La evaluación, hecha pública este lunes, pone en evidencia la fragilidad de la mayor economía de Sudamérica al señalar que aunque los «parámetros fundamentales» de su economía son sólidos, hay riesgos de empeoramiento de la situación.
Los factores que hacen más vulnerable la economía brasileña están relacionados con la eventualidad de una nueva crisis política y con la lentitud a la hora de corregir los desequilibrios fiscales.
«La prosperidad y el crecimiento sostenible futuros dependen de que se lleven a cabo reformas estructurales que potencien la productividad en varias esferas, incluida una reforma del régimen fiscal y de incentivos», que los expertos de la OMC consideran «excesivamente complejo».
Asimismo, sugieren que se reduzcan las limitaciones reglamentarias que pesan sobre las empresas, se corrijan las deficiencias de infraestructuras y se solucionen los problemas relacionados con las pensiones y el mercado laboral.
La OMC considera que si esas reformas se realizan la resistencia de la economía de Brasil aumentaría y le ayudarían a generar un crecimiento inclusivo.
En los cuatro años transcurridos desde la última evaluación de la política comercial de la OMC, Brasil cayó en el periodo 2015-2016 en una grave recesión provocada por el deterioro de la relación de intercambio y por una crisis política.
Esa conjunción de situaciones se saldaron con la caída del crecimiento anual del PIB, que de 3% en 2013 cayó hasta resultados negativos en 2015 y 2016.
La recesión estuvo acompañada de un aumento de la inflación y del desempleo, así como de problemas de disciplina fiscal.
Sin embargo, la OMC destaca en su informe que «el sistema financiero brasileño no sufrió perjuicios importantes por la contracción de la economía», aunque sí se notó que se impuso una mayor prudencia en la concesión de créditos internos, mientras que la demanda disminuyó por parte de los prestatarios.
La evaluación también destaca que la economía de Brasil sigue centrada en el mercado interno, mientras que las tendencias de comercio internacional y de la inversión extranjera directa evidencian la importancia que mantiene la Unión Europea como principal proveedor de Brasil y uno de los destinos claves de sus exportaciones.
China ocupa desde 2015 el primer lugar como mercado para las exportaciones de Brasil.
A pesar de las crisis política y económica de los últimos años en Brasil, este país siguió atrayendo considerables inversiones extranjeras, cuyo valor osciló entre 2 y 3% del PIB.
Esos recursos permitieron financiar plenamente el déficit de cuenta corriente en los dos últimos años, señala la OMC.
Por otra parte, el análisis comercial destaca que Brasil mantiene programas para promover la competitividad de las empresas exportadores, en particular las de menor tamaño.
«Los exportadores pueden optar por varios mecanismos de financiación, seguro y garantía, con tipos de interés atractivos y otras condiciones favorables», indica el informe, que destaca los programas que incentivan las exportaciones con valor añadido nacional.
En materia de propiedad, la OMC recuerda que el Gobierno central de Brasil aún controla «un número relativamente grande de empresas que realizan actividades comerciales en una amplia gama de sectores, como los hidrocarburos, la electricidad, los servicios portuarios, financieros, de transporte, de telecomunicaciones y de salud.
«Algunas empresas públicas siguen ocupando una posición dominante en sus respectivos mercados», se subraya.]]>