Lo que estamos experimentando me remite a ese pasaje inolvidable de la obra cumbre de Charles Dickens, ese gran cronista de la miseria, donde el pobre Sr. Micawber, el eterno endeudado, le confía al joven David Copperfield la esencia de las finanzas familiares. Parafraseando: si el ingreso anual es cien y los gastos noventa y nueve, el resultado es felicidad, pero si el ingreso anual es cien y los gastos ciento uno, el resultado es la desgracia.
Esta es una alerta que lanzo primeramente a Nicolás Maduro, quien en su laberinto viene insistiendo que la inflación está en el orden de 80% y a la postre se inventa un supuesto informe del Banco Central que lo avala. Ya esto deja de ser una mera ocurrencia, una puntada electorera y pasa al plano de la agresión directa a la ciudadanía.
No solo va contra el dato extraoficial que se coló a la prensa y que ya ubica la inflación anualizada en prácticamente 200%, sino que choca contra la experiencia cotidiana de los consumidores y eso es lo más grave. Una cosa es inventarse “logros” o tratar de insuflar ánimo frente al revés electoral en puertas y otra muy distinta es negarle a la gente su realidad. Eso es jugar con candela.
Es un alerta que también lanzo a mis colegas economistas, pues la ciencia económica nos acostumbra a ver los problemas de consumo en el margen (una unidad adicional de esto versus una unidad menos de aquello) básicamente porque simplifica el análisis, y se tiende a olvidar las situaciones límites donde la elección es discreta (esto o aquello).
Esto es importante tenerlo presente porque la combinación de incremento de precios con la desaparición de productos ha reducido el margen de maniobra de los hogares a tal punto que se precipitan las irreversibilidades. Me explico: hay recortes de consumo que pueden revertirse conforme mejora el ingreso, pero hay otros recortes que dejan su secuela como, por ejemplo, sacar los huevos de la compra semanal, abandonar la escuela o suspender el tratamiento para la hipertensión. Eso hay que tenerlo presente al momento de evaluar opciones de política.
Por último, es un alerta que lanzo a las representaciones en el país de los distintas organismos internacionales con experiencia en el manejo de crisis humanitarias: FAO, Unicef, Cruz Roja, entre otros. Venezuela no está en puertas de una hambruna generalizada, pero si hay sectores muy vulnerables a los que “la revolución” está abandonando a su suerte y ya enfrentan situaciones límite. Las condiciones de extrema necesidad que pude constatar esta semana en el sector La Laguna de la Panamericana (¡en plena capital!) es algo que parte el alma y que va más allá de toda estadística, oficial o extraoficial.
Entiendo plenamente que dichas agencias humanitarias no pueden actuar sin una solicitud formal del Ejecutivo, pero sí pueden ir preparándose, hacer contactos informales, ir diagnosticando la situación y tener los planes de acción listos. La pregunta no es si requeriremos su asistencia, sino cuándo.