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La detención de los 33: las consecuencias de repetir el discurso policial

En el pasado, el fiscal Tarek William Saab condenaba que los rostros de los detenidos se mostraran. Hoy se ha vuelto una práctica común de los cuerpos policiales. Y peor aún, algunos periodistas lo replican. Así pasó con el escarnio público del llamado caso de "Los 33"

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AFP

Hace tres años, en otro contexto, el fiscal Tarek William Saab, condenaba públicamente la práctica policial de mostrar los rostros de los detenidos en operativo policiales. En abril de 2020, cuando se produjo ese señalamiento del alto funcionario usando Twitter como es habitual, hasta sostuvo que aquello era una práctica Nazi.

El mismo Saab, en la misma posición de fiscal general, pero en julio de 2023, no ha cuestionado que 33 hombres de la comunidad LGBTIQ+ hayan sido sometidos al escarnio público, una acción policial y mediática que sencillamente busca humillar a los detenidos.

Sobre este caso se puede leer la excelente síntesis que ya ha publicado El Estímulo. Me detendré aquí en la revisión de algunas aristas más del ámbito simbólico y comunicacional.

Usualmente la policía en Venezuela -lo vienen haciendo diversos cuerpos de seguridad- pone a los acusados delante de un pendón institucional, cuyas dimensiones varían según sea la ciudad o el presupuesto de cada comandancia. En teoría, la policía quiere demostrar efectividad, quiere decirnos a este delincuente o transgresor de la ley lo agarramos in fraganti.

Junto al o los acusados, se muestran las pruebas del delito. Suelen ser armas o drogas. A los detenidos se les muestra de espaldas, con capucha o se les permite que ellos con sus manos se cubran el rostro.

Esto es lo usual, a menos que como en el caso de los 33 la intención policial es sencillamente someterlos al escarnio público, a la humillación. No sólo pudimos ver sus rostros, sino que también se podían ver en la mesa con «las pruebas» del delito, que no eran otra cosa que condones y sus teléfonos celulares.

En estos tiempos, los cuerpos policiales ya ni convocan una rueda de prensa para difundir su versión de las detenciones. Usan las redes sociales institucionales.

Pero junto a lo que podríamos llamar la estrategia de comunicación institucional de los cuerpos policiales, existe lo que en el argot periodístico se les ha llamado zamuros. Se trata de periodistas depredadores de la fuente de sucesos que replican de forma acrítica la versión policial. Hurgan en la carroña. Lo hacen porque son parte de un sistema de intercambios, a veces tácitos otras muy definidos.

Para no pocos periodistas y medios que privilegian la fuente de sucesos, como se le llama en Venezuela a lo que vienen siendo las noticias policiales, ser altavoces de la versión oficial suele venir acompañado de algún dato particular o una primicia que se te brinda de tanto en tanto. Es un intercambio de favores.

Esto –por cierto- no es periodismo, ya que no hay preguntas ni se buscan otras versiones para contraponerla a la versión oficial, es sencillamente ser parte del entramado de la “comunicación institucional” que a fin de cuentas, como en el caso de los 33, sencillamente busca condenar en la arena de la opinión pública a estos hombres que sostenían una fiesta privada.

Lo ocurrido en Valencia es una muestra de cómo se puede someter al escarnio público a unas personas. Que sean gays y que se hayan reunido para una supuesta orgía en sí no es un delito. Nadie estaba contra su voluntad en ese lugar, ni tampoco había menores de 18 años. No se les encontró ni drogas o sustancias ilegales. No hay delito, se les fabricó posteriormente cuando el caso tomó fuerza e las redes sociales.

Tan descabellada resulta la puesta en escena en este caso que “las pruebas” en la mesa, según mostraron las fotografías oficiales, son –a fin de cuentas- unos simples preservativos.

En algunos países justamente someter a una persona al escarnio público sí constituye un delito. El escarnio se define en derecho penal como la acusación de delitos hacia una persona con conocimiento de falsedad, es decir, sabiendo que son falsas las acusaciones.

Míster Google viene en mi auxilio. El escarnio público tiene larga data en la historia humana. Era un mecanismo de control social común en la Edad Media. Se daban lecciones de escarmiento, o sea, se castigaba al culpado en público para humillarlo. De esta manera, el escarnio constituía un castigo ejemplarizante, un mensaje al resto de la sociedad para que evitara actuar fuera de las normas establecidas, entonces regidas principalmente por razones morales.

En los tiempos actuales, aunque puede existir una motivación moral, el escarnio está asociado al abuso de poder. Es una manera de someter en público, de humillar. Una sencilla muestra de dejar en evidencia de quién o quiénes tienen el poder.

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