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El milagro del “Polaco”

El fútbol venezolano atraviesa por un momento realmente crítico. La espantada de jugadores ha dejado al campeonato nacional huérfano de figuras que eleven el nivel competitivo y aunque la ocasión es una oportunidad para otorgarle el protagonismo a nuevos valores, la puesta en escena del espectáculo es bastante pobre.

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FOTOGRAFÍA: ARCHIVO | EL ESTÍMULO

Para muestra, un botón: el campeón (Monagas) marcha último y un grande como Táchira deambula en su fútbol, sin evaluar tan siquiera su crítica situación en la tabla.
Sin embargo, hay equipos que con poco están haciendo mucho. Tal es el caso de Trujillanos. No quiero centrarme en evaluar su andar exclusivamente en los números, que hoy muestran al equipo andino como el único que no ha conocido la derrota de los 18 que hacen vida en la Primera División, sino en lo que es capaz de lograr en el terreno de juego un plantel con nombres sin mucha relevancia.
El mérito del buen juego, lo tiene como siempre, el futbolista, que en el campo sale cada vez a hacerlo lo mejor posible. Esto no debería ser extraño, es la lógica del balompié, pero mire que con el pasado reciente de amaño de partidos que ensombreció a Trujillanos, es bastante difícil recuperar la confianza en que alguno no tenga otra intención que no sea salir a ganar.
El aurimarrón es un equipo que no muestra simpleza en ningún aparte de su funcionamiento. Se evidencia en que es trabajado, que cada pieza tiene una responsabilidad enorme en el once y los que parten del banquillo también saben a la perfección la misma importancia que ellos tienen en resolver de acuerdo a las necesidades. Es un grupo que en el juego no despunta en alguna faceta colectiva pero es sumamente difícil encontrarle alguna laguna.
Su juego es reaccionario: aprovecha la velocidad y pegada de José Hernández Chávez para comandar los ataques en manada. El cordobés Gustavo Ascona hace el trabajo sucio en ataque para abrir los espacios que necesita un potente Keiner Pérez. Adjin Livingstone es una roca en el mediocampo y el aparataje defensivo marcha en completa sintonía con simples apellidos como Peraza, Osorio, Falcón y Briceño. Resalta también la gran campaña que tiene Luis Rojas en el arco. El de El Morro de Puerto Santo demuestra que Valera es su casa, tras deambular por otros equipos del país.
Note que ninguno de los nombrados es un fuera de serie, que ninguno ha vestido la camiseta de la selección absoluta ni quizá sea seleccionable. Es un plantel muy modesto que ha logrado transformar un camerino que hace poco era un infierno de trampas en el principal bastión del éxito.
“Si aquí tenemos una galleta para todos, la picamos en partes iguales para que ninguno se quede sin un pedacito”, dice un miembro del cuerpo técnico del equipo. Alguien me dijo que vio al bus del equipo accidentado en la carretera por un caucho espichado y estaban todos los jugadores echando una mano para cambiarlo. Es la muestra de la unión, del colectivismo que hoy tiene a Trujillanos peleando entre los primeros lugares.

Sin embargo, hay mucho, pero mucho trabajo que viene desde el banco. Desde la llegada de Horacio Matuszcyczk, los cambios han sido realmente sustanciales. Una vez firmó el armisticio con la misma directiva que motivó su última salida del equipo al que hizo campeón del Apertura 2014, se puso como propósito sacudir la alfombra sucia de los amaños que mancharon la reputación del club. Era la tarea más dura que tenía que afrontar, más allá de lograr la salvación del equipo en 2017 del descenso, a donde parecía ir en medio de la indolencia de quienes preferían dólares a cambio de comprometer resultados.
Ya desde cero y con la depuración total del camerino, “El Polaco” armó un plantel muy modesto pero con suficiente compromiso para enfrentar los retos. Con el arquero Rojas y el juvenil Junior Moreno (uno de los capitanes de la selección Sub 20 de Venezuela) como sus principales figuras, lo importante era construir una base sólida que permitiera darle fluidez a las ideas del técnico: equipo de buen toque con la pelota, rápido en las transiciones y que recuperara lo más inmediato posible la posesión en pérdida. No obstante, su arma mortal es el balón detenido. Trujillanos es, quizá, el equipo que mejor trabaja esta faceta.
Y así marcha. Hace 10 partidos que no le ganan, pero en los dos últimos destaca algo muy interesante: los muchachos que vienen del banco destrancan el panorama y solucionan. Luis Blanco y José Rivas Gamboa saltaron a la cancha contra Monagas y Estudiantes para juntarse y anotar los goles que en ese momento preciso necesitaba el equipo. Ahí radica el entendimiento que tiene Matuszyczk en interpretar las necesidades, comprender el partido y encontrar la solución. Demuestra ser un gran estratega porque con lo poco que tiene, resuelve.
En el último partido ante Estudiantes, acertó con mandar en el segundo tiempo al juvenil al lateral y pasar a Peraza al centro del campo a darle más seguridad a una zona en la que estaba perdiendo los duelos. Fortaleció la media, ganó más pelotas, aumentó el volumen del juego y fue punzante con la posesión. Así, empató el partido cuando estaba abajo 1-0. Lectura pura.
Queda la mitad del campeonato y Trujillanos navega en aguas tranquilas. Como el resto de equipos, la primera meta es meterse entre los primeros ocho y parece que Matuszyczk los lleva en ese camino. Hoy día el aurimarrón es un equipo respetado y la ilusión vuelve a Valera de la mano del mismo que le dio su última alegría. ¿Es un milagro? Sí, lo es.]]>

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