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Vinotinto: Sin oxígeno, sin fútbol, sin puntos

Tres derrotas en tres salidas. Tres fallos garrafales en cada uno de ellos, prácticamente imposibles de cometer en el más alto nivel, que representaron tres goles decisivos para perder.

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Ocho tantos en contra. Pocas ocasiones generadas. Profundización de la crisis en el juego con cada partido que pasa. Desde aquel 0-3 contra Honduras en Cachamay, se advertían muchos problemas en el funcionamiento y las cosas han cambiado, pero para peor.

Luego de las dos derrotas en el estreno en esta competencia, las formas obligaban a que, en un partido siempre exigente como es enfrentar a Bolivia en La Paz, la obtención de un urgente resultado positivo sería solo alcanzado como mínimo, con una correcta presentación, con un progreso en el juego ante una selección que tenía las mismas necesidades. Sin embargo: ni lo uno ni lo otro.

Sanvicente planteó el partido confiando en la adaptación de sus jugadores a las condiciones geográficas. Por eso se estrenó a Jefre Vargas, se movió a Alexander González a la izquierda y se confió en Wilker Ángel, que había trabajado 21 días para afrontar estos noventa minutos.

Cuatro volantes de recuperación (Luis Manuel Seijas cumple ese rol habitualmente en la Vinotinto, el único con perfil ofensivo aparente del cuarteto) y dos delanteros veloces como Mario Rondón y Richard Blanco.

La idea planteada, evidentemente por el resultado y por lo visto en la cancha, no sirvió. Y sí la de Bolivia, que nunca dejó que Venezuela tuviera la pelota. Baldivieso lanzó a la cancha a un equipo casi alternativo… sí, casi alternativo, exclusivamente con futbolistas que juegan en clubes de La Paz y fue una aplanadora. Walter Veizaga dirigió cómodamente una manada que destruía la pared de anime que los cuatro contenciones intentaron construir.

Pasaba Chumacero, pasaba Cardozo, pasaba Lizio, pasaba Arce. Pasaban todos. Extrañamente no lo hacían los laterales, porque no era necesario. Lo que solía hacer la Bolivia de antes, no ésta, que venía deambulando por una profunda crisis institucional y de identidad.

Es imposible que un equipo que no ha plasmado en cancha ni una vez lo que su técnico profesa, pueda resolverlo con jugadores que no son habituales y, de paso, asfixiados en la altura. Se pensaba (y me uno a los crédulos) que la preparación para subir a La Paz era la adecuada, pero el equipo nio lo demostró. Desde los primeros minutos, era desesperante ver cómo tan temprano no había ningún intento de contrarrestar la tromba boliviana.

Aletargados, evidentemente inadaptados al escenario, desordenados. El grueso del grupo elegido, no estaba para la exigencia del duelo.

El buen partido de Rondón y Blanco evidencia dos cosas: 1) Venezuela con apenas dos jugadores fue capaz de hacer daño a una defensa muy frágil, pero aspirar a que solo un par hombres resolvieran el desastroso juego colectivo, era utópico. 2) La brecha enorme entre los mediocampistas y los delanteros, evidente cuando el equipo intentaba atacar, revelaron que ninguno de los cuatro volantes fueron capaces de asumir el rol de conectores con los de arriba.

En ningún momento del partido se pudo apreciar a quién competía esa responsabilidad.

Sanvicente además demuestra con los cambios, errores en la forma de plantear los partidos, de los intérpretes y de manejar al grupo. Sacó a Christian Santos a los treinta minutos contra Panamá porque no estaba apto para el fango.

Sacó a Alejandro Guerra contra Brasil y su ausencia en esta convocatoria parece ser una demostración de achacarle responsabilidades de aquel gol madrugador de William. Ahora saca a un errático Wilker Ángel, casualmente el que más tiempo se preparó para la altura, convertido en el chivo expiatorio del desorden defensivo. Decisiones bastante severas.

Ahora, como alguna vez ocurrió con el anterior seleccionador César Farías, toca enfrentar a Ecuador de local con el agua al cuello. Aquella vez, luego de cuatro derrotas seguidas, un 3-1 a favor significó la salvación y el repunte de un grupo con caras nuevas. Ahora, el escenario pinta más exigente: encarar a los meridionales sin puntos en la mochila, sin juego, sin Seijas. Viene un inspirado equipo de Quinteros con puntaje perfecto, con hambre de seguir devorándolo todo.

No es la prensa, ni el Presidente encargado de la FVF ni la opinión pública la que hace obligatoria la victoria ante Ecuador.

Es la realidad de una Selección que solo ha ganado cuatro partidos de dieciséis, que demuestra en cada partido que no hay una idea firme de a qué se quiere jugar, que el gran momento que viven sus individualidades se ahogan en un funcionamiento colectivo. En esas circunstancias, ganar será una hazaña.

Negar un retroceso es mezquino porque los errores de antes, no dejan de reaparecer. El tiempo es implacable.

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