En The Walking Dead el villano llegó con el mazo dando

Fue un capítulo brutal, sádico y crudo. El estreno de la séptima temporada de The Walking Dead fue un festín de sangre y violencia, y de dolor. Entre los personajes y sus historias y entre los televidentes que han seguido el programa desde hace más de un lustro relacionándose con uno de los pocos personajes originales que aún quedaba en pantalla.

Hubo que esperar para resolver el misterio de quién sería la víctima de «Lucille», el bate aliñado de Negan (Jeffrey Dean Morgan). Primero Abraham, luego Glenn. Un juego de sombras y espejos para quienes conocen la historia de los cómics (además en la entrega 100), donde el asiático cae brutalmente golpeado por el nuevo gran villano, con todo y el ojo explotado.

En televisión es habitual que las historias se adapten. En la historieta de The Walking Dead hay varios personajes que no han muerto como se vio en la pantalla, y otros que lo hicieron antes o después. Por eso la muerte de «Abe» es un guiño de los guionistas a esos fanáticos. «¿Creían que no mataríamos a Glenn?», pareciera ser el mensaje para los encariñados con un personaje querido. Y vaya que lo mataron.

La suerte, hasta ahora, había acompañado al personaje. El único con una historia de amor bien llevada dentro del apocalipsis zombi, Glenn fue evolucionando hasta convertirse en uno de los más eficientes combatientes de los no muertos: rápido, sagaz, preciso, sin miedo (o con la dosis justa). Y la muerte le venía respirando en la nuca, como cuando Nicholas se suicida y lo arrastra a las manos de los «comecerebros» solo para que su cadáver le sirviera de escudo, o antes cuando estuvo a punto de ser comido en la puerta rotatoria donde Noah fue la víctima ante un sorprendido, asqueado y dolido Glenn. La muerte llama tres veces.

Otra decisión de los productores fue estética. Quizá este ha sido el episodio más sangriento de toda la serie, ya no con respecto a zombis siendo descuartizados, sino humanos vivos siendo masacrados a batazos, con vísceras colgando, sangre salpicando y primeros planos de todo ello. Ya hay críticos que lo califican como innecesario. Pero The Walking Dead busca cómo ser relevante, cómo impactar a una audiencia que ha venido siguiendo historias de zombis con su propio spinoff, Fear The Walking Dead, que, a la luz de este episodio, vuelve a parecer un programa para principiantes.

Claro que el misterio de quién muere en ese episodio estreno ha ido generando críticas -y aplausos- en su manejo narrativo. Varios portales especializados notaron el tiempo que pasa entre la primera imagen y la primera revelación: 20 minutos, dos cortes comerciales. Quizá demasiado mantener el interés sin abusar de quienes han esperado respuestas durante meses, o justamente la manera de exprimirlo al máximo. De hecho, en la pasada Comic Con, la actriz Lauren Cohan (Maggie) lloró al hablar sobre la séptima temporada y agradecer el acompañamiento durante tantos años. Muchos asumieron que ella reconocía así que saldría del programa… ¿Era viable matar a batazos a una mujer embarazada en televisión?

En la carrera por el villano más malvado, donde Cersei Lannister y su hijo Joffrey tienen preeminencia últimamente, Negan compite por un ganado primer lugar. Su brutalidad física, emocional y psicológica hace que El Gobernador y otros antagonistas de temporadas anteriores de The Walking Dead parezcan hasta irrelevantes. Es el personaje interpretado por Jeffrey Dean Morgan el encargado de hacer resurgir las emociones -rabia, dolor, asco, odio- y captar para siempre al público fiel y quizá a nuevos espectadores. Su estrategia de hacerlo «con el mazo dando» vuelve a servir como paralelismo hiperbolizado de la realidad venezolana: te golpeo, te maltrato, te amenazo, te hago vulnerable para también salvarte, hasta hacerte sumiso.

The Walking Dead tendrá ocho capítulos este 2016 hasta diciembre, en la primera parte de esta séptima temporada, para retomar la historia en febrero de 2017.