De acuerdo con el informe 2015 que sobre violación de derechos de autor realiza la Oficina del Representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Venezuela se mantiene en la nada prestigiosa “lista negra” de naciones que violan abiertamente la propiedad intelectual, compartiendo membresía con Argentina, Chile, Ecuador, China, Indonesia, Tailandia, India, Pakistán, Argelia, Kuwait, Rusia y Ucrania.
Otro dato también proveniente del extranjero corrobora la crítica situación de la piratería endógena: el más reciente índice elaborado por BSA (Business Software Alliance) sobre uso ilegal de programas informáticos señala que con 88% de software ilegal instalado, Venezuela se ubica en el segundo lugar entre las 81 naciones con mayor porcentaje de violación en esta materia, solo superada por Moldavia y Georgia (90%).
Al destacar lo difícil que resulta tener datos certeros sobre cuánto de la mercancía que circula en el país viola la propiedad intelectual debido a la ausencia de estadísticas oficiales, el abogado y experto en la materia Manuel Antonio Rodríguez señala que todo apunta a que la situación sigue siendo crítica, pero acota que ante la crisis económica es de suponer que este comercio ilícito se ha reducido.
“Al caer la producción local y las importaciones cae la oferta, por lo que las infracciones disminuyen”, comenta el socio del escritorio jurídico Antequera, Parilli y Asociados, el más prestigioso en el país en materia de derechos de autor, quien no obstante dice que en casos puntuales como marroquinería y calzados, la situación pareciera ir en incremento a juzgar por el desparpajo con el cual se exhiben las mercancías.
“Hace cinco años esto no ocurría, pero hoy en cualquier centro comercial se ve mercancía falsificada. Los infractores han perdido el miedo”, dice, agregando que parte de este cambio obedece al hecho de que el Seniat prácticamente abandonó el programa de decomisos que mantuvo entre 2010 y 2012, años durante los cuales se hizo un combate efectivo contra la piratería.
En efecto, la mercancía ilegal no solo es exhibida públicamente u ofrecida a través de sitios web de renombre sino que se da el caso de que se publicita y estimula la compra de productos falsos o piratas, como es el caso de tiendas de perfumes que ofrecen imitaciones de fragancias elaboradas por las grandes firmas del ramo, o portales en internet que permiten descargar películas o música sin el pago de las regalías correspondientes.
Por otra parte, pese a la fuerte vigilancia en las aduanas –dónde está centrada toda la atención de las autoridades- se estima que el bombardeo de productos ilegales es tal, que la cantidad que logra ser introducida al mercado supera entre tres y diez veces los lotes decomisados.
– No deja de sonar –
Si bien la piratería afecta a cualquier segmento, el de la música ha sido uno de los más notorios dado los graves estragos que ha sufrido y por ser uno de los primeros en sufrir los embates de la tecnología como aliada de los bucaneros digitales.
“Hay un antes y un después en este delito: el antes representado por venta ilegal de soportes físicos, y el ahora relacionado con la difusión a través de medios digitales, donde se descarga de forma masiva tanto música, películas y otros materiales protegidos por derecho de autor”, afirma José Rafael Fariñas, director general de la Sociedad de Autores y Creadores de Venezuela (Sacven).
Experto en propiedad intelectual, Fariñas reitera lo que es ya un estribillo: no existen datos actuales que permitan cuantificar el tamaño de esa industria ilegal, la cantidad de dinero que pierden los creadores y autores, ni los aportes que deja de percibir el Estado a causa de impuestos no cobrados. “Solo puedo decir que se ha exponenciado por las facilidades que ofrece la tecnología”, comenta.
No obstante, algunas cifras del pasado pueden dar idea de la magnitud de la afectación. Para 2009, cuando una comisión multisectorial realizó el último informe relacionado con la violación de los derechos de autor en Venezuela, se tenía que entre 85% y 90% del comercio musical en el país era ilegal, cifra que, en el mejor de los casos, se estima se mantiene.
Del mismo modo, para la década de los 90, cuando la difusión musical se circunscribía a solo soporte físico, las compañías nacionales llegaron a colocar hasta 15 millones de unidades al año, cifra que se reduce hoy a solo dos millones; y aunque este formato se ha visto afectado por la descarga digital, Fariñas asegura que la industria venezolana sigue manejándose a partes iguales entre ambos mundos.]]>