Deportes

César Farías y el “Ultimátum Corinthians”

Publicidad
GLENFIDDICH

Sólo diez partidos pasaron para que los hermanos Farías (César, técnico y su hermano, Daniel, asistente) enfrentarán el primer angustioso desafío en su experiencia en Paraguay: si Cerro Porteño no derrota a Corinthians en Copa Libertadores el miércoles, no se sentarán más en el banco azul y grana. Así lo dejó ver la directiva del popular cuadro asunceño la madrugada del pasado domingo, tras discutir por varias horas la continuidad del cuerpo técnico luego de tres derrotas al hilo en el campeonato local. A lo meramente deportivo, se agregan más elementos que han puesto a los venezolanos en el ojo del huracán.

Menos encuentros de diez transcurrieron para que el tándem tuviera su primer choque con la opinión pública paraguaya. La osada declaración de “modificar el ADN del fútbol paraguayo”, vino continuada por la inapropiada comparación hecha por Daniel Farías sobre los resultados de la Guerra de la Triple Alianza y el bochornoso traspié de Cerro ante Sol de América (1-4).

Puedo asegurar, por conocer cercanamente al menor de los Farías, que la intención de su polémico símil no era ofender al pueblo guaraní, pero también estoy seguro que sabe al dedillo la magnitud del cargo que están ejerciendo al dirigir uno de los grandes equipos del concierto sudamericano y lo importante de cuidar las palabas en semejante contexto. Además, junto con Olimpia, en esos dos clubes no hay espacio para pruebas, ni procesos, ni mucho menos, cambios genéticos. No hay espacio para las explicaciones, las justificaciones y los argumentos vindicativos. Ganar o ganar son los dos únicos objetivos.

Toda esta situación estaba advertida. Desde la batalla campal entre jugadores albirrojos y vinotintos en la Copa América 2011, la hostilidad contra César Farías estaba latente y reconocida por él: “En Paraguay me ven como un antipático y les voy a demostrar quién soy”, dijo. El sucrense conocía también a la dura prensa paraguaya, esa que impone sus matrices de opinión y alcanza una postura común siguiendo sus premisas. A pesar de eso y de enfrentar una crisis de juego y resultados en el ámbito local, ha mantenido un manejo comunicacional que a los ciudadanos de ese país no les ha sentado nada amigable.

Pretender modificar la “raza futbolística” guaraní es atentar contra la esencia de un país que demuestra en la cancha su genética. El intelectual paraguayo Saro Vera en su libro El Paraguayo (Un hombre fuera de su mundo) define a su gente como tímida, pero también como personas “orgullosas y personalistas”, demostrando que su gentilicio se agrada con lo que para ellos representa el hecho de que en su nación “pocas cosas hayan cambiado por siglos enteros” (La existencia de una lengua aborigen como el guaraní, es el mejor ejemplo). El respeto por la interioridad del prójimo es una premisa: “el paraguayo difícilmente abordará al otro al respecto de sus ideas, incitándole a que las abandone o cambie. A veces hará todo lo contrario. Más bien ayudará a que se afirme en ellas”, remata el religioso.

Conociendo ese perfil social del paraguayo, peor aún es abordar con ligereza el pasado de un pueblo que fue víctima de un exterminio genocida provocado por Brasil, Argentina y Uruguay. Un país que en 1870 vio devastada su población en la Guerra contra la Triple Alianza, luego de haber sufrido el “crimen de guerra más hediondo que guarde memoria América del Sur”, tal como lo catalogó el historiador brasileño Julio Chiavenatto, guarda con mucho recelo dichos recuerdos y encender el interruptor de su memoria ha sido la gota que colmó el vaso.

Lo realmente llamativo es cómo la situación, completamente adversa para él, no hace cambiar las formas de César Farías para afrontar su relación con el entorno. Ofreció sus disculpas al pueblo paraguayo en nombre de las declaraciones dadas por su hermano, no sin antes dejar claro que lo estaban “obligando” y, luego de la derrota ante Libertad el pasado sábado, envalentonado aseguró que “de cobarde no lo han sacado de ningún lado” y también hizo referencia a términos bélicos: “Estoy acostumbrado a morir de pie”. Retador.

Algo es también muy cierto: su muy particular personalidad, esa firmeza retaliativa le ha permitido sobrevivir en los momentos más acuciosos de su carrera. El Ultimátum Corinthians ya lo tuvo alguna vez, pero de Vinotinto, cuando al frente de la Selección de Venezuela, luego de cuatro flagrantes derrotas en eliminatorias al mundial de Sudáfrica y sumido en un clamor popular que pedía su cabeza (un solo punto de quince posibles en la competencia), superó a Ecuador 3-1, lo que le dio la bocanada de aire necesaria para, casi tres años después, alcanzar la semifinal de la Copa América en Argentina, algo inédito en la historia del balompié criollo.

Su hermano Daniel también atravesó momentos similares durante su estancia en el Deportivo Táchira, equipo al que hizo campeón luego de dos años y medio de críticas ignominiosas de su gestión al frente del equipo más popular de Venezuela. El día de su renuncia, después de bordarle al cuadro aurinegro su octava estrella en el pecho, se fue aclamado por los medios de comunicación en rueda de prensa ofrecida en el estadio Pueblo Nuevo. Una demostración más del talante y la capacidad de aguante que corre en la sangre de los hermanos Farías.

Insultos de directivos de su propio club, de la afición y de personalidades deportivas del Paraguay, han sido disparados contra el cuerpo técnico venezolano, que aguanta la ráfaga con una coraza de hierro y devuelve el ataque con metrallas de baterías antiaéreas. Así son sus respuestas y no van a cambiar. Así se ha permitido César Farías llegar a clubes como los Xolos de Tijuana y Cerro Porteño. Así pudo llegar a dirigir a la Selección de Venezuela. Son sus formas, es su personalidad.

La esperanza de seguir adelante en la Copa Libertadores es la única hilacha de la que pende el vínculo de César Farías con el club paraguayo. Se le pide que no solo le gane a Corinthians, sino  que también lo haga jugando bien.

La batalla contra los paulistas puede ser la última del venezolano en la vieja Asunción… o la primera de un camino ya afectado por la confrontación, un terreno que él sabe transitar muy bien.

Publicidad
Publicidad