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Amorebieta, el principio o el fin

Por una carta, como solían terminar los novios de las novelas de hace dos siglos, se despide uno de los jugadores que más rápido ha pasado del odio al amor. Aquellos que lo detestaron por rechazar en un principio a la Vinotinto terminaron por acompañarle en su grito contra Argentina. Es el segundo que le da la espalda al proceso de Noel Sanvicente luego del retiro de Juan Arango.

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Fernando Amorebieta renunció a la selección el mismo día que George Best cumplía 10 años de fallecido. “No mueran como yo”, dijo el exjugador del Manchester United, cuando su trágico final por los excesos del alcohol era inminente, apenas a los 59 años. La frase está a kilómetros de distancia de aquellas que le hicieron célebre como un incorregible bebedor y amante. Por si es de los que desconoce la colección de sentencias egocéntricas, aquí va una de ellas: “Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo, iba a tener una difícil elección. Afortunadamente he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”.

La humildad no es una característica de los futbolistas. Los hay más y menos. Los que se detienen para una foto y los que siguen su camino. Aunque la vida de un profesional del balompié es corta, lo que hace o deja de hacer en la cancha puede recordarse siempre. De un golazo a un penal fallado. Ante esos extremos, es completamente normal que el momento supere a la inteligencia y las decisiones se tomen desde el estómago. Las idas y venidas de un genio como Riquelme son un  buen ejemplo.

Nadie recordará a Amorebieta como el mejor jugador que ha pasado por la Vinotinto. En la retina, sin embargo, aún vibra su golazo contra la albiceleste y su celebración a lo Tardelli. Su llamado fue una solución puntual a un problema grande que tenía Venezuela con los defensas centrales. César Farías tuvo el tino de insistir y Vicente Del Bosque facilitó el trabajo al marginarlo de la selección española.

Pero el Amorebieta de hoy no es el de ayer. No es el jugador sub 19 que formaba parte de la selección que se tituló en Suiza, y que pintaba para central de La Roja. Tampoco el subcampeón de Copa del Rey (2009 y 2012), Supercopa de España (2012) y Europa League (2012) con el Athletic de Bilbao. Después de su salida al fútbol inglés, su retroceso fue evidente. Entre lesiones, descensos y poca confianza de sus entrenadores, su estrella se fue apagando. Al punto que sus otros clubes, Fullham y Middlesbrough, nos suenan igual aun cuando se escriben diferente. En su descargo, como suele ocurrir en la selección criolla, aún en su versión menos próspera, era regular y necesaria su presencia debido a la experiencia internacional y la inexistente competitividad local. Al menos eso parecía hasta que el evitable pisotón contra Perú en Copa América y el desgano en aquella pelota contra Brasil en el inicio de las eliminatorias, demostraron que su cuerpo y mente estaban en otro lado.

El otro español

Amorebieta debutó en septiembre de 2011. Cuatro años ha durado su enamoramiento con la Vinotinto. O, al menos, su identificación con el proceso. Su despedida, en una carta, coincide con el protagonismo de dos jugadores que tampoco tenían en su sangre el sueño de representar a Venezuela: Jeffren Suárez y Christian Santos. Si hoy me preguntaran, ante esa frágil relación que parece tener Noel Sanvicente con sus dirigidos, quiénes estarán en las próximas convocatorias, no dudaría en nombrarlos. Resumen, por lo visto en la cancha, lo que el estratega quiere.

Así como Amorebieta convenció al país con un golazo, el compromiso que mostró el exjugador del Barcelona contra Paraguay borró cualquier duda que se albergara sobre su deseo de jugar con Venezuela. En el caso de Santos, él mismo se encargó de hacerse un hueco en el 11 a punta de silencio y sacrificio. ¿Acaso no es eso lo que desea cualquier entrenador? Es un ejemplo vivo de aquello que en el Liceo nos explicaron como Mayeútica; ese largo proceso para dar a luz lo mejor, tras el insistente cuestionamiento.

¿Es el fin o solo el comienzo?

¿Se anunciarán nuevas deserciones? ¿Es la salida de Amorebieta el inicio de una nueva crisis? Si se lee con detención la misiva del nacido en Cantaura, se infiere que esperaba que Noel Sanvicente no fuera ratificado. Eso lo entendemos cuando el jugador pide no ser convocado mientras esté al mando la actual dirigencia, que representa Laureano González y continúe el estratega nacional. Alberga, entonces, una esperanza de que esto cambie. El problema es, en síntesis, con ellos dos.

¿Cuál es la molestia con este entrenador? Que no se consigan resultados sería demasiado obvio y bajo esa excusa, todos los jugadores deberían haber entregado su renuncia. No deja de ser sospechoso que le anteceda a este adiós una supuesta lesión que nunca terminó de aclararse. Borrarse de una convocatoria no es un acto extraño, en Argentina trabajaron con ese tema luego de que Higuaín se declarara cansado y pidiera licencia para ausentarse de un partido en Estados Unidos. Messi sí viajó y –según varios diarios- a Mascherano le disgustó la situación, porque si alguien puede pedir permiso por nunca parar es Leo.

El tema pareciera pasar por la falta de confianza. Si bien otras voces, empezando por la confirmación de Laureano, añaden el tema de la falta de dinero para cancelar diferentes compromisos, como premios y viáticos. Quitándole peso al tema monetario, es obvio que mucho tendrá que mejorar el diálogo entre Sanvicente y los jugadores para evitar otras despedidas de peso incalculable. Con el respaldo de la FVF, el estratega está obligado a elaborar un discurso de integración que no puede ni debe venir de las tripas. En lugar de señalarlos, debe encontrar en las raíces de su formación la manera de llevar a cabo todo lo que en algún momento contagió en otros equipos. No es una tarea fácil. Y mucho tendrá que ver en esto el equipo de sicólogos y comunicadores que tenga alrededor. “Chita” solo no podrá con esta tarea y un buen ejemplo fue su terrible discurso luego de la caída ante Ecuador.

Una de mis frases preferidas de Yoda, ahora que regresa la fiebre de las Guerra de las Galaxias, no es la más famosa que todos recitan, sino esta: “Para vencer a un enemigo, no tienen que matarlo. Derroten la rabia que hay en él, y su enemigo no será más. La ira el verdadero enemigo es”.

El enemigo de Sanvicente –y es lo más triste de esto- no está en el campo contrario y tampoco viste otro color diferente al Vinotinto.

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