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"Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo" no es la mejor película del año, y tú lo sabes

Se llevó el Oscar a la Mejor película, un honor que parece motivado por varias razones distintas a la calidad de la producción. ¿Qué busca la Academia con esta jugada en torno a un filme que aun teniendo virtudes posiblemente sus desaciertos sean mayores?

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El día después de la premiación de los premios Oscar, suele ser una jornada de reflexión acerca del resultado del cuadro de honor. Pero en específico, sobre qué tanto merecía la ganadora al máximo galardón de la ceremonia, la estatuilla. El año pasado, “CODA” de Sian Heder, desconcertó al público -y a buena parte de los asistentes al teatro Dolby- al alzarse como Mejor película del año. La selección de una película cuyo mayor atributo era ser lo suficientemente inofensiva como para no irritar sensibilidades, molestó. Sin embargo, este año, el punto es todavía más crítico.

La gran ganadora de la 95ª ceremonia de los Premios Oscar resultó ser “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” de los Daniels, un dúo de realizadores con apenas dos películas a cuestas.

La historia de una heroína imprevisible que viaja por el tiempo y el espacio para salvar a su familia, venció a“Los Fabelman”, de Steven Spielberg; superó a la épica antibelicista de Edward Berger, “Sin novedad en el frente”; y se impuso ante ese prodigio de incorrección que es “Tár”, de Todd Field.

¿Merecía siete estatuillas un argumento inconsistente, llamativo y en ocasiones disparatado? Vayamos más allá del hecho de que sea una excentricidad narrativa con un elenco de lujo: ¿podía un guion incapaz de competir con la solidez de las andanzas de la Lidya Tár o con la pulcritud de “Los espíritus de la isla” triunfar de una forma tan total?

La respuesta es incómoda. Porque sí, podía ganar, pero bajo determinadas condiciones y ninguna es del todo justa. Mucho menos, ceñida al criterio básico de selección que debería primar: calidad real. La cinta de los Daniels es solo un reclamo de los tiempos que corren y no la mejor película del año y acá van 5 argumentos para explicarlo.

1) Es un ensayo de ciencia ficción que ya fue

Nadie lo duda: “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” es un crisol étnico, dedicada a la generación Tiktoker y que disfruta con ser subversiva. Eso está bien, pero no la hace la mejor película del año. Mucho más cuando su premisa — las posibilidades de realidades alternativas combinada con una historia acerca de la predestinación — ya llegó antes al cine en docenas de ocasiones. Y mejor contada, por si eso no fuera suficiente.

“Matrix” reinventó el género de la ciencia ficción en 1999. Basado en premisas más complejas como el libro “Paprika” de Yasutaka Tsutsui y “El Neuromancer” de William Gibson, las hermanas Wachowsky crearon una versión consumible sobre la realidad desdoblada. A eso agregaron filosofía, preguntas existencialistas, religión y simbolismo. El resultado fue una cinta que marcó un hito en todo ámbito posible… Menos en la lista de nominadas a Mejor película de ese año, en el que brilló por su ausencia.

“Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” intenta hacer lo mismo, pero la pirueta narrativa es un salto fallido a ninguna parte. La historia familiar se queda corta en comparación a la mezcla apresurada e incomprensible de planos superpuestos para justificar los vaivenes de su protagonista, Evelyn (Michelle Yeoh) a través del tiempo y las dimensiones físicas. No está mal para ser un experimento a gran escala, pero no es una propuesta sólida que sostenga un Oscar.

La película tiene indudables bondades, pero la coherencia no es una de ellas, lograda solo a fuerza del cuarto de edición y a la buena voluntad del espectador. Tampoco tiene el poder de realmente conjugar en un único escenario todo tipo de matices de la ciencia ficción dura que desea construir. Lo hace a medias: más sensiblera que precisa, es un conjunto de piezas rotas que de vez en cuando aciertan en su configuración.

2) La Academia solo busca conectar con otras audiencias

El Oscar se hizo so old y eso todos los sabemos. Tanto, que la frase se convirtió en un malicioso hashtag durante las últimas semanas. Cuando se revisa la opinión de tuiteros, Tiktokers y demás usuarios de redes sociales, la conclusión es una: a la nueva generación no le interesan en absoluto los vaivenes de la Academia. Mucho menos sus espectáculos acartonados y artificiosos, humor tedioso y una ceremonia de casi cinco horas sin otro entretenimiento que ver a desconocidos, desfilar por el escenario para agradecer a padres, madres e hijos en rápida sucesión por el premio que sostienen.

Pero no es solamente del conocimiento colectivo la progresiva decrepitud del Oscar. También lo saben los mismos miembros de los gremios votantes y los organizadores del evento. De modo que la gran solución parece ser acercar al público rebelde… Con una propuesta “subversiva”. Una que incluye dedos de salchichas, viajes en el tiempo a realidades alternativas con rocas con ojos, monstruos que terminan por ser hijas pródigas. Todo, con una estética de video de tres minutos y cortes furiosos que recuerdan más a los experimentos que a diario inundan las redes sociales.

“Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” es el movimiento más agresivo del Oscar por captar audiencia. Y no solo joven: también a las segundas generaciones de inmigrantes, a los amantes de Marvel que adoran el multiverso, a toda la audiencia que ignora olímpicamente al Oscar cada año. Esta vez, la película que creó retos masivos, que se volvió viral, que se comentó en reseñas de medio minuto, está en el escenario. Y se escogió por encima de cualquier consideración técnica porque era necesario hacerlo así.

¿Es triste? ¿Es exagerado? Sí, pero el Oscar necesita sobrevivir. Y este podría ser su movimiento más evidente para lograrlo. ¿Eso hace a la obra de los Daniels la mejor del año? No y todos lo sabemos. Y a juzgar por su discurso, incluso los realizadores están conscientes de eso.

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Michelle Yeoh con su Oscar, en el Dolby Theatre el 12 de marzo (Frederic J. Brown / AFP)

3) Envía un mensaje que la misma Academia olvidará el año próximo

Michelle Yeoh tiene sesenta años y Jamie Lee Curtis acaba de cumplir sesenta y cuatro. Ambas ganaron su respectiva estatuilla. Y ambas dijeron en el escenario que “a su edad” habían renunciado a sus sueños, pero “que no había que abandonarlos”. Lo que deja claro la tercera razón de peso para premiar a “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” como mejor película.

Durante la última década Hollywood ha sido criticado por la discriminación por edad. Las actrices de más de cuarenta terminan siendo las eternas madres cinematográficas, mientras sus carreras languidecen en medio de preguntas acerca de su continuidad en el tiempo. Tampoco hay mucha oportunidad detrás de las cámaras. Sarah Polley dirigió la asombrosa “Ellas hablan” solo para ver a su cinta y al extraordinario elenco que la conforma ser ignoradas por los vetustos miembros de la Academia.

Así que premiar a Yeoh y a Curtis es también una declaración de intenciones. Ni es la mejor actuación de ninguna, ni mucho menos: la cinta de los Daniels no hace otra cosa que recalcar, en un tedioso subrayado, lo que está a la vista. Esta es una película que rompe esquemas, que no tiene en cuenta la edad de sus protagonistas, a la que no le importan sus arrugas o cabellos blancos. ¡Vaya qué contemporáneos y arriesgados que somos!

Claro, que nadie se toma la molestia de preguntarse por qué “Buena suerte, Leo Grande” fue ignorada en toda categoría posible. Por qué Emma Thompson fue ninguneada en toda temporada de premios, después de atreverse a un desnudo maduro cuando eso parece horrorizar a los ejecutivos de Hollywood. ¿Por qué Curtis sí y Thompson no?

No hay respuestas para eso. Pero lo cierto es que “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” intentó demostrar que Hollywood no es “lo que era” y que hay una revolución en puertas. Hasta el año que viene, que probablemente lo olvidará.

4) Los regresos adorables son engañosos

Todos recordamos a Jonathan Ken Quan en “Indiana Jones y el Templo de la perdición” y en “Goonies”. Todos nos alegramos al verle volver al cine de grandes vuelos. Y sin duda, todos nos secamos una lagrimita cuando abrazó a Harrison Ford en el momento estelar de la noche, con una flamante estatuilla como mejor actor de reparto en las manos. Pero la redención (y tuvimos dos en la noche, si contamos a Brendan Fraser), no hace que la película sea la mejor o su actuación más allá que un acto coreográfico.

¿Parece injusto? No lo es, cuando se piensa en que Quan tiene una destacada carrera como doble de acción y que una vez en el plató de la película de los Daniels se limitó a mostrar sus habilidades de forma inteligente. Pero ¿qué ocurre con la intuitiva actuación de Brian Tyree Henry en “Causewauy”? La cinta, otra de las grandes ignoradas de la noche, tiene un trasfondo elocuente acerca de la solidaridad, el poder emocional y la ternura en medio de situaciones dolorosas. Algo que Henry crea a partir de gestos y una asombrosa economía de movimientos. Un homenaje a los hombres y mujeres con discapacidad desde la sutileza.

Pero el actor, que viene de menos a más y que tiene una gran carrera por delante, no parece ser tan llamativo como Quan, que de un salto pasó de ser un niño estrella olvidado a la figura de moda. ¿Eso apuntala al guion de “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo”? No solo no lo hace, sino que deja claro que esta proeza de edición, montaje y música, depende de la capacidad para impresionar y conmover antes que la de relatar una buena historia.

5) La ciencia ficción merecía un mejor trato

“Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo” es la primera película de ciencia ficción en ganar el mayor galardón del Oscar. Pero no por falta de opciones previas. A la ausencia de “Matrix”, se suma el ninguneo de “2001 Odisea en el espacio” de Stanley Kubrick, “Interestelar” de Christopher Nolan y “Arrival” de Denis Villeneuve. Todas opciones mejor escritas, dirigidas y con un apartado visual más pulcro que el festival de pequeños errores de congruencia de los Daniels.

Nadie niega que la gran ganadora de la noche es un riesgo. Lo es y en cualquier otro ámbito, merece un éxito rotundo. Llevar el género a lugares nuevos es una proeza. No se diga, hacerlo en términos novedosos y hasta disparatados. Pero la cinta carece de la suficiente solidez para competir con el ensamblado narrativo cuidadoso de “Los Fabelman” o la cuestión sobre el negrísimo humor de “Los espíritus de la isla”. Por no mencionar la plenitud en desarrollo e inteligente mirada a la cultura contemporánea de “El triángulo de la tristeza”. ¿Por qué un género es mejor que otro?

En realidad, la pregunta es más dura, ¿por qué Hollywood utiliza los géneros para apuntalar sus pequeños triunfos de discurso? ¿Por qué ahora sí es válido y posible premiar a la ciencia ficción, cuando antes fue menospreciada e ignorada?

Los amantes de la ciencia ficción podrán sentir alivio porque la última puerta cerrada de las grandes nominaciones se abrió para un género poderoso. Pero eso no hace a “Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo”, la película que debió abrirlas. El punto caliente de una ceremonia que se celebró a sí misma sin disimulo alguno.

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