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Las Tejerías: dos especialistas explican por qué ocurrió el deslave

¿Qué pasó realmente en Las Tejerías? ¿Es la misma situación que ocurrió en Vargas en 1999? ¿Se podía prevenir el desastre? ¿Qué acciones se deberían tomar tras la tragedia? José María De Viana y Feliciano De Santis, dos especialistas en fenómenos geológicos, responden estas y otras preguntas en la nota

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La tragedia de Las Tejerías tiene precedentes: El Limón (1987) y Vargas (1999). Los tres desastres ocurrieron bajo las mismas condiciones: días continuos de lluvias, elevación del caudal de ríos y quebradas y de súbito, una ola que arrastra rocas, troncos y todo lo que esté en el camino.

El Estímulo consultó a los profesores José María De Viana, ingeniero civil, expresidente de Hidrocapital y profesor de la UCAB, y Feliciano De Santis, ingeniero especialista en amenazas geológicas, para responder algunas preguntas sobre estos lamentables acontecimientos.

¿Cómo se generó el fenómeno?

En Tejerías lo que ocurrió se conoce como colada de barro o deslave, algo totalmente diferente a la creciente de uno o varios ríos. El profesor José De Viana indica que es un fenómeno que ocurre porque el suelo de una cuenca hidrológica se satura con las lluvias continuas y se va desestabilizando hasta colapsar.

“Esto ocurre cuando llueve durante 15 días seguidos, incluso de forma intermitente, y luego cae una tormenta que termina de darle un golpe al suelo. Entonces, se produce un movimiento de agua con barro, como si fuera la erupción de un volcán y desde la pendiente baja un río de barro cargado de material sólido”, explica.

Además, resalta: “Este es un fenómeno geológico, muy asociado al evento hidrológico por la forma en que llueve; es decir, no funciona si llueve unos pocos días. Si llueve unos pocos días, lo que puede haber es una creciente”.

Feliciano De Santis, ingeniero y especialista en amenazas geológicas, señala que son eventos que ocurren cada 500 años con esa agresividad. En Tejerías, según De Viana, no había ocurrido en esa misma cantidad de tiempo, pero resalta que ya había pasado en la cuenca del río El Limón, que es prima de las cinco que se activaron en zonas cercanas del municipio Santos Michelena del estado Aragua.

¿Son necesarias en la naturaleza las coladas de barro?

Sí, De Santis explica que es un proceso natural y cíclico porque evita que crezcan las cordilleras (montañas) del país.

“La cordillera de Venezuela, la andina y la de la costa, están constantemente en crecimiento por la dinámica de la tectónica de placas. Hay un proceso que contrarresta ese crecimiento, que son los de erosión y meteorización. Estos hacen que se produzca un aplanamiento de la cordillera y ese material es lanzado a través de la quebrada hacia la parte baja que son las cuencas”.

¿Cuándo inicia el proceso? Cuando comienza a llover porque todos esos sedimentos, que están contenidos en la cuenca, se desprenden y generan las coladas: troncos, rocas y cualquier material queda envuelto en lodo y agua y arrastra todo a su paso.

Sin embargo, De Santis resalta: “Es un proceso totalmente natural, que garantiza que la cordillera no crezca infinitamente. Es como un proceso de compensación. Esa es realmente la esencia de esto que esta pasando”.

¿Dónde está el problema con las coladas de barro?

El profesor De Santis dice: “El problema es que cuando llegan esos aludes a la parte baja, que provienen de la parte alta de la cordillera, se consiguen con unas quebradas disminuidas en sección. Son quebradas que, naturalmente, tienen un ancho de 30 o 40 metros y cuando llegan a la zona urbana están reducidas a tres metros. Cuando ese flujo llega, se consigue con una reducción de su cauce y ocupa los laterales donde hay viviendas. Ahí es donde se inicia la tragedia”.

Destaca: “El proceso se inicia en las partes altas como algo natural y llega a la partes bajas como una tragedia, pero es porque sencillamente la gente ha ocupado esos espacios que son los canales que utiliza la naturaleza para bajar sedimentos. Pero el proceso es natural y necesario porque si no pasara, la cordillera ahorita tuviera 13 mil metros de altura”.

José De Viana explica que las coladas de barro son graves porque arrastran barro y rocas, que en movimiento, tienen mucha energía. La violencia del flujo depende de las pendientes: “El inicio es lento, se comienza moviendo medio metro por segundo, pero a medida que toma la pendiente puede llegar a velocidades más altas”.

Feliciano De Santis señala que la velocidad puede ir entre 60 y 80 kilómetros por hora: “Son como 100 camiones bajando a esa velocidad al mismo tiempo”.

¿Se podía prevenir lo de Las Tejerías?

Sí. Según explica el profesor De Viana, existen sistemas de prevención desarrollados en países donde las coladas de barro ocurren frecuentemente (Japón o la costa del pacífico de Estados Unidos), pero la principal señal para estar alerta son las lluvias.

“Hay medidores de lluvia en tiempo real que tienen unas alarmas y van alertando a la gente. Transmiten vía satélite las 24 horas del día”.

Es importante porque lo más característico “es el fenómeno de lluvias seguidas durante 15 días: se acumula el agua, la lluvia es intermitente y comienza una primera alerta. La alerta de deslaves viene de la lluvia, antes de que se desborde”.

Aclara también que en las cuencas largas, como el río El Limón, hay sensores que detectan las coladas de barro en las partes elevadas. Esos sistemas se instalaron en colaboración con japoneses para generar alertas tempranas además de medir los milímetros de lluvia.

Pero hay opciones más avanzadas: “En los sistemas más desarrollados ponemos unas guayas subterráneas y cuando comienzan a moverse en las cuencas altas el barro, se rompen las guayas y en ese momento sí hay una alarma definitiva que es la evacuación”.

¿Cuál es la diferencia con respecto a la tragedia de Vargas?

Lo que ocurrió en Tejerías es lo mismo que sucedió en Vargas en 1999, solo que en menor proporción. Feliciano De Santis detalla que en Vargas, en lugar de cinco quebradas, se activaron 51 o más, es decir, casi todas las cuencas empezaron a fluir en conjunto.

Es esa la razón -junto a la densidad poblacional- por la cual el desastre y el número de muertos fue más elevado.

¿Por qué no se trata de un problema de deforestación?

En redes sociales se difundió la idea de que el daño por la tragedia venía por la deforestación en las quebradas, pero De Santis lo niega: “Dentro de la quebrada no tendría que haber ni siquiera árboles. Debe estar limpia, lo que sí deberían reforestar son los laterales».

¿Por qué no deberían haber árboles? «Porque los árboles van aumentar los flujos y la quebrada tiene que estar limpia. Sin piedras, sin basura, sin árboles porque en la medida en que venga algo, esos árboles van a ocasionar más daños».

¿Está ocurriendo este fenómeno en otros estados?

Sí, pero con daños menores. Feliciano De Santis tiene reportes de Táchira, Mérida y Trujillo. Sin embargo, el profesor cree que Venezuela es un país resiliente cuando se trata de estos procesos geológicos: «(…) las tablas que yo manejo de manuales internacionales dicen que, después de 400 o 300 mm de lluvia acumulada en los últimos 15 días, cualquier lluvia que venga de 20 o 30 mm puede producir colapso hidráulico. En el caso venezolano, yo he visto que se necesitan más bien mucho más milímetros de lluvia, hasta en eso tenemos algo de suerte, porque se da un poquito más tarde». 

¿Qué debería pasar ahora?

Más allá de crear un sistema de prevención ante procesos geológicos, ambos expertos coinciden en que debe hacerse un despeje de quebradas.

El profesor Feliciano De Santis advierte: “Hay que diferenciar lo que es el proceso de lo que es la tragedia. Son dos cosas diferentes. El proceso es natural, sano para el planeta y el país, pero la tragedia se da con la interacción de la gente, porque ocupan los espacios que corresponden a esos procesos. Yo me niego a usar el término amenaza natural porque la naturaleza no amenaza, son procesos que tienen una razón de ser y ayudan a preservar el planeta. Si tú respetas las distancias y ordenas el territorio, puedes perfectamente convivir y no ocurrirían estas cosas”.

Los dos especialistas detallan que son acciones conocidas, especialmente tras la tragedia de Vargas.

En el estado costero se hizo un despeje de quebradas a raíz de la tragedia. Además, en la quebrada La Zorra y el río Grande, que generaron la colada de barro más importante se hicieron obras para, en caso de otro evento futuro, mitigar daños.

“Allá se construyeron unas presas de rastrillo… Hay unas obras que son preventivas y otra de mitigación, es decir que yo puedo construir unas obras y si volviera a ocurrir ese fenómeno no sería tan grave. Las que son preventivas tienen que ver con identificar sitios en los que ya no se construyen más viviendas”.

Para ambos, ahí radica el problema: a pesar de los esfuerzos del inicio, en Vargas vuelven a crecer los caseríos cerca de ríos y quebradas, y la situación se extiende por todo el país.

“Ya tú te asomas y ves gente que se empieza a arrimar otra vez a la quebrada en Vargas. Es un problema multivariable. Los políticos, en el fondo, son la respuesta de la misma población porque ellos son parte de ella (…) no nos atrevemos a decirle a la población que se están mudando a una quebrada, ni somos capaces de eliminar o demoler la vivienda precaria porque consideramos que es un atropello contra los derechos humanos”, expresa Feliciano De Santis.

¿Qué papel tiene el Estado ante este tipo de eventos geológicos?

“Una vez que ocurre una cosa de estas hay que investigar y continuar investigando para que no vuelva a ocurrir”, dice José María De Viana: «En Venezuela hemos tenido muy poca memoria. Se nos olvidan las cosas a los 15 días y no seguimos haciendo lo que hay que hacer. Lo mejor que uno puede hacer por las personas que murieron es que esas vidas no sean en vano, sino que lo que a ellos les pasó nos permita aprender más por si se volviera a repetir el fenómeno en esa cuenca o en otra”.

Feliciano de Santis se va hacia lo técnico: “Hay que ser estricto, hay que sacar a la gente de las quebradas. La gente no lo acepta porque es nuestra realidad socioeconómica, pero tarde o temprano la factura viene y el Estado tiene que gastar mucha plata en restituir y reparar esos desastres”.

Continúa: “Lo peor, a veces, es que el Estado es cómplice porque va a las quebradas y les hace los servicios públicos. Eso es un crimen. Yo lo que digo es que no se permita más. Lo que ya está se debe tratar poco a poco, ya que es mucha la población. Ellos están en vulnerabilidad. Sin vocación del Estado y sin un incremento en el proceso educativo de la gente, no podremos evitar estas tragedias”.

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