Deportes

No carguemos a los jóvenes con nuestras frustraciones

La juventud no es un valor que se superponga a otros en la valoración de los futbolistas. De hecho, es en las edades tempranas cuando el desconocimiento de la dinámica propia del juego cobra mayor protagonismo. Pero como en toda actividad, existen sus excepciones: futbolistas precoces que transitan el camino del aprendizaje a velocidades superiores que sus pares. Aún así, hay que dejarlos ser; deben seguir su propio ritmo y no responder a las exigencias de aquellos que viven de urgencia en urgencia.

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Foto de archivo de Jefferson Savarino
Foto: Zulia FC

En el proceso de aprendizaje existe una materia de difícil comprensión por la carga emocional que conlleva, y no es otra que el manejo de la derrota. Quien alguna vez ha competido sabe que en el deporte se pierde más de lo que se gana, y sólo quienes aprendan de las caídas obtendrán las pistas que los acercarán a la cima. El deportista debe manejar el escenario de la derrota, que es mucho más complejo que saludar el triunfo del rival; el fracaso es una posibilidad, pero bien entendido ofrece la oportunidad de rebelarse.

Esa oposición no tiene que ver exclusivamente con la voluntad de triunfar en el próximo duelo; existe también un aspecto importantísimo en el desarrollo del atleta: el manejo de la adversidad. Manel Estiarte, campeón olímpico de waterpolo, explica en el libro «Pep Guardiola: La Metamorfosis«, de Martí Perarnau, una particular teoría de su autoría:

Mi tesis, y no pretendo que sea ninguna teoría universal, es que los equipos grandes, los muy grandes, se han acostumbrado tanto a ganar que no conciben estar perdiendo. En baloncesto, en fútbol, en balonmano, en cualquier deporte de equipo. No les ocurre a todos ni les ocurre siempre, pero veo muchas coincidencias, demasiadas. Tengo la impresión que los equipos grandes no están acostumbrados a perder, no tienen en sus planes el concepto de una derrota, sobre todo cuando son favoritos. Y basta con que el rival, por la razón que sea, porque está muy fino o porque tú estás espeso, se te adelante un poco en el marcador para que te hundas. Y no se salva nadie. Repasa lo que ha sucedido en el fútbol en los últimos años. Mira unos ejemplos: el Barça de Pep se adelanta en el Bernabéu y acaba ganando al Madrid por 2-6; otra vez el Barça de Pep se enfrenta al Madrid de Mourinho, que era un equipo formidable, y le barre por 5-0; hay muchos ejemplos parecidos en Inglaterra; o aquí en Alemania, el Dortmund de Klopp gana la final de Copa al Bayern de Heynckes por 5-2 sin dejarle levantar la cabeza; el Bayern de Heynckes derrota al Barça de Messi, Xavi e Iniesta por 7-0; el Madrid de Ancelotti nos barre a nosotros el año pasado aquí en Múnich por 4-0; Alemania destroza por 7-1 a Brasil en su casa”.

Estiarte, que supo caer derrotado antes de alcanzar el olimpo, se refiere a las conductas de los equipos, pero su hipótesis puede trasladarse perfectamente al plano individual, es decir, a la capacidad de reacción y adaptación de un futbolista acostumbrado a ser el héroe, a que las luces y la prensa se vayan con él, y que, como decía anteriormente, enfrenta por primera vez altibajos naturales que afectan su rendimiento.

Pongamos el ejemplo de Jefferson Savarino. El futbolista zuliano se ha convertido en la referencia del Zulia FC a punta de goles y pases gol. Con apenas 20 años, ha conquistado a la afición y a la prensa, a tal punto que existen pedidos para que ocupe un puesto como titular en la selección nacional de mayores.

Esos mismos medios de comunicación, al igual que hicieron con Ronald Vargas, Alejandro Guerra, Pedro Ramírez, Juan Pablo Añor, Rómulo Otero y Yeferson Soteldo, por nombrar los casos más recientes, desconocieron el espíritu colectivo del fútbol para vender una idea falsa, aquella que responsabiliza a un solo futbolista por los triunfos de su equipo, olvidando que en los deportes grupales no hay héroes sino trabajo en equipo.

Más allá de promover un errada concepción de este deporte, tantos halagos son difíciles de manejar, más aún cuando el receptor es un futbolista con poca experiencia, y que todavía debe recorrer importantes etapas de su formación como la de desarrollar respuestas a los momentos en los que su rendimiento no es el deseado.

Allí está el caso de Soteldo. El pequeño pero talentoso jugador no pudo escapar a la realidad de su equipo en este semestre, siendo quizá uno de los futbolistas que más vio caer su productividad. Esta situación debe ser aprovechada por el volante, considerado la gran figura de los triunfos recientes de su club, para crecer y no caer en la melancolía de glorias recientes. En otras palabras, debe madurar a partir de las frustraciones, hacerse un mejor futbolista.

Más adelante, en el mismo libro, Estiarte profundiza sobre su teoría:

Si ganas y ganas y tu trayectoria es imparable, te sientes imbatible, te sientes genial, disfrutas y estás feliz, pero quizá resulta que dentro de las propias victorias está el germen de la derrota, porque estás haciendo mal algunas cosas. Quizá son pequeñas cosas, pequeños detalles que no impiden que ganes los partidos, pero que están ahí. Y no te fijas en ellos, ni siquiera el entrenador se fija en esos pequeños déficits que tienes… En cambio, si de pronto te dan un puñetazo en la cara y te tumban, pero no te eliminan, quizá te están haciendo un gran favor, porque entonces suenan todas las alarmas. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué problemas tenemos, qué defectos, qué carencias? ¿Qué estamos haciendo mal? Y todos se ponen las pilas: el entrenador, los jugadores, el cuerpo técnico, los analistas, todos, todos. Ya no hay brindis, ni alegría, ni celebraciones y nadie se burla de nadie. De pronto, todo es de color rojo. Alarma. ¿Qué nos está pasando? Y los sentidos se te agudizan y focalizas rápidamente dónde están las manchas oscuras y cómo lo puedes remediar… Yo no digo que haya que forzar eso, que haya que forzar una derrota. Lo que digo es que a veces sencillamente sucede. Estás sobre la ola y te desmontan de un puñetazo. Y ese puñetazo muchas veces es providencial porque conduce a la reflexión colectiva, une más al grupo, señala los puntos débiles y refuerza los objetivos. Estamos mal, nos han tumbado, estamos a un paso de la eliminación, ya no somos favoritos, somos inferiores…”

Esa lista de jugadores que mencionaba anteriormente, los mismos a los que de una manera u otra les hemos exigido equivocadamente que nos salven, no hace sino confirmar que al futbolista hay que permitirle que desarrolle sus habilidades según sus propios ritmos. ¿Cuánto le costó a Guerra salir al extranjero para vivir su magnífico presente? ¿Cuánto bien le hubiese hecho a Ramírez quedarse un par de años más en el país antes de salir al exterior? Y si la euforia ajena lo permite, ¿no sería importante dejar que Savarino sea Savarino y no lo que los demás proyectamos?

Toda esta histeria que aquí describo no hace más que atentar contra el normal desarrollo de nuestros jóvenes jugadores. Por alguna razón hemos confundido la gimnasia con la magnesia, convirtiendo el elogio situacional en una carga para muchachos que apenas pisan la segunda década de existencia, y que aún deben enfrentarse con las distintas caras de la competencia.

Claro que la presencia de todos estos valores, sumados a Reiner Castro, Yangel Herrera, Jan Hurtado, Renzo Zambrano y muchos otros más, emociona al público y lo hace soñar con un porvenir distinto al presente. Pero quemar al joven, pensando que por su irreverencia ya está capacitado para asumir excesivas responsabilidades puede ser el principio de su estancamiento.

Para poder ganar, a veces necesitas sufrir una derrota dura y sangrar. Porque la sangre te hace reaccionar”. Manel Estiarte

Esto sólo se consigue con el tiempo, ese que nos ayuda a recordar las viejas batallas perdidas y las claves para levantarse.

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