caín adolescente (1959), Sagrado y obsceno (1961), Los ángeles terribles (1967), El pez que fuma (1968) y Ratón en ferretería (1962).

En una entrevista concedida a la periodista Milagros Socorro, en 2000, citada por el portal laiguana.tv, expresó: “Yo retrato la gente. Mi obra es un espejo. Yo retrato lo que hay. No invento. Y a la gente le gusta ver mis obras de teatro y mis películas porque se ve retratada”.

Tan joven como su incursión en las tablas, fue su incorporación en 1953 a la recién nacida TV, el mismo año del surgimiento de este medio en nuestro país. Lo hizo a través del Canal 5 de la Televisora Nacional y luego en Radio Caracas Televisión, canal este último donde desarrolló una descollante actividad, primero como libretista y más tarde como director.

Chocrón, Cabrujas y Chalbaud, la «Santísima Trinidad» del teatro venezolano.

Empezó adaptando obras para la pequeña pantalla en programas de teleteatro como El cuento venezolano televisado, Teatro en el tiempo y Anecdotario, así como en las primeras telenovelas que se hacían entonces, cuyos capítulos duraban entre 15 minutos y media hora, estelarizados por estrellas del momento, como Héctor Hernández Vera, Hilda Vera, Luis Salazar, Enrique Faillace, Elvira Mayo y una muy joven Eva Moreno.

Telenovelas de ruptura

En la década de los años 70 y primeros 80, le inyectó vitalidad y un nuevo empaque al género a través de telenovelas que rompieron con los estereotipos de este tipo de melodramas, con nuevos argumentos basados en temas no abordados hasta entonces, como el divorcio y la emancipación femenina. Todo ello, a través de actuaciones más naturales, lejos de los engolados diálogos y situaciones que se estilaban hasta ese momento. Ya a esta altura de su carrera, Román Chalbaud se desempeñaba como director de dramáticos y miniseries.

En esta reactivación, denominada no muy apropiadamente, para el mercadeo publicitario, como “telenovela cultural”, participó activa y entusiastamente junto a escritores de la estatura intelectual de José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Julio César Mármol, Ibsen Martínez y Pilar Romero, entre otros.

De esta inciativa surgirían telenovelas de alto rating que dejaron huella, títulos que hoy son históricos, como La hija de Juana Crespo, La fiera, La señora de Cárdenas, Sangre azul y Estefanía. La experiencia incluyó asimismo la puesta al aire de varias obras de grandes escritores venezolanos, como Rómulo Gallegos, Guillermo Meneses y Francisco Herrera Luque, en títulos como La Trepadora,Doña Bárbara, Pobre negro,Campeones, La balandra Isabel llegó esta tarde y Boves el urogallo.

También se hicieron miniseries como La comadre, que escribió Chalbaud en coautoría con Cabrujas y Juan Carlos Gené, protagonizada por Doris Wells, en la que se considera una de las actuaciones más memorables de la legendaria y fallecida actriz. Escribió y dirigió igualmente El asesinato de Delgado Chalbaud, sobre el magnicidio del ex Presidente venezolano, donde Raúl Amundaray dejó de ser galán para tornarse primer actor.

“Eso terminó de pronto porque un día nos llamaron a Cabrujas y a mí y nos dijeron: ‘Es que ustedes son muy intelectuales’. Abrieron la puerta y apareció Arquímedes Rivero con todas las novelas de Delia Fiallo que se habían hecho en blanco y negro enVenevisión, para hacerlas en color enRctvy allí terminó la televisión cultural”, según la versión dada explícita y crudamente por Chalbaud al portal antes citado.

El cineasta venezolano más prolífico

A mediados de la década de los setenta del siglo pasado, Venezuela vive en pleno auge petrolero. Son tiempos de prosperidad económica, lo que posibilita que el Estado por fin se decida a apoyar el cine y otorgue los primeros créditos oficiales para la producción de películas, que hasta entonces se hacían con no pocos sacrificios y dificultades.

De esta forma se inicia el “boom” del cine nacional. Fue una etapa en la cual la producción no solo creció, sino que generó, mediante historias que nos tocaban muy de cerca, la identificación del público con esas cintas. Las audiencias convirtieron a muchas de ellas en auténticos éxitos de taquilla, que en ocasiones hasta superaban en recaudación al cine importado de Hollywood.

En este contexto de abundante efervescencia económica y artística, surgen títulos comoCuando quiero llorar no lloro(Mauricio Walerstein, 1973), La quema de Judas(Román Chalbaud, 1974),Soy un delincuente(Clemente de la Cerda, 1975), Crónica de un subversivo latinoamericano(Mauricio Walerstein, 1975) yJuan Vicente Gómez y su época(Manuel de Pedro, 1975). Luego, en 1977, se estrenaEl pez que fuma, uno de los más icónicos emblemas del cine venezolano, dirigido por Román Chalbaud.

El quinto largometraje de este realizador basado en una obra de su autoría (los otros fueron Caín adolescente, Sagrado y obsceno, Los ángeles terribles y Ratón en ferretería) transcurre en un burdel de un barrio del litoral guaireño, a cuyo nombre alude el título de la película, regentado por La Garza (quizás la interpretación más celebrada de esa inmensa actriz que fue Hilda Vera) y a la que muchos críticos relacionaron como una metáfora de la Venezuela de entonces.

Resultó tan contundente el impacto de esta producción, que además de ser elegida en 1987 como “la mejor película venezolana de todos los tiempos”, 40 años después fue objeto de un documental titulado Un país llamado El pez que fuma, que se estrenó en noviembre del año pasado.

Alejandro Picó, su joven director, disecciona esta emblemática obra a través de testimonios inéditos de Chalbaud y de varios de sus actores, entre ellos Orlando Urdaneta, Miguelángel Landa, Haydée Balza y Pilar Romero, así como también del director de fotografía César Bolívar, el crítico Rodolfo Izaguirre, el dramaturgo Ibrahim Guerra y el director cinematográfico Thaelman Urguelles. El resultado es un entretenido y muy ilustrativo espectáculo en torno a la significación de este título del más prolífico de nuestros realizadores, con 23 películas en su haber.

El estreno de Un país llamado El pez que fuma, en octubre pasado, en el Trasnocho Cultural, además de muy concurrido, contó con la presencia de Román Chalbaud, en una de sus últimas apariciones públicas. Cuando hizo su entrada al recinto, recibió una sonora salva de aplausos. Muchos de los asistentes, entre los que predominaban, hay que decirlo, opositores al régimen, lo saludaron con calidez y otros con auténtica devoción.

La ocasión fuemás que propicia para rendirle un merecido homenaje al dramaturgo, cineasta y hombre de TV por su eminente trayectoria, que le valió en 1984 el Premio Nacional de Teatro y en 1990 el Premio Nacional de cine. Por encima de las diferencias políticas, producto de sus simpatías con el régimen, se le rindió allí el tributo que ciertamente merecía por buena parte del país cultural presente allí esa noche.

Ese es el ánimo que nos mueve al escribir este resumen de su trayectoria. De evaluar sus actitudes y opiniones, algunas ciertamente controversiales y hasta cuestionables, se encargará el tiempo, cuando decante lo que haya que decantar. El momento es para honrar a un creador cuya obra, en líneas generales, merece respeto y reconocimiento por encima de cualquier contingencia.

En este sentido, sólo habría que decir que aunque su militancia en el chavismo le generó no pocas críticas, debido a algunas polémicas declaraciones y actitudes en defensa del régimen, esto no ensombrece para nada la consistencia de su legado artístico, casi todo forjado en los años previos a la llamada Quinta República, en plena era democrática.

Sobre este aspecto, solo basta agregar lo reseñado por el periodista Clodovaldo Hernández para laiguana.tv, citando que “hace algún tiempo, un periodista le preguntó a Chalbaud si no le molestaba que lo consideraran el cineasta de la revolución, y él respondió con el mismo desparpajo de sus personajes de pensión ruidosa: ‘No, yo orgullosísimo, soy un militante y creo en este proceso. Cuando digo que doy la vida muchos dicen: ‘¡ah, ese viejo no sabe ni agarrar un fusil!’, pero a mí no me importa lo que digan; a mí lo que me importa es defender las cosas en las cuales siempre he creído’”.

Uno de los creadores audiovisuales que más recibió apoyo financiero e institucional en la era democrática, Román Chalbaud llegó a afirmar durante el chavismo que fue un perseguido político. En sus últimas décadas militó en el chavismo radical, lo que no borra el valor de sus principales obras del pasado.
En el programa de José Vicente Rangel dijo que en Venezuela no hay dictadura. Foto cortesía Televen.
Publicidad
Publicidad