Con un fluido español, el productor Jeremy Kleiner, ganador del Óscar por 12 años de esclavitud, conversó con El Estímulo, vía telefónica, sobre su más reciente éxito cinematográfico: La gran apuesta.
“Invito al público a ver la película, aunque los eventos sean dentro de Estados Unidos, es una historia completamente global, sobre una crisis que ha afectado a muchísima gente en todo el mundo”, es el resumen que Kleiner, Vicepresidente de Plan B, la empresa productora de Brad Pitt, hace sobre La gran apuesta, nominada a Mejor Película, Director (Adam McKay), Actor de reparto (Christian Bale), Edición y Guión adaptado.
La película (en inglés, The Big Short) toma matices de la comedia y el documental para hablar sobre el drama que previno y sucedió la burbuja económica, en 2008, que ocasionó la ola de ventas de hipotecas basura en Estados Unidos.
La crisis, que conllevó al quiebre de grandes bancos, fondos de inversionistas y la pérdida de miles de empleos y propiedades familiares, se cuenta dentro de un género que poco puede definirse, que incluye complejos términos financieros (aunque te los explique Margot Robbie dentro de una bañera con espuma) y las excepcionales actuaciones de Bale, Brad Pitt, Steve Carrell y hasta Ryan Gosling.
Los eventos sobre los que se desarrolla la película son caóticos y el ensamblaje de toda la historia, cómo se va sumando los personajes, también tiene algo de caótico. El ritmo es muy rápido, las cámaras desenfocan, abundan los nombres de firmas e inversionistas… pero no se sienta aturdido si se pierde por un momento entre tanta información, la trama lo irá guiando para que termine de entender todo lo que está pasando.
Cuando la vivienda se cree el mercado más seguro de la economía (porque “¿quién no paga su hipoteca?”), los bancos y corredores empiezan a aprobar, indiscriminadamente y sin garantías de solvencia, créditos hipotecarios, muchos de ellos mal calificados como inversiones no riesgosas. Las instituciones financieras, los medios y el gobierno se niegan a admitir un inminente colapso de la economía por la burbuja especulativa inmobiliaria, mientras un ex neurólogo habilidoso con los números (Bale) nota la futura caída de mercado y empieza la apuesta multimillonaria contra las entidades de crédito, para beneficiarse cuando los impagos de los créditos se masifiquen.
–¿Por qué hacer esta película justo ahora?
–Pues ha sido un proceso, para nosotros, un poco crítico –señala Kleiner al otro lado del teléfono. Al principio hemos leído ese libro impresionante (homónimo) de Michael Lewis, que parte de ese mercado tan oscuro y del que sabía muy poca gente. Hemos trabajado con Charles Randolph (guionista), él leyó muchísimas cosas, hizo una gran investigación. Teníamos un guión que nos encantó, pero faltaba el director perfecto. Luego de un año, algo así, la película estaba moribunda, esperando. Nos llamó Alan McKay, que para el mundo exterior parece una persona muy extraña para esta materia, pero para nosotros no fue así.
–A Adam, de hecho, se le conoce mucho por su trabajo en comedia (Ant-Man, Anchorman)
–Sí, pero para cuando nos llamó, los socios dijimos que somos estúpidos, que cómo no lo habíamos pensado antes. En 2014 empezó a hacer su versión y empezamos a rodar en marzo de 2015.
–Es una película que tiene muchos tecnicismos y términos que quizás no son familiares para quienes no vieron explotar la burbuja desde adentro. ¿Cómo crees que lo tome el público? ¿Habrá quien no la entienda?
–Pues yo creo que el vocabulario sí es bastante técnico y complejo, pero creo que es comprensible, y que aún si no se entiende cada detalle, igual se entiende el movimiento básico: que había gente tomando riesgos grandísimos, presentando estas acciones como si no tuvieran riesgo, basado en la idea de que las casas, por alguna razón, era algo muy seguro. Y que además había fallas en la regulación y una falta de prosecución, de justicia para proteger al público, y entonces estos eventos pueden reocurrir.
–¿Entonces la película es una advertencia para el futuro, es una cruzada contra el capitalismo, es solo un retrato de un momento, o cómo la concibieron?
–Pues creo que lo que estamos haciendo es decir y mostrar la complejidad de esas acciones económicas, y que si algo es muy complejo, y no puede entenderlo, es posible que haya algo de peligro en esto. También creo que entender el pasado es muy importante, y aún no hay un consenso sobre qué ocurrió en 2008. Esta es una visión muy interesante.
–Cambiaron el nombre de algunos de los involucrados, pero no el de Michael Burry, por ejemplo, ¿tuvieron algún problema para usar la imagen de personas e instituciones reales que se vieron involucradas?
–Eso es muy típico, a algunas personas les importa más ser nombradas que a otras. La gente se ha interesado por si ha habido censura, pero no, hemos tenido mucha libertad para hacer la película.
–Considerando que son hechos de la vida real, ¿cómo ves la dualidad o ambigüedad moral del ser humano de frente a oportunidades económicas?
–Pues, así es el mundo real. Hay una complejidad al integrar la ética con perseguir el dinero y eso es lo que crea una especie de tensión en la película. Yo creo que esa ambigüedad es precisamente el punto de conexión con el público, y que se trate de un caso de la vida real. Eso es lo más interesante y que rompe reglas de la película. Mucha gente nos ha dicho que es una película que abre los ojos, que es honesta, que tiene una ingenuidad que no le miente a la gente.
–Hacer de esto una comedia dramática, los desenfoques de cámara, usar imágenes reales para ubicar el tiempo, involucrar a personajes como Anthony Bourdain o Selena Gómez, ¿es para darle un respiro a tanta angustia?
–Sí, creo que es una especie de espacio para respirar, imaginando un espacio en el que la cultura popular sería un foco de información saludable, en vez de ser una distracción para la gente.
–¿Cómo se preparan para el Oscar?
–Estamos trabajando, intentando que el mayor número de personas pueda ver la película. Es mucho más trabajar, que ir a darse masajes –se ríe-. Nos gusta así.