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El apetito de Visconti

Una sola vez compartí con él. En esa ocasión, tuve la oportunidad de conocerlo. Fue en la Universidad Católica Santa Rosa, dónde él era más que un profesor o catedrático, era el ser más querido por todos. José Visconti no podía caer mal a nadie.

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FOTOGRAFÍA: CORTESÍA

Ese día me tocaba ser ponente en un seminario sobre narración de fútbol en esa casa de estudios. El presentador era nada menos que él y conociéndolo apenas ese día, se dirigió al público presente, mayoritariamente estudiantes, calificándome como uno de los mejores relatores que él había escuchado en nuestro país, destacando su aprecio por mi estilo. Así me presentó.
Puede que sea pedante en resaltar esto, pero para mí significó mucho, demasiado, que un personaje con la trayectoria en medios de comunicación de Visconti haya tenido la humildad de darle tal relevancia a mi trabajo, que apenas tengo unos 13 años en esto. Sin embargo, lo que más valoro de aquel día, fue poder estrecharle la mano y compartir una cena con él y su siempre inseparable esposa, María Teresa. En esa hora, me bastó para confirmar todo lo que de él decían.
Ahí, acompañados por otro maestro del periodismo deportivo como Rafael Lastra Veracierto, pude comprobar que Visconti no fingía nada en cámara. Aquella sonrisa eterna, que solo enderezaba cuando debía informar situaciones tristes, violentas o indeseadas, la conservaba en su día a día, en lo que hacía. A todo quien se acercaba a saludarle esa noche (y mire que era uno tras otro), fuera estudiante o profesor, lo trataba con el mismo carisma.
Me pregunto: ¿puede alguien conservar siempre una actitud positiva frente a todo? José Visconti quizá es la única persona que conocí que sí podía hacerlo. No era falso en nada. Siempre amigo, siempre bonachón, quienes le conocieron más y pudieron compartir con él, bien sea en una redacción o en algún canal de TV, coinciden todos en que siempre tenía una palabra de ánimo y estímulo para todo.
Lo dejaron atrás en esta evolución de la comunicación deportiva. Hace tiempo salió de cámara en los noticieros de Meridiano TV. Y digo que lo dejaron atrás porque sé que esa era parte de sus muchas pasiones, como lo eclesiástico, como los Leones del Caracas y como el fútbol (él era muy futbolero, quienes leíamos su columna “El Rincón de las Ánimas” lo sabemos). Mi amigo y compañero Humberto Turinese, con quien pudo compartir en esa televisora, me comentó alguna vez que le extrañó que lo sacaran de los noticieros. “Visconti estaba vigente y tenía cuerda para rato”, me dijo y destaco lo que colocó en su Instagram despidiendo al mejor narrador de noticias deportivas que tuvo el país: “Creo que los genios como José deben trabajar en los medios hasta que la salud física y mental se los permita, independientemente de la edad porque son escuela de profesión y vida”.
No podemos ser mezquinos con quienes construyen, con quienes aportan, con quienes son escuela. La evolución no puede ignorar lo que es bueno, lo que es lo mejor. Hay gente con experiencia, que puede tener mucho tiempo haciendo, pero mal. Visconti no: el mismo carisma, elocuencia y buen hacer que le vi de niño en los programas religiosos los conservaba muchos años más en el noticiero deportivo. “Los viejos rockeros nunca mueren”, reza el dicho y Visconti era el Jimmy Hendrix, el Mick Jagger, el John Lennon, el Eric Clapton del periodismo deportivo, televisivo y escrito.
Como escribí tras los 20 años del fallecimiento de Luis Manuel Fernández, es responsabilidad de nosotros mantener el legado de ellos. He leído todas las características que han destacado mis colegas y compañeros de lo que era y hacía Visconti. Yo por lo menos me propongo en adelante en ser más positivo, en ser más amigable con todo quien me rodea, en ser noble con quien lo necesite, en enseñar con alegría a quien quiera aprender, en escuchar y brindar el más sincero consejo, en dibujar siempre una sonrisa sincera, en ser optimista y reírle a la vida. Creo que el mundo necesita más de eso, de lo que José Viconti derrochaba.
No se trata solamente de recordarlo bien porque ya no está. Es sacarle el jugo a lo que dejó. Quienes pudimos disfrutar y ver su trabajo, tenemos el deber de honrar su legado y tomar sus formas y maneras para hacerlas nuestras y reproducirlas a los periodistas del nuevo cuño.
Es lamentable que lo recordemos ahora que se fue. Que no hayamos mantenido su gran valor periodístico mientras él se dedicaba exclusivamente a la tarea universitaria. Siempre esperamos que los buenos se nos vayan para recordarlos. Que no pase más.
El apetito de campeones de Visconti es lo que debemos mantener. Las ganas siempre de ser mejor persona, mejor profesional. No cuesta nada ser noble.]]>

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