Cine y TV

"The Fabelmans" y "Bardo", dos versiones de una misma historia

Steven Spielberg y Alejandro González Iñarritú decidieron contar sus historias. Hacerlo, en el medio que les resulta natural y el que les brinda la oportunidad de convertir a los recuerdos en arte. ¿Es el 2022 el año que abre las puertas a un nuevo cine biográfico? Ambos realizadores, al menos, dan el primer paso para que lo sea

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En «The Fabelman»s (2022), Steven Spielberg cuenta una fábula. Sammy (interpretado por Mateo Zoryan y después, por Gabriel LaBelle), sueña con el cine. Pero no solo como una aspiración vocacional. Para este niño, hijo de una maestra de piano y un inventor pragmático, el arte lo es todo. Es la vida fuera de las ventanas, los sueños en su mente asombrada. Es, también, la posibilidad del futuro. Sammy acaba de enamorarse del cine.

Hacerlo con toda la pasión de sus cándidos ocho años. Lo que no sabe, es que esa pasión — imperecedera y profunda — está a punto de cambiar la historia del séptimo arte. De traer una versión sobre el entretenimiento y la maravilla que será parte de un hito en una industria en la que los cambios ocurren con lentitud y no siempre, de manera benigna.

Pero en el mundo de Spielberg, el ámbito de lo cinematográfico moldea la realidad. Por lo que Sammy va a comenzar un trayecto que le llevará a la autorrealización. Mucho más, le brindará la oportunidad de comprender su capacidad creativa como algo más que un juego o una audacia visual. Sammy, tomará todas sus ideas y esperanzas para llegar más allá. Para ir incluso a la frontera del mito y de la realidad. «¿Sabes que significa el horizonte?», le dirá después John Ford (un espléndido David Lynch). «Todo lo que esperas que el cine pueda ser».

La película es, quizás, una de las biografías más atípicas del cine contemporáneo. Con cierto aire a las grandes obras de Fellini — enormes y llenas de sensibilidad — »The Fabelmans» es, por supuesto, la historia de Spielberg. Su sueño más profundo, la mirada total del realizador, clave para entender el cine en nuestra época sobre el mundo y el evento cinematográfico como espectáculo. Pero Spielberg no desea que «The Falbelmans» sea una forma de autogratificación cercana a la egolatría. El film es pura magia, la maravilla de Sammy por el cine como portento. Un espejo en que la cultura pop actual puede mirarse y sacar conclusiones sobre su trascendencia e importancia.

El 2022 ha sido el año de lo biográfico con dos obras que atraviesan caminos semejantes. Incluso una tercera, «Armageddon Time», en la que James Gray recuerda a su infancia desde la ingenuidad. De pronto, el cine se convirtió en un álbum de memorias vivas. Un poderoso recorrido a través de todas las miradas hacia el tiempo y el legado de la historia personalísima.

Resulta casi asombroso que el fenómeno ocurra en el mismo año en que Annie Ernaux obtuvo el premio Nobel de Literatura. La escritora, que convirtió su vida en parte de una consistente obra, es el reflejo de una época que se relata a sí misma. Que se mira a través de múltiples reflejos elaborados a partir de la memoria fallida. Lo mismo ocurre con Spielberg y también con Gonzalez Iñarritú. De pronto, la capacidad artística es un renglón de lo amplio, hermoso y sustancial de la vida como inspiración artística. Un recorrido a través de estratos desconocidos de la mente y el espíritu.

De México y para México, conamor

Es evidente que a Alejandro González Iñarritú le obsesiona el mentalenguaje. Al menos, lo suficiente como para que haya un hilo conductor entre las referencias y su forma de relatar historias. Lo hizo en «Birdman» y el resultado fue deslumbrante, extraño e incómodo. Ahora, ese elemento es mucho más evidente que nunca en «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», su película más atípica. A mitad de camino entre la biografía y a la vez, del recorrido del tiempo personal, la película es un experimento narrativo. También, una obra inclasificable que se sostiene de puntos singulares y al final, no siempre acertados.

Silverio (Daniel Giménez Cacho) es una figura prominente en Hollywood. Un documentalista de renombre con más de dos décadas en Los Ángeles y convertido símbolo del periodismo mexicano fuera de sus fronteras. No obstante, no todo es sencillo para este personaje que va de un lado a otro, en medio de crisis de conciencia.

Mucho más, cuando recibe un reconocimiento que no cree merecer y le recuerda su lugar de origen. Es entonces cuando «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», se convierte en un extraño terreno de especulaciones. Se separa de un relato formal sobre un hombre roto por su pasado y aspiraciones para llegar a otro estrato. Al mismo tiempo, para recorrer un sitio desconocido en la mente del personaje. La película actúa como un escenario en que todo puede ser real y a la vez ficticio. Iñarritú cuenta su historia, pero también, lo que imagina de ella. Lo que desea de ella. Lo que sublima y degrada a través de la incomodidad de la memoria.

La gran película autobiográfica de González Iñarritú es un experimento arriesgado. Tanto en la forma como en el sentido de abarcar su vida como una serie de piezas desordenadas. Este no es un homenaje simbólico al estilo «Los Fabelmans» de Steven Spielberg. Tampoco, un recorrido sincero como «Armageddon Time» de James Gray. Hay mucho de un sentido práctico y rudimentario de la memoria como artefacto artístico.

También, de la ejecución de la idea de lo que la memoria puede ser para el artista. Entre ambas cosas, «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», es un ingenioso experimento que, en algunos puntos pierde solidez. Particularmente, cuando intenta ser algo más que un conjunto de ideas que se entremezclan entre sí para narrar un núcleo que no está del todo claro.

La vida, la muerte, la trascendencia

Tanto Spielberg como Iñarritú aspiran a la esperanza y a lo trascendente. «The Fabelmans» y Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, son piezas asombrosas de algo más profundo y duradero. Cuando el cine es memoria. ¿Es también registro? ¿Es un diálogo amoroso entre dos fragmentos de un arte más amplio? Ninguno de los directores responde a las preguntas. Lo que sí deja claro, es que ambas una celebración a lo íntimo. Al cine sublimado en belleza. Quizás, el mayor obsequio que la industria pueda recibir en un año como el 2022, rodeado de polémica y de producciones de baja calidad. La convicción que lo cinematográfico es algo más que espectáculo y que, sin duda, tiene mucho de recorrido a través de los puntos invisibles que nos hace ser, simplemente humanos.

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