Espectáculos

VIDEO | Translúcido: #NoEsperes

Hace un tiempo, poco más de un año, Leonard Zelig me habló de empezar un proyecto en solitario. Algo desmotivado con el funcionamiento de la industria cinematográfica, él ahora sería el creador, director y productor de su nueva película. “Una cruzada por la eutanasia”, dijo. Guillermo García la protagonizaría, Marisa Román también estaría entre los créditos.

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Meses después las cosas cambiaron. La situación en Venezuela y compromisos laborales de su pensado protagonista llevaron a Leonard a cambiar el rumbo del proyecto. El que me había descrito como “el Brad Pitt ecuatoriano” –y que desde siempre actuaría en la película-, Roberto Manrique, pasaría al papel principal y, como si fuera poco, también a la producción, junto a Charles Martínez y Loló Bello.
Translúcido culminó siendo “americo-ecuatoriana” –aunque admiten cierto conflicto de identidad- y será estrenada en octubre en Ecuador, mientras se proyecta con miras al Festival de Cine de Toronto. “Yo igual la quiero estrenar en Venezuela –desea Zelig-, le voy a decir al CNAC que está lista, porque somos varios venezolanos en el equipo técnico”, dijo.
La naturaleza de los proyectos de Zelig siempre ha sido experimental. Esta no fue la excepción. La improvisación estuvo presente durante todo el rodaje, aunque confiesa que fue “más controlado” que su ópera prima. “Esta película es muchísimo más narrativa, las tomas están más pensadas”, señala. Del cinema verité de SubHysteria, donde la cámara era más un miembro más del tren, aquí la cámara es testigo de la historia, un poco más comercial y mucho más controversial.
-¿Pero sigue siendo cine guerrilla?
Leonard: Sí, la película costó, la producción, aproximadamente 45 mil dólares. Ahora, la diferencia entre otras películas que he tenido antes es que aquí sí vamos a ir por un presupuesto de mercadeo un poco mayor, lo que la hace una peli más independiente, más que guerrilla, aunque la metodología que usamos fue prácticamente la de antes. La mayoría de la película pasa en un apartamento y tuvimos diferentes unidades, en diferentes sitios, aunque no viajamos a todos esos sitios, todas se hicieron como a control remoto en tiempo real, vía Skype.
-Pero Roberto sí viajó más que el resto…
Roberto: Paseé por todas partes, también de manera virtual (risas). Los sitios que estuve físicamente filmando fueron: Nueva York, que es el gran grueso de la película, hice un recorrido por Ecuador, en cuatro provincias: Guayas, Loja, El Oro, Azuay. Esa parte de la película se dio ya que coincidió con que yo hacía un viaje por Ecuador por otro motivo.
-¿Cómo fue la grabación remota?
Roberto: Tuvimos la unidad de rodaje en NYC y en simultáneo, un día, una unidad de grabación en Guayaquil, e interactuábamos vía Skype, aunque las dos unidades filmaban a los dos equipos por separados. Lo mismo en Quito y en Madrid. El proceso fue muy interesante, fue nuevo para todos, y además fuimos evolucionando y profundizando y haciéndonos más diestros en cómo lo manejábamos. Ya al segundo encuentro, decidimos hacerlo sin que el actor y yo tuviéramos ningún contacto previo. Leo nos daba unas directrices antes y el Skype se grabó en tiempo real, cuando se cayó la comunicación y se cayó la señal, fue parte de la escena y sucedió naturalmente. Ya veremos si queda en el corte final de la película o no.
-Lo que lo hace más parecido a la realidad de todos, ¿no?
Roberto: Sí… Fue muy interesante porque el nivel de vida que la experiencia tuvo. Todos hemos sido parte de experiencias de impro, pero cuando eso se vincula al cine, ya se volvía una novedad para todos.
– El cuento –
Translúcido habla de Rubén, un tipo joven que se encuentra, de pronto, cercano a la muerte, que no sabe qué hacer con su cuerpo, con su muerte, porque en NYC es ilegal la eutanasia. “Sin duda hay una postura que tenemos con respecto a la eutanasia, pero hay un tema que trasciende con respecto a esto”, aclara Roberto sobre el trasfondo real de la historia.
-¿Qué tanta controversia creen que causarán con un tema tan sensible?
Loló: Creo que esta película nos va a dar una enseñanza importantísima, porque a pesar de que es un tema tan controversial, se está diciendo desde una perspectiva tan genuina y tan desde el amor y de la felicidad, que yo siento que va a ser muy difícil no recibirla así. Por supuesto que estamos esperando gente que la rechace, como a cualquier expresión artística pero creo que la película está hecha desde un lugar muy honesto.
“La película es una invitación a visualizar la vida como una oportunidad para hacer todo aquello que queremos hacer, sin necesitar tener que estar en vísperas de la muerte”, agrega Roberto. Es por eso que la promoción en todas sus redes ha impulsado el uso del hashtag #NoEsperes.
Más que hablar de la eutanasia, si debería o no ser legal, la película propone hablar de la muerte como parte de la vida. Ofrece que -a diferencia de temerle, de rechazarla, o de lo que se acostumbra en Latinoamérica, no atraerla hablando de ella- la muerte se debe abrazar con la misma libertad y profundidad que la vida. Para el protagonista fue inevitable recordar a su padre, habiéndole diagnosticado cáncer, vivir tres años más de lo esperado habiéndole dicho a sus hijos: “ya les enseñé a vivir, ahora les enseñaré a morir”.

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