Opinión

Horas a oscuras: No, Venezuela no se arregló

La gente, emprendedores o trabajadores, cada quien según sus posibilidades se construye su propia burbuja para tratar de vivir dignamente en medio de una sociedad que está quebrada, en medio de un país roto

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Proyecciones y pronósticos van y vienen. Nos quedamos en el foso, el país no caerá más, en 2022 habrá finalmente crecimiento económico. Lo cierto del caso es que el apagón nacional registrado en la madrugada de este 17 de diciembre, desnuda la verdad de lo que vivimos en el país: no, Venezuela no se arregló.

Hace poco estuve de visita en Argentina, buenos amigos allá, muchos de ellos periodistas, me preguntaban con genuino interés si ya las cosas habían mejorado en Venezuela. No usaban la palabra arreglar, pero en sus imágenes sobre nuestro país mencionaban que ya no se veían tantas noticias dramáticas sobre Venezuela. A decir verdad, han ocurrido dos cosas, por un lado, la crisis venezolana dejó de ser noticia en los medios internacionales y, por el otro, la población en general se ha adaptado -como hacemos los seres humanos- a vivir en medio de un caos que se ha hecho parte de la vida cotidiana.

La falta de energía eléctrica la madrugada de este 17 de diciembre, la ausencia de comunicaciones (debido al apagón) en esas horas oscuras, crudamente nos dicen que las cosas no se han arreglado. También nos dice, que con un servicio eléctrico tan vulnerable e insuficiente, es inviable pensar que ocurrirá en Venezuela en el corto plazo un crecimiento económico que sea sostenible en el tiempo.

Un país de ilícitos

En la visita a Buenos Aires relataba a mis colegas, todos ellos clase media profesional como yo, que mi vida en Venezuela pasaba por una serie de decisiones cotidianas que me conectaban con el mercado negro. En eso ha sido exitoso el chavismo, en involucrar a toda la sociedad en los ilícitos, ya que éstos se hicieron parte del paisaje cotidiano.

Tengo gas doméstico, pero desde hace un par de años sólo puedo comprar las bombonas a un revendedor con precios varias veces por encima del precio oficial que pregona el Estado. En estos días de noviembre y diciembre la distribución de gasolina en la ciudad (vivo fuera de Caracas) mejoró, obviamente la que se paga en dólares, pero durante largos meses fui parte de un esquema de economía negra que tenía en una punta del hilo a un militar que controlaba una estación de servicio, en la otra punta estaba yo y, en medio, un intermediario que también se beneficiaba de la escasez.

Varias veces a la semana estoy sin energía eléctrica durante un par de horas. No hay un esquema oficial y conocido previamente de cómo serán los cortes. El agua a la urbanización en la que vivo no llega diariamente. Como el agua la tenemos almacenada en tanques, cuando no hay luz mi casa también se queda sin agua.

El que viva todas estas dinámicas, como la mayoría de gente que conozco, sin hacerme drama no significa que Venezuela se haya arreglado. La clave para resolver todo, no está demás mencionarlo, está en que tengas billetes de los que sirven, como decía mi hijo de 6 años para diferenciar a los dólares de los bolívares. Nos adaptamos a vivir en crisis y eso lo observo en todos los estratos sociales.

Vivir en burbujas

Fuera de Caracas, en otras ciudades del país, no es excepcional que la publicidad radial de un local comercial mencione con énfasis que éste tiene planta eléctrica y wifi. Ambas cosas van de la mano. Decir que tienes una planta eléctrica como gancho para atraer clientes es un símbolo inequívoco de que el país, como un todo, no se arregló. Ese local, como muchos otros, se constituye en una burbuja que les garantiza a sus clientes un servicio que el Estado no puede garantizarnos a todos, como país. 

Este es el país que veo. De burbujas en las que medianamente se lleva una vida digna. Están obviamente las burbujas de super lujo y el consumismo entre los enchufados, pero eso es otro tema. La gente que veo, con la que interactúo, son venezolanos profesionales, emprendedores o trabajadores: cada quien según sus posibilidades se construye su propia burbuja para tratar de vivir dignamente en medio de una sociedad que está quebrada, en medio de un país roto.

Mi respuesta en Argentina, ante la pregunta que intentaba ser empática de mis amigos, fue decir invariablemente, no, Venezuela no se arregló.

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