Vinotinto contra Panamá: Otero y 10 más
El verdadero debut oficial de Rafael Dudamel se saldó con un empate sin goles que deja una gran cantidad de interrogantes y una sola certeza: Venezuela se mueve al ritmo de Rómulo Otero.
El verdadero debut oficial de Rafael Dudamel se saldó con un empate sin goles que deja una gran cantidad de interrogantes y una sola certeza: Venezuela se mueve al ritmo de Rómulo Otero.
Le sobró un montón de minutos al Panamá-Venezuela. 89 diría yo. Fue tan aburrido el primer tiempo, que le robé 15 minutos al segundo para ver los penaltis entre Pumas e Independiente del Valle. Clasificaron los ecuatorianos, por si les interesa saber. También pude presenciar unos segundos del extraño hueco en el que se encuentra Golden State. Cosas del deporte, hay días en los que ni Curry puede alegrarte. Pero me pidieron que escribiera sobre la Vinotinto, así que volvamos al juego.
¿Podemos concluir algo de este partido? Nada, absolutamente nada. El proyecto de Dudamel todavía está en los tubos de ensayo. La mezcla y las explosiones tal vez aparezcan cuando inicie la Copa América. Que abriera con cinco jugadores que no van a viajar a Estados Unidos -García, Flores, Jeffren, Koufatty y Ponce- es un enigma, como el lenguaje de Benicio del Toro en Sospechosos Habituales. En todo caso no debemos descartar que se trate de un plan que esté más allá de nuestro entendimiento. Los caminos de Rafael son misteriosos.
No contribuyó al juego ni los erráticos pases largos de los defensas venezolanos ni el prehistórico sentido pragmático de los anfitriones. En lugar del «Bolillo», Panamá parecía dirigida por el garrote de los hermanos Macana. Si usted es muy joven, ya puede ir googleando la Carrera de los Autos Locos para que entienda el chiste. Pero el que menos colaboró fue el árbitro principal, el jamaiquino Valdin Legister. Una paradoja su nacionalidad, porque en lugar de optar por la paz que pregonaba Bob Marley, permitió más golpes que el Tribunal Supremo de Justicia a la Policía Bolivariana.
Fue, puntos más puntos menos, la misma Venezuela que vimos frente a Galicia. Dominada, con problemas de salida, sin conexión entre la zona de recuperación y creación y los delanteros tan aislados como los jóvenes que están detenidos por la marchas opositoras. Aún así, Christian Santos se las ingenió para sacar un precioso centro al que llegó Ponce en posición incómoda. Eso fue lo mejor en creación colectiva durante el primer tiempo. Si no vio el partido, puede hacerse una idea de la pobre imagen que ofreció la selección. Ahora, si queremos optar por el vaso medio lleno, se le puede colocar media carita feliz al propio Ponce por la entrega (algo que no es novedoso) y sobre todo a Jacobo Kouffaty, quien mostró una pierna educada para cobrar tiros libres. Después de Juan Arango, esa tarea sigue pendiente y cualquiera que logre hacer diferencias, con Otero, se puede colar por los palos para las próximas eliminatorias mundialistas.
Para seguir buscando la aguja en el pajar, se puede hablar de una pareja de centrales que no pasó grandes apuros. José Manuel Velázquez mejora a Wilker Ángel, algo que no pasó con Jhon Chancellor. Pero a partir de allí, Cristo empieza a padecer. Mucho tendrá que mejorar Víctor García para responder a la chapa que traía como posible recambio en el lateral derecho y Mikel Villanueva cumple con la mitad de la misión: defiende, pero su aporte para desahogar la salida, para aparecer como opción, para triangular en la zona dos con la primera línea de volantes es nulo. Es posible, no obstante, que con otros elementos (Rincón, Seijas, Guerra, etcétera), no sea obligatorio pero sí necesario. Y la dupla Carlos Suárez-Arles Flores simplemente es un experimento fallido. O, al menos, por ahora no parecen jugadores de selección. ¿Que estos amistosos sirven para foguearlos? Puede ser. El tiempo lo dirá. Más adelante, Jeffren Suárez no tuvo el desgaste que sí mostró ante los gallegos, sin embargo eso no redundó en un aporte ofensivo. Sufre del mismo síndrome que ha atacado a los jugadores ofensivos desde la segunda vuelta con César Farías y la era Noel Sanvicente: no hay manera de que se vean bien. Salomón Rondón es el mejor caso para ejemplificarlo y es posible que, de no corregirse, se repita con Alejandro Guerra.
Con graves problemas para salir con la pelota en el pie y para encontrar algún amigo para hacer un dúo de guitarra, Dudamel le dio ingreso a Otero y el equipo se encomendó a él como la clase media venezolana a los bachaqueros. Su presencia le da esperanza al elenco nacional, como el Cerro Ávila a los que no pueden emigrar. A pesar de ello, las mejores oportunidades fueron para Panamá, que siempre encontró una invitación a atacar por los costados. Si hay algo bueno que decir de Flores fue que pagó con esfuerzo -cerró bien en dos balones al área que esperaban a un rematador canaleño- sus deficiencias para conectar con los creativos.
En conclusión, un encuentro que sirve para ratificar lo obvio: Dudamel apenas da los primeros pasos, pero arrastra con los mismos problemas de los procesos anteriores. El orden de los factores (nombres), aún no altera el producto.