Educación

Tareas dirigidas: el barrio invierte para compensar fallos de la educación pública

En zonas populares brota de manera espontánea un sistema educativo alternativo, más eficiente. Surge de la desidia y el abandono, y se genera del encuentro entre la demanda de los padres, la vocación de enseñanza y la necesidad económica de docentes emprendedoras. Investigadores de la ONG “Un Estado de Derecho” fueron a Petare para empezar a descifrar las pistas de este fenómeno en un proyecto que abarcará otras localidades y regiones del país

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Un grupo de investigadores agrupados en la asociación académica independiente, “Un Estado de Derecho” (UED) se fue a Petare, el barrio popular más grande de Caracas, para indagar cómo frente a una crisis tan severa puede sobrevivir el interés por la educación, por el conocimiento de los niños y adolescentes y salir adelante en un país de pocas opciones.

Esa audacia de ir “tras las pistas de un fenómeno” les permitió encontrar que, en efecto, parte de la comunidad, superando la violencia, la ausencia de servicios regulares de agua potable, los cortes de luz casi diarios y el difícil acceso a Internet, hace esfuerzos inimaginables para que sus hijos estudien y superen el deterioro y las adversidades que están sufriendo.

Además, esa población suele vivir bajo el terror de las bandas criminales que se disputan el control de la zona. Hace poco tiempo, uno de sus barrios fue escenario de una batalla armada entre bandas rivales sin que las autoridades policiales pudieran enfrentarlas.

Es en ese contexto -adicional a la crisis de la educación pública- donde los padres y la comunidad docente han encontrado vías para que la educación renazca frente a la desidia y el desinterés estatal por una educación de calidad.

Las barriadas de Petare han desarrollado las “tareas dirigidas” como fórmula para dar respuesta a la necesidad por aprender y no quedarse paralizados ante el deterioro del sistema formal de la escuela pública.

Aunque la crisis educativa pública arrastra un proceso agudo de deterioro, la crisis se agravó cuando en marzo de 2020, con la llegada de la pandemia el gobierno suspendió las clases para promover un mecanismo virtual a distancia que difícilmente podía funcionar en un país cuya dotación de computadoras y tablets está limitada a 24% y 8% de la población de referencia, respectivamente, y su disponibilidad en el hogar está claramente diferenciada según la condición de pobreza. Lo más común es contar con un celular por familia con conexión a Internet: eso es lo que indica la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2021 de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

Las clases paralelas

Con el regreso a clases presenciales, los investigadores encontraron que se han extendido en las barriadas las tareas dirigidas con docentes, en horas adicionales de las clases regulares, en sus casas o lugares habilitados para hacerlo.

Donde todos veían tareas dirigidas los investigadores percibieron algo más: El estudio reveló que cerca de 40% de los escolares de esta parroquia caraqueña, acude a estos servicios, ofrecidos por educadores de su propia comunidad, todas mujeres. Y de acuerdo con la evidencia obtenida, consisten en algo más que dirigir tareas y compensar debilidades.

Entre los testimonios recogidos se encontraron con niños de hasta 12 y 14 años que aún no habían aprendido a leer y a escribir; condición que más tarde sería superada con estas clases dirigidas “privadas a bajo costo”.

Los investigadores comenzaron sus encuestas en los alrededores del casco histórico de Petare, que es un área de gran confluencia de sus habitantes. El estudio se hizo entre octubre y noviembre de 2021, y para ello fueron entrevistados de forma directa 458 padres y representantes con niños de entre 6 y 16 años que estudian en esa zona.

Un dato inicial es que la mayoría de los entrevistados fueron mujeres (78%) frente a 22% de hombres. La muestra representó a 692 niños, de los cuales 496 estudian en Petare y 196 en zonas aledañas. La mayoría (64%) estaba cursando estudios en escuelas públicas, 23% en escuelas privadas y 13% en privadas subvencionadas de bajo costo.

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En los centros alternativos de Petare carecen de conexión a internet y falta de útiles escolares

La pesquisa interdisciplinaria fue dirigida por Antonio Canova, abogado constitucionalista, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), catedrático de postgrado de la Universidad Francisco Marroquín y director general de la UED; junto con Klaus Jaffe, químico, profesor emérito y coordinador del Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad Simón Bolívar (USB). Los resultados fueron presentados el pasado lunes 2 de mayo.

Canova y Jaffe subrayaron que si bien se trata de una primera aproximación empírica, de alcance modesto, con la cual la UED arranca el proyecto que han denominado “El bello árbol Venezuela” -este, en particular, es su fase «El bello árbol Petare»- describe una realidad cada vez más patente: la casi inexistencia del proceso educativo oficial y, por el otro, el surgimiento de un orden espontáneo, no planificado, de personas resolviendo sus problemas por sí mismas.

40% busca las tareas dirigidas

Al preguntar de qué manera, distinta a la formal, educan a sus hijos, se consiguió que 39% paga tareas dirigidas; 38% no recurre a ninguna; 19% se vale de reforzamiento en casa; 3% contrata clases particulares y 1% aprovecha contenidos de Internet. Al sumar tareas dirigidas con clases particulares, se aprecia que 42% de las familias petareñas se esfuerzan económicamente en la educación de sus hijos. A pesar de la severa crisis económica del país los investigadores identificaron un patrón en el pago por estos servicios con un promedio de 4 dólares semanales.

“Estos resultados muestran una situación que amerita ser estudiada con mayor profundidad y sobre todo desde una perspectiva amplia, distinta a la tradicional. Estamos viendo que un porcentaje grueso de familias pobres, cuyos hijos van a escuelas públicas, en teoría gratuitas, hacen el enorme esfuerzo de pagar, adicional a lo que gastan para mantenerse en el sistema oficial, cerca de 20 dólares mensuales por servicios de enseñanza particular. La respuesta a la pregunta de por qué lo hacen luce tan obvia como el estado de la educación en Venezuela. Detrás de esta obviedad hay una serie de manifestaciones emergentes que no deben ser ignoradas ni mucho menos despreciadas”, señala Canova.

En manos de ellas

La segunda fase de la investigación consistió en encuestar a quienes ofrecen el servicio de tareas dirigidas. Para ello fueron entrevistadas 62 educadoras (todas mujeres) dedicadas a esto en Petare. Se incluyeron 14 docentes agrupadas en “Descargando Futuro” una red de casas de tareas dirigidas articulada en mayo de 2021 por la organización “Zona de Descarga”, artífice de los conciertos y otras actividades realizadas en las platabandas petareñas. Durante octubre y noviembre de 2021, la UED realizó varios talleres presenciales con ellas, y otros actores educativos locales.

Llamó la atención en la investigación que las educadoras, aunque ofrecen “tareas dirigidas”, realmente conciben estas actividades como centros pedagógicos, unidades de enseñanza comunitaria, escuelitas; lo cual refleja la intención, en algunos casos más intuitiva que razonada, de ser consideradas prestadoras de un servicio profesional individualizado más allá del mero apoyo en los deberes escolares.

La mitad de estas maestras trabaja en tareas dirigidas desde antes del inicio de la pandemia. El otro 50% comenzó después de marzo de 2020 y casi dos terceras partes de estas docentes trabajan también en instituciones educativas formales. De ellas, 63% lo hace en instituciones públicas, 32% en colegios privados y 5% en privadas subvencionadas. Se les preguntó qué las impulsó a ofrecer el servicio. La opción “deber vocacional” arrojó 34%, mientras que la “demanda de los padres” y “necesidad de ingresos adicionales” obtuvieron 33%.

No todo es por los ingresos

Los investigadores de «El bello árbol Petare» resaltaron durante la conferencia sobre los resultados que, a pesar de que muchas de estas docentes iniciaron estas clases dirigidas por razones de sobrevivencia, como le ocurre a la mayoría de los trabajadores venezolanos (75% de pobreza), los vínculos con la comunidad y el deterioro de la escuela pública los motivó a buscar opciones para ayudar a los niños. Un ejemplo de ello es el crecimiento de algunos de estos centros independientes que cuentan con hasta 40 niños. Pero, de ellos, un porcentaje recibe clases gratuitas porque sus padres no tienen cómo pagar la cuota. 68% de estos centros alternativos de enseñanza se encuentran en las casas de las maestras, con un promedio de 13 niños por cada centro. Un punto a destacar es que 4% de esos niños no se encuentran en ningún sistema formal escolarizado.

Las docentes cobran entre 1 y 5 dólares semanales a cada alumno. “Se muestran visiblemente incómodas, apenadas, casi contrariadas, cuando se les pone en el caso de referirse a lo que devengan por su trabajo particular. Se esfuerzan excesivamente en justificar ese cobro, lo cual evidencia cuán estigmatizada está la idea del lucro y cuánto nos toca hacer para defender la plena habilitación moral, el legítimo derecho de nuestros docentes, a obtener una remuneración digna por su labor”, explica María José España, quien proviene de Petare, estudió en una escuela subvencionada (Fe y Alegría), se graduó en la UCAB gracias a una beca y ahora es una destacada integrante del equipo de investigadores.

España destacó que 81% de las entrevistadas tienen formación docente, algunas hasta de cuarto nivel. Resaltó que 82% de las educadoras dan facilidades económicas a los padres de escasos recursos y 48% de ellas exoneran totalmente a quienes no puedan pagarles; es decir, otorgan becas completas. Una maestra tiene 14 becados y otra 13, por ejemplo, a pesar de que para 53% de las docentes encuestadas, el servicio que ofrecen representa su principal fuente de ingresos. Los cálculos muestran que el promedio semanal de sus ingresos es de 34 dólares, para un promedio mensual de 135 dólares.

Es de resaltar que durante el período de realización de estas encuestas, el docente de máxima categoría en el sistema público venezolano (más de 20 años de servicio y postgrados) devengaba un sueldo base de 11 dólares, que con varios bonos gubernamentales puede llegar a 65 dólares al mes.

Las docentes ponen sus casas

En Petare Sur se localizan 45% de las casas de tareas dirigidas identificadas por el estudio: El Nazareno, Maca, La Planada, San Blas, entre otros, considerados los más vulnerables, socioeconómicamente, de la parroquia. En Petare Norte, barrios emblemáticos como José Félix Ribas y La Agricultura, se ubican 39% de los centros. En el Casco Histórico, percibido por los petareños como una zona privilegiada, se ubican 10%.

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Las docentes comunitarias atienden a escolares de distintas edades

En el estudio la mayoría de las encuestadas mostró satisfacción por su emprendimiento en contraste con el poco incentivo que obtienen en sus empleos formales en las escuelas públicas.

En espera de certificación

Un aspecto que aspiran a resolver estas docentes que ofrecen tareas dirigidas es que las competencias y aprendizajes de sus alumnos puedan ser certificadas por un sistema independiente, no gubernamental.

En otros países donde han brotado fenómenos parecidos, se han conseguido soluciones para certificar el conocimiento. Esta tendencia global se inclina cada vez más hacia sistemas de acreditaciones independientes. En Venezuela se está trabajando en esa dirección para primaria, bachillerato y educación superior.

Libertad para escoger

El estudio de la UED concluye que nos encontramos a las puertas de una revolución del conocimiento, por lo cual la velocidad de las tecnologías y los descubrimientos sobre los procesos de aprendizaje nos sitúan frente a un nuevo paradigma educativo. Para favorecer la innovación, signo del nuevo tiempo, tres tendencias parecen indispensables: ensayos de alternativas emergentes; competencias entre distintas opciones; y sobre todo, libertad de las familias para escoger la educación más adecuada para sus hijos.

Sostiene la investigación de la UED que el nuevo paradigma de las políticas públicas educativas se perfila sobre el desmontaje del “Estado docente” como único gestor y la descentralización de los servicios de enseñanza. La opción de vales o cheques escolares, subsidios directos a la demanda, que ha sido implementada con éxito en varios países, debe ser considerada.

La incertidumbre por educarse

En los últimos 8 años Venezuela ha estado perdiendo a su juventud. Durante la crisis, la población joven entre 15 y 29 años se redujo en un millón de jóvenes en comparación con 2013.

La población juvenil actual es de 6 millones 817 mil, según la Encuesta Nacional sobre Juventud 2021 (ENJUVE 2021), del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB. El estudio reflejó que la población entre 15 y 19 años se redujo en 38%; entre 20 y 24 años 32% y entre 25 y 29 años 30%. La mayoría de estos jóvenes forman parte de la diáspora venezolana (6 millones) según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la segunda más grande del mundo.

En el terreno educativo la ENJUVE 2021 registró que, en los dos últimos años, entre 2020 y 2021, en pandemia y crisis de movilidad y humanitaria, 821 mil jóvenes entre 15 y 19 años dejaron de estudiar. Antes de la pandemia, de 2015 a 2020, 313 mil jóvenes entre 15 y 19 años abandonaron la escuela. La deserción escolar se suma a la incertidumbre que afecta especialmente a los jóvenes de estratos bajos.

El futuro de la formación educativa pareciera ahora depender del esfuerzo de las comunidades que buscan su propio camino.

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