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El Efecto Mariposa portugués

Portugal se coronó por primera vez como Rey de Europa todos los preconceptos habidos y por haber, entre ellos, aquel que lo señalaba de ser incapaz de sobrepronerse a la pérdida de su ícono, Cristiano Ronaldo. La única constante de nuestras vidas es el cambio, y los lusos se adaptaron y vencieron desde esa certeza.

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FOTOGRAFÍA: FRANCK FIFE / AFP

El Efecto Mariposa es, si se me permite, una de las tantas maneras de explicar la teoría del caos. Su versión expresa lo siguiente:

«Dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema dinámico caótico (más concretamente con dependencia sensitiva a las condiciones iniciales) cualquier pequeña discrepancia entre dos situaciones con una variación pequeña en los datos iniciales, acabará dando lugar a situaciones donde ambos sistemas evolucionan en ciertos aspectos de forma completamente diferente”

Hablemos de fútbol para comprender cómo introducir esta teoría en el juego.

Durante los primeros minutos de la final jugada en París, la selección francesa fue abiertamente superior a Portugal. Su intensidad y el volumen de juego le llevaron a producir ocasiones de goles y postularse como dominadora del partido. Pero la lesión y posterior salida del partido de Cristiano Ronaldo iba a modificar todo lo que estaba sucediendo.

Ante semejante panorama, el paradigma convencional invitaba a pensar exclusivamente en las consecuencias que semejante accidente provocaba en el equipo lusitano, desechando la noción de que un equipo de fútbol es, ante todo, un sistema abierto, dependiente de la influencia que tiene el contexto y el rival. La salida del crack portugués no sólo cambiaba el plan inicial de Fernando Santos, sino que semejante distorsión de las condiciones iniciales repercutiría también en esa Francia a quienes muchos suponían sin rival tras la salida del 7.

“Si en un sistema se produce una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande a corto o mediano plazo. Su nombre proviene de las frases: «el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» (proverbio chino) o «el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tornado al otro lado del mundo», así como también «El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo».

En el fútbol, al igual que la vida, no existe la linealidad, es decir, conductas aparentemente idénticas no producirán resultados iguales. La lesión de la máxima estrella portuguesa no supuso la caída del equipo de Fernando Santos; sus futbolistas supieron responder a la exigencia y su resiliencia fue tal que incluso ganaron la batalla por el dominio del partido, trasladando a una aparentemente superior Francia hasta el territorio emocional y futbolístico que más le convenía.

Portugal supo cuando y cómo ensuciar el partido, entendiéndose esto como el talento para sacar de ritmo a su rival y hacerlo copartícipe del ritmo que mejor bailaban los lusos.

El gusto por diferentes propuestas artísticas no invalida la vigencia, la importancia o la contundencia con la cual habitan este mundo. Portugal entendió justamente que debía arroparse hasta donde llegara la manta, y ser a partir de sus posibilidades: llevar cada partido de fútbol a una especie de arena movediza, un espacio denso e intransitable en el cual el rival se contagiara de esa dificultad para jugar al fútbol fluídamente.

La brillantez de lo propuesto por Fernando Santos, y ejecutado a la perfección por sus futbolistas, reside en que Portugal fue más que cada uno de sus rivales desde el momento en que los llevó a su propio terreno de juego. Portugal fue superior porque los atrajo, los hipnotizó y los golpeó cuando el partido lo permitió.

La final ante Francia fue el claro ejemplo de cómo a partir de convencer, de atraer y de enredar al rival hasta encontrar la gloria. Francia durante casi 30 minutos fue una aplanadora extraordinaria, pero una vez que cayó en la arena movediza portuguesa el duelo se ahogó en la pesadez futbolística necesaria para que Portugal creciera y fuera más.

Porque el fútbol no se juega como quiere la gente; al fútbol se juega siempre según lo que se puede y esto lo marcan los jugadores. Los jugadores son la táctica y el juego, todo lo que de ellos nace y todo lo que las interacciones entre ellos producen. La grandeza de un equipo y su camino a la gloria encuentra su origen en el reconocimiento de su propio ser, de las razones que permiten su existencia y la capacidad multiplicadora que esto genera.

¡Enhorabuena a Portugal! Para ganar primero hay que comprender el juego, y vaya si los de Santos supieron hacerlo, aún cuando en medio del caos muchos suponíamos lo contrario.

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