Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) constituyen el más reciente intento gubernamental para abordar la grave crisis de la escasez de alimentos. A través de esta red se pretende distribuir casa por casa los productos de la canasta alimentaria.
Según el INE, en Venezuela hay 30 millones de habitantes que conforman 7 millones de familias. Para estimar la cobertura de los CLAP convengamos que cada familia tiene en promedio 4,3 miembros (30.000.000/7.000.000). Una persona consume en promedio 1 kilo de alimento diario, para un total de 30 kilos/mes. Si multiplicamos esta cantidad por 4,3 miembros, resulta que cada familia requiere aproximadamente 130 kilos/mes. Las bolsas CLAP contienen 10 kilos de comida y la promesa es que lleguen a los hogares con una frecuencia quincenal. Si esta meta se logra, cada familia recibiría 20 kilos/mes, lo que representa un déficit de 110 kilos/mes. Estos sencillos cálculos revelan que los CLAP apenas cubren el 15 % de las necesidades mensuales de alimentos de una familia promedio. Hasta ahora, la bolsa de alimentos ha sido recibida por el 20 % de las familias, equivalente a 6 millones de personas. 24 millones de venezolanos aún no tienen acceso a la bolsa de los CLAP.
– Voluntarismo e improvisación –
Asumamos que en la creación de los CLAP hay buena voluntad para resolver la crisis alimentaria. Pero el burocratismo estatal y la débil organización comunal no garantizan la cobertura de 7 millones de hogares a lo largo y ancho del territorio nacional. Ni siquiera la descomunal inversión que a lo largo de más de una década se hizo en la redes de Mercal, Pdval y Bicentenario, ni con la expropiación e intervención de cadenas de alimentos como Cada, Éxito y Día a Día, se logró cubrir el 40% de la población. La gran mayoría de los hogares canaliza su acceso a los alimentos a través de las redes tradicionales de distribución y comercialización conformada por mercados, bodegas, abastos y supermercados que hoy están diezmadas por el cerco de la Sundde y por la falta de proveedores.
Cuando no se ha olvidado aún el caso de Pudreval y están frescas las imágenes de los gerentes de los Abastos Bicentenario presos por corrupción, los escándalos en torno a los CLAP comienzan a aparecer. Las bolsas de comida son vendidas por los buhoneros por el triple de su valor y ya hasta en Colombia se consiguen. Con frecuencia, los distribuidores aplican un “tumbao» y entregan la bolsa incompleta para luego revender los productos que le sacan. Huelga decir que las bolsas no contienen todos los productos para una dieta balanceada e incluyen productos que las familias no quieren.
Ningún intento gubernamental por sustituir los canales de distribución y comercialización del mercado ha servido para garantizar una creciente y amplia cobertura en la distribución de alimentos. La intervención gubernamental degeneró en intentos fallidos de control y racionamiento que no han resuelto el problema. Ni el control de precios, los captahuellas, la compra por cédula, la prohibición a los buhoneros de vender alimentos subsidiados, las guías para transporte ni el cierre de la frontera, pudieron evitar el contrabando de extracción y la creciente escasez de alimentos. Distribuir las bolsas casa por casa a todos los hogares venezolanos requiere una colosal capacidad logística que ninguna empresa privada ha sido capaz de desarrollar en décadas. Mucho menos lo puede lograr un Estado burocrático e ineficiente, sin personal calificado ni entrenado, sin organización ni métodos, sin infraestructura ni redes de almacenamiento y transporte, sin los mecanismos de control que mantengan a raya a la corrupción.
Los CLAP no resuelven la escasez, el acaparamiento, ni la especulación. Las descomunales colas para conseguir alimentos siguen generando asombro y terror en la población. Y han reaparecido las dramáticas imágenes de gente hurgando en la basura para conseguir algo de comer. En la práctica, operan como un nuevo instrumento de dominación, ya que para tener acceso a la bolsa de comida hay que registrarse en unas listas de la Unión Nacional de Mujeres, UBCH, Frente Francisco de Miranda y Consejos Comunales, y este registro desemboca en un mecanismo de exclusión social de quienes no quieren participar de esas fórmulas de control gubernamental.
– Venezuela a las puertas de una conmoción social –
Los CLAP son un mecanismo para repartir el hambre y no contribuyen a superar la crisis alimentaria que cada vez se pone peor. Así lo comprueba el incremento de las protestas, saqueos a supermercados y asalto de camiones que transportan alimentos a lo largo y ancho del país. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), en mayo se documentaron 52 saqueos y 36 intentos de saqueo, y continúan los actos violentos en contra de locales comerciales, abastos, supermercados y transportes.
El OVCS realiza un seguimiento de la conflictividad a través de las noticias que aparecen en los medios de comunicación. También utiliza fuentes de organismos oficiales y organizaciones no gubernamentales. Con base en la observación directa no participante sobre los fenómenos estudiados, registró en mayo de 2016 al menos 641 protestas en todo el país, equivalente a 21 diarias, 37 % más que en mayo de 2015 cuando el número de protestas llegó a 469. El acumulado hasta mayo alcanza 2.779 protestas populares, masivas, espontáneas, y protestas por alimentos, servicio de agua potable y electricidad. La gente protesta en rechazo a la escasez de alimentos (172 protestas = 27 %); por vivienda digna con servicios básicos (144 protestas = 22 %); en defensa de sus derechos laborales (112 protestas = 18 %); mayor seguridad ciudadana, derecho a la justicia (86 protestas = 13 %); y, derecho a la educación (56 protestas = 9 %).Las 172 protestas registradas en rechazo a la escasez de alimentos representan 320% más con respecto a mayo 2015, cuando se realizaron 41 protestas. Estas aumentan mes a mes y son protagonizadas principalmente por vecinos.
Mientras las élites políticas apuestan a exterminarse y no se ponen de acuerdo en un programa mínimo de medidas económicas para reactivar la producción y aliviar los graves problemas de escasez, el malestar social crece y pone al país a las puertas de una conmoción social.