Elecciones 2024

Mano, ¿y las actas qué?

Seguir adelante, reprimiendo protestas, criminalizando a la oposición y apostando al paso del tiempo: todo por no mostrar las actas. Pero esa falta es ruidosa. Y la duda estará ahí siempre

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Si de algo puedes estar seguro es de que aquí no están todas las respuestas. Quizás alguna, pero yo no apostaría. Tampoco encontrarás el clásico estilo de los «escenarios» a ver cuál se da después. En este momento, en la tarde del martes 30 de julio, la situación en Venezuela es incierta. Todo es posible. O no.

El gobierno de Nicolás Maduro decidió que no habrá actas para compararlas, que aquí nadie va a venir a decirle a su CNE que lo mejor es ser transparente y confiable y que si hay dudas, colabore para aclararlas. Nada de eso, hermano. La cúpula y sus voceros muestran por dónde irá la cosa en estos días: que «hackearon» el mejor sistema electoral del mundo desde la remota Macedonia del Norte, que obstaculizaron la transmisión de las actas, que hay un intento de golpe de Estado en curso, que hay una conspiración internacional para crear la convicción -en medios y redes sociales- de que hubo fraude, que la oposición es violenta, que mandan a muchachos con antecedentes y drogados a armar lío, que María Corina Machado y Edmundo González serán responsables de lo que pase en la calle y que ya a estas alturas deberían estar presos.

Eso y más forma parte de la narrativa que impulsan en bloque desde todos los poderes públicos. No se vislumbra un margen al menos mínimo para considerar la auditoría que le han pedido ya los gobiernos de varios países, el Centro Carter, la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea, Estados Unidos y hasta sus amigos los expresidentes Leonel Fernández y Ernesto Samper, que estuvieron en Caracas invitados por Miraflores.

¿Por qué se niegan a divulgar las actas y a que la gente pueda corroborar que, como dicen, Maduro resultó ganador? Pues, por dos o tres razones… que bien pueden estar contenidas en el demoledor informe del Centro Carter. Y también porque pueden. ¿Quién los obliga? ¿Qué elemento podría forzarlos a ser transparentes, a demostrarle al mundo que sus números son los que son? ¿Qué podría hacerles entender que lo mejor para ellos y para todos es despejar las dudas razonables que existen dentro y fuera del país sobre los números que avalan la reelección de Maduro y sobre los procesos del organismo electoral?

De momento, no les interesa. Y los recientes anuncios del mandatario hacen pensar que tampoco les va a interesar más adelante:

  • Creación de una comisión de asesores rusos y chinos para apoyar a Venezuela en el sistema de bioseguridad electrónica y del sistema electoral venezolano.
  • Creación de un fondo de 10 millones de dólares para atender a las víctimas de los “comanditos fascistas”.
  • Creación de una comisión especial, coordinada por Jorge Rodríguez, para la defensa de la verdad de Venezuela en medios y redes sociales.
  • Orden presidencial de acelerar la Ley contra el odio en redes sociales, que se discute actualmente en la AN.
  • Orden de activar un plan especial de patrullaje de las FANB y los cuerpos de seguridad en las urbanizaciones y sectores populares junto a la activación en la VEN App de un sistema para la denuncia de los «violentos» en las comunidades.

Y a esto hay que añadir, claro está, la «sugerencia» de Jorge Rodríguez de que Machado y González sean detenidos: «Él sabía de estos planes, igual que ella y todo ese supuesto comando. No era un comando de campaña, era un comando de acción violenta. De intentar sembrar la guerra civil en Venezuela. Eso fue lo que intentaron ayer. Con el fascismo no se transige».

Más que «sugerencia», es algo que ya comienza a percibirse como una posibilidad cercana.

Gobernar en la duda

Actuando con la fuerza, obviamente que el gobierno luce como un titán. Pero no todo se arregla con negativas, persecuciones, colectivos y detenciones arbitrarias que se transmiten prácticamente en vivo por las redes sociales. Tampoco se soluciona el problema actual acentuando la represión en las zonas populares, aunque se entienda que a ningún gobierno que se califique de revolucionario le conviene que se vea que es allí, entre la base social, donde hoy al parecer más le repudian y echan abajo las estatuas.

Las cosas son más complicadas. Hay que aceptar que el poder sabe aplicar altos niveles de represión. Ya lo hemos visto antes, está documentado. Y es probable que en sus cálculos le convenga que se agite la calle para desviar la atención de las actas. Pero las actas, demostrar la veracidad de lo que dijo el CNE, es medular: de eso depende la percepción de legitimidad de Maduro, no solo de cara al mundo, sino de cara a su propia gente.

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Las protestas y también la represión más dura, se han focalizado estos días en zonas populares (Foto: Daniel Hernández)

La diferencia de votos por la cual la oposición asegura que Edmundo González superó a Maduro pasa de largo los 3 millones. Fue una movida astuta poner a disposición de -literalmente- todo el mundo las actas que tienen en sus manos gracias al trabajo del equipo del Comando Con Venezuela. Quienes estuvieron como miembros de mesa pueden corroborar los resultados, los matemáticos hacen cálculos y la cantidad de votos obtenida por «el gallo pinto» en cada mesa se muestra allí evidenciando una considerable pérdida de terreno incluso en antiguos bastiones del chavismo.

Asumiendo que se persista en la posición de no contrastar las actas ni auditar la elección, ¿cómo sigue adelante un gobierno con esa sombra encima? ¿Cómo se ejerce el liderazgo cuando la legitimidad está en duda? ¿Cómo, si hay unos números, unas imágenes de actas al alcance de todos que muestran una y otra y otra vez resultados adversos? Aceptar el triunfo pasará a ser para la militancia chavista una cuestión de fe, de querer creer. O de que la obliguen a creer.

Eso, por no hablar de las consecuencias internacionales que tendrá mantener el desplante a la razón, porque resulta obvio que las sanciones asomarán pronto.

Geoff Ramsey, analista estadounidense con mucho conocimiento sobre Venezuela, dijo varias veces antes de las elecciones -palabras más, palabras menos- que al ala más radical del chavismo no le importa vivir con sanciones internacionales y gobernar sobre tierra arrasada. Es su manera de sentirse seguros, de ejercer el poder. Y advirtió que esa facción parecía estar imponiéndose en la discusión sobre el futuro del chavismo frente al 28 de julio. Una de las posibilidades era que presionaran para suspender los comicios. No pasó. Pero ahora estamos en esto… Esperando por la comprobación de los resultados anunciados. Esperando que demuestren que Maduro sí ganó, en un contexto que indica lo contrario.

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Las actas presentadas por el Comando Con Venezuela están al alcance de todo el mundo: ¿cómo se ejerce el liderazgo con esa sombra encima? (Foto: Betania Ibarra)

El camarada Lula da Silva le ha aconsejado a Maduro varias veces que muestre las actas. En eso hasta coincide con el «adversario yanqui», Joe Biden: los dos le dan el mismo consejo. La Unión Europea, a través de Joseph Borrell -Alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- le dice lo mismo, pero con un poco más de firmeza: si no hay datos verificables, no reconocerán los resultados presentados por el CNE en su boletín parcial.

«Los resultados de las elecciones no han sido verificados y no podrán considerarse representativos de la voluntad del pueblo venezolano hasta que se publiquen y verifiquen todas las actas oficiales de las mesas electorales», se lee en un comunicado oficial del 29 de julio: «La UE exhorta al Consejo Nacional Electoral de Venezuela a que actúe con la máxima transparencia en el proceso de tabulación de los resultados, incluyendo el acceso inmediato a las actas de votación de todas las mesas electorales y la publicación de los resultados electorales desglosados. La UE también pide a las autoridades que garanticen la investigación completa y oportuna de cualquier queja o reclamación postelectoral».

Y también le dice que por donde va no es: «La UE expresa su preocupación por las detenciones arbitrarias y la intimidación de miembros de la oposición y de la sociedad civil a lo largo del proceso electoral, y pide la liberación inmediata de todos los presos políticos».

El Centro Carter no anduvo con rodeos en su informe presentado el 30 de julio: «La elección presidencial de Venezuela de 2024 no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada como democrática».

«El Centro Carter no puede verificar o corroborar la autenticidad de los resultados de la elección presidencial declarados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela. El hecho que la autoridad electoral no haya anunciado resultados desglosados por mesa electoral constituye una grave violación de los principios electorales«.

La impresión que queda hoy es que en Miraflores y en Fuerte Tiuna están dispuestos a no escuchar los consejos, a romper relaciones con el país que moleste -ya van varios- y a seguir adelante como sea asumiendo que Maduro ya fue investido mandatario reelecto. Y es posible que hagan lo de siempre: reprimir duramente las protestas, reforzar la narrativa del intento de golpe y la conspiración internacional y contener el mal momento apostando al hastío y al efecto del miedo, hasta que María Corina y Edmundo se cocinen a fuego lento, tal como ocurrió con Juan Guaidó.

¿Funcionará eso nuevamente? No hay manera de saberlo, pero lo que sí es evidente es el hecho de que la llave María Corina y Edmundo no ha sido más de lo mismo. Y esos números -los que muestra María Corina y los que oculta el poder- hacen más ruido que las cacerolas.

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