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Navidad sin los tuyos: lo que hace la diáspora

Quienes se vieron forzados a emigrar y quienes se quedaron solos lo viven a diario: el peso de la nostalgia. Y se hace mayor por estas fechas: Navidad, el fin de un año tan duro, tan diferente, en el que además se hace tan difícil buscar el abrazo de los parientes

Navidad
Ilustraciones: Daniel Hernández
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El venezolano de hoy tiene el corazón partido en dos. O más. Unos se fueron con la esperanza de conseguir un lugar mejor para poder tener un poco de lo que ya no tenían: la calidad de vida que se perdió desde que el chavismo empezó a dividir hogares y destruir más la economía. Otros se quedaron solos aquí porque por muchas razones lo impidieron. Ya están próximas las fechas de Navidad y año nuevo y son los momentos donde nuestros paisanos añoran más la compañía de sus seres queridos y que por la diáspora ahora mezclada con la pandemia, hacen mucho más necesario y añorado el encuentro.

Marcelino Arrieta tiene 50 años y es oriundo de Carapita, una barriada del oeste de Caracas. Salió de Venezuela caminando a Perú. Pensaba que tendría suerte como otros y se arriesgó a irse de la manera más ligera posible: solo un bolso y 50 dólares en billetes de 10 y 5.

La provisión de sánduches que llevó se le acabó cuando apenas estaba en Cúcuta. Fue una larga travesía caminando kilómetro tras kilómetro acompañado de otros paisanos.

A Ecuador pudo llegar en bus. Pero el verdadero trajín lo hizo desde Ecuador hasta Perú. Llegó hambriento y tostado por el sol. Agotado como estaba, llegó a la casa donde vive alquilado un sobrino y allí estuvo dos días hasta que su pariente lo llevó a una empresa para que trabajara como vigilante nocturno.

Aguanta allí desde entonces con la esperanza de conseguir algo mejor. Ahora vive solo en una habitación por la que paga 450 soles al mes. No le gusta ser vigilante, pero lo que gana le alcanza para enviarle dinero a su esposa y a sus dos hijas, una de 16 y la otra más pequeña de 11. Cuando se fue, se llevó fotos de ellas tipo carnet en la cartera y las tiene puestas en el espejo de su cuarto.

Por ahora debe quedarse en ese trabajo, aburrido. En Caracas era vendedor de electrodomésticos y tenía la habilidad de conversar mucho con sus clientes. Hoy debe cuidar de espacios empresariales que están solos de noche. Le toca trabajar la guardia del 31 de diciembre y el primero de enero y eso lo tiene triste. No estás con su mujer e hijas, pero al menos tiene la seguridad de que ellas están comiendo regularmente desde que llegó a Lima.

“Estar solo aquí es muy duro. Trato de no comer cosas en la calle para no gastar y así poder mandar más dinero a mis mujeres. Sin embargo, soy vigilante de noche, el frío es intenso porque no apagan la luz de la empresa ni el aire acondicionado. Puedo tolerar este frío y también restringir cosas que me gustaría comer, lo que no tolero mucho es el hecho de pasar un fin de año sin el abrazo de mi familia”.

Navidad

Vanessa no se fue por hambre, se fue porque estaba harta de la Venezuela de hoy, de no poder salir de noche, de no poder hacer lo que quería.

Esta mujer de 25 años, vendió su carro, un vehículo que le compró su papá antes de graduarse de comunicadora social en la UCAB, pero un día fue asaltada violentamente antes de llegar a la universidad y eso fue suficiente para planificar irse.

Ya tenía cierto dominio del alemán y el inglés y en 2018 se fue a Hamburgo. Para sus padres fue preocupante que se fuera sola, pero ella quiso afrontar el reto. Logró conseguir empleo en un restaurante latino y tenía planes de montar un emprendiendo de arepas en la ciudad. Pero llegó la pandemia y sus ahorros solo alcanzaron para mantenerse unos meses y seguir en el mismo lugar hasta que las cosas mejoren.

Vanessa Torres se siente sola. Lamenta mucho que exista esta gran descomposición social y económica en Venezuela porque extraña a su familia, las visitas a casa de sus abuelos y sus comidas. Para Vanessa, Alemania es un país de gran nivel. Limpio, ordenado, con una economía estable y mucho civismo, pero no tiene su calor de hogar. No piensa volver hasta que salgan Maduro y su socialismo. Ahora mismo le toca pensar cómo planificar su Navidad y fin de año sin la familia. Tiene nuevos amigos y agradece por eso, pero le hacen mucha falta sus compañeros de la universidad. Y su perro que quedó en casa.

«Él empezó a destruir nuestra Navidad»

Mientras Vanessa y Marcelino se fueron del país por la misma situación-país, aunque por casos diferentes, muchos venezolanos se han quedado solos en su propia tierra. La diáspora logró fracturar la unión familiar. Y el chavismo fue el principal culpable, así dicen ellos, porque si no hubiera llegado esta catástrofe sociopolítica la situación sería diferente para ellos. Y para todos.

De este gobierno destructor se lamenta Micaela Rondón. Es madre, tiene 75 años y está sola en Venezuela. Tuvo 3 hijos, una hembra y dos varones. Los varones se casaron hace muchos años ya y se fueron marchando. Luis Alberto, el mayor, está en Panamá. Héctor, el segundo, está en Argentina porque no le gustó el panorama que había en Panamá cuando empezó la xenofobia.

Fue Nancy quien se quedó más tiempo con Micaela. Nancy es la niña de sus ojos, la menor de los tres. Se fue con su novio a España antes de la cuarentena y ahora Micaela está sola. En lo económico no está mal. A pesar de que ya ninguno está, no la desamparan.

Su hijo mayor desea llevársela a Panamá, pero Micaela no está muy ganada a la idea. Son muchos años viviendo en Guatire y no quiere dejar la casa sola, tampoco la quiere vender porque fue la casa que le hizo su esposo. Hasta ahora sale sola a hacer sus compras y va en las mañanas con su perro a caminar el pueblo arriba y retorna a casa antes de que el sol se ponga más picante.

Algunas vecinas la visitan, pero no es frecuente. La ausencia de sus hijos no es ocupada por otras personas.

Navidad

El WhatsApp es la manera más llevadera para comunicarse con ellos. Las últimas dos navidades han sido muy duras: «Aun en tiempos de crisis económica en Guatire hay parrandas de aguinaldos, las de Parapeto son las mejores! Podrías distraer la situación del país con un poco de pueblo, pero ahora estando sola ya ni eso se disfruta igual. Me queda tener en la sala todas las fotos que pueda tener de los hijos para entender que están bien y no les falta nada y que su trabajo en el exterior me da de comer a mí también».

En Caucaguita, a 38 kilómetros de dónde vive Micaela, está el señor Goyo Domínguez. Para él la Navidad no es la misma desde que mandan «Chávez y su gente»: “Sí mijo, así es. Desde que Hugo Chávez se montó en Miraflores las navidades ya no son como yo las recuerdo. Él empezó a destruir nuestra Navidad. La gente no se acuerda, pero  yo sí”.

Goyo Domínguez es el mecánico más popular de la calle Marín de Turumo, Caucaguita.

Navidad

“Antes, si no viajabas a casa de un familiar del interior, ellos venían a la tuya, no tenían por qué traer comida, con lo que había en la casa se comía bien. Los vecinos compartían lo que tenían y en familia se compartía, pero Chávez con su habladera dividió a las familias, las enfrentó. No es ahora que no hay Navidad por Nicolás Maduro, eso viene de mucho antes y ahora estamos peor. Ni arreglando cuatro carros a la semana puedo hacer un mercado completo. Mis hijos se fueron para Colombia, yo no les pido nada porque sé que ellos también están pasando trabajo y quisiera que se vengan a casa, algo comemos», dice Gregorio Domínguez.

“Mi mujer murió de cáncer hace 4 años y eso enfrió más mi ánimo de recibir el año nuevo. Me quedo escuchando música, pero realmente es solo para recordar buenos momentos. Si mis hijos no están, no hay un fin de año feliz tampoco. Ahora puedes ver cómo los vecinos se encierran en sus casas para pasar sus fechas con modestia y no sé lo que es intercambiar una hallaca con un vecino. De vaina me pude comer una hallaca el año pasado”.

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