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¿Cuál fue el secreto del Zulia para cambiar el sótano por el título?

La temporada 2015-16 marcó el éxito de la 2016-17 para las Águilas del Zulia. La primera fue para la nueva gerencia, comandada por Luis Amaro. La inexperiencia le pasó factura, los errores sirvieron para ponerle asterisco y posteriormente encontrarles solución y vaya que la consiguieron: salir del frío sótano para emprender vuelo al sexto título en la historia del equipo.

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Texto: Gabriel Chávez (@GaboChavez) / Fotografías: Carlos Sosa

La gerencia empezó con movimientos clave. Tras leer y analizar varios nombres para el puesto de mánager se decantaron por un conocido de la casa, Lipso Nava, el mismo que salvó la temporada 2011-12, fungiendo papel de mánager interino tras el despido del boricua “Mako” Olivera. Nava tras su designación ordenó “repatriar” su cuerpo técnico zuliano. Wilson Álvarez, coach de pitcheo, Lino Connel, coach de banca, Alexander Delgado, asistente de coach e instructor de catchers, Luis Ordaz, coach de tercera base y Edwin Moreno, coach de bullpen.

Rescatar el amor a la camiseta era la primera tarea. Tener sentido de pertenencia fue clave para hacerle entender a un grupo de jugadores la grandeza del club zuliano, el equipo profesional más querido en el estado donde nació Rafael Urdaneta. Luego, la gerencia reforzó la línea central, esa misma que tantos dolores de cabeza dio la campaña anterior. El campocorto fue para Jonathan Herrera, un jugador con experiencia en MLB y probado en la pelota rentada nacional, mientras que la receptoría fue para Jesús Flores: veteranía detrás del plato, un receptor que llama bien el juego y con buena capacidad defensiva.

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A las oficinas también llegó César Suárez Jr, refuerzo como asesor deportivo. Se encargó de parte de la importación, apostando por jugadores como el colombiano Reynaldo Rodríguez (12). El slugger finalizó como líder jonronero del torneo y fue fuerte candidato a ganar el premio al Jugador Más Valioso. El regreso de Giovanny Urshela también fue clave. Se trata de un bateador probado y con una excelsa defensa.

Con las piezas engranadas, los rapaces tuvieron un octubre de ensueño con marca de 15-5, igualando el mejor registro tras 20 juegos en la historia de la franquicia y dejando un colchón importante para el resto de la temporada.

La gerencia entendió que tener un plan de trabajo facilita muchas cosas; saber hacer movimientos en el momento preciso evitaría caer en baches del pasado. Los directivos estrecharon lazos con los peloteros, la facilidad de Amaro de ser contemporáneo con muchos de los jugadores permitió tener una comunicación fluida. Al contrario de años anteriores, los rumores de pasillo fueron prácticamente nulos.

Rescatar la fanaticada 

La meta de Nava, además de ganar el título, era retomar la confianza de la fanatica rapaz, esa que se cansó de 17 años de estrepitosos fracasos, los mismos que hicieron que las Águilas fueran conocidas como las hallacas, una broma que a ciencia cierta se convirtió en el gran bastión de Wilson Álvarez a través de la red social Instagram. Los conocidos bajones en postemporada tenían dos explicaciones. El primero se debía a que las principales figuras debían abandonar al club por orden de sus organizaciones y el segundo, la incapacidad para seleccionar jugadores en el draft de sustituciones.

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La llegada de Freddy Galvis (.305, 5CA en la final) fue un regalo de Navidad. Con él se sumó jerarquía, un buen bate y una defensa excelsa. Su arribo fue un plus para José Pirela (JMV de la final .450, HR, 8CA, 5CI), quien encontró en el “Toco” el compañero perfecto para concientizar a un grupo de jugadores de que solo tenían una meta, el título. Y que para eso debían estar unidos; ser un puño que golpeaba al rival y eso debía lograrse con compromiso y trabajo.

Los sustitutos

Al sellar la clasificación, la gerencia se sentó a estudiar los sustitutos y luego de analizar los números, hizo, para quien escribe, la mejor selección de su historia al sumar a José Tábata(.424, 8CA, 5CI en postemporada), Ronny Cedeño (HR y 9CI (sin promedio, estabilizó la defensa en 3B)) y Mitch Lively (2-0 y 1.93 de efectividad en la final). ¿El resultado? Aunque nunca fueron favoritos en ninguna de las instancias de postemporada, barrieron categóricamente al que era el actual campeón, Tigres de Aragua. Amarraron los bates de Caribes de Anzoátegui y se llevaron la semifinal en cinco juegos gracias al impecable trabajo realizado por el bullpen, encabezado por Leonel Campos (1SV, 11.0IL, 13K, 1.63 en postemporada) y Silvino Bracho (-0, 3SV, 10.1, 15K y 0.87 en postemporada).

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La final era un hecho y tampoco eran favoritos. Enfrentar a la poderosa alineación de Cardenales de Lara con la adición de Denis Phipps generaba dudas, sumado a abridores como Raúl Rivero, Jorge Martínez y Omar Bencomo Jr. En las oficinas zulianas se decantaron por Wilfredo Ledezma (1-1 y 3,38 en la final) y Mario Lissón (2 dobles, HR y 4CI en la final), aunque la afición local (del estado Zulia) confiaba en la consecución del título, apostar a que la serie terminaría en cinco juegos era una jugada arriesgada.

Tropezar con la misma piedra durante 17 años le dio la experiencia a “Yoyo” Amaro, que en su segundo año al frente del equipo apostó por caras conocidas para conseguir el trofeo de campeó. Y que el torneo llevara el nombre de su abuela, Doña Lilia de Machado, fue una gran motivación.. Todos esos elementos, tangibles e intangibles, permitió que el Zulia celebrara un campeonato del equipo profesional de la región. Cosas quedan por corregir, pero los directivos demostraron que escuchando y asesorándose de manera correcta el camino hacia la victoria puede repetirse.

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