Vestidos muchos de ellos con camisetas amarillas de la selección colombiana de fútbol y con globos de colores en los que habían escrito palabras como «justicia», «vivienda digna», «salud», «educación» o «respeto», los colombianos reclamaron sus derechos en la visita que Almagro hizo al albergue instalado en el coliseo municipal de Cúcuta.
Antes de la llegada del jefe de la OEA se escucharon por altavoces canciones típicas como el bambuco «Soy colombiano», que habla del orgullo de haber nacido en este país andino.
Almagro llegó al albergue en compañía de la canciller colombiana, María Ángela Holguín; del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y del embajador del país en la OEA, Andrés González Díaz, para ver sobre el terreno la situación de los deportados por el Gobierno del presidente venezolano, Nicolás Maduro.
También lo acompañan en esta visita el alcalde de Cúcuta, Donamaris Ramírez, y el gobernador del departamento fronterizo de Norte de Santander, Edgar Díaz, quienes lo recibieron en el aeropuerto Camilo Daza de esta ciudad.
Sentados delante de las filas de tiendas de campaña instaladas por el Gobierno colombiano en el coliseo, los deportados le contaron al secretario general de la OEA su drama, especialmente lo difícil que ha sido estar separados de familiares que tuvieron que quedarse en Venezuela por tener esa nacionalidad o para cuidar sus enseres.
En medio de aplausos y reclamos de la gente, Almagro bajó de la tarima para escuchar más de cerca las peticiones de los colombianos.
«Almagro, ¡justicia, que estamos cansados de tantos desplantes de Venezuela!», gritó un señor en medio de la multitud.
Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), desde el pasado 19 de agosto, día en que Maduro ordenó el cierre del principal paso fronterizo entre Cúcuta y San Antonio (Venezuela), seguido del estado de excepción en una franja limítrofe de la región del Táchira, al menos 1.355 colombianos han sido deportados de ese país.
Otros 15.000 colombianos han regresado por su propia cuenta al país procedentes de Venezuela ante el miedo de la deportación, agregó el organismo en un balance divulgado ayer.
Después de este primer contacto con los deportados, el secretario general de la OEA se trasladó a la vecina localidad de Villa del Rosario para visitar otro albergue, llamado «Morichal», donde se sentó a conversar con los niños presentes, que le contaron su situación.
Posteriormente se dirigirá al puente internacional Simón Bolívar, que conecta al Norte de Santander con el estado venezolano de Táchira, y se reunirá con el gobernador Díaz y el alcalde Ramírez.
Colombia no logró el pasado lunes durante la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA celebrado en Washington que se convocara a los cancilleres de los 34 países que integran el organismo interamericano para analizar la crisis en la frontera colombo-venezolana.