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Últimos cristianos de Libia festejan la Navidad pese al miedo y la inseguridad

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La comunidad cristiana de Trípoli, reducida a unos pocos centenares de extranjeros, festeja la Navidad estos días dejando el miedo en la puerta de la iglesia católica de San Francisco, donde tienen lugar las celebraciones, pese a la inseguridad reinante en Libia.

Lisa, enfermera filipina de 47 años, sostiene su vela con una mano mientras se ajusta el gorro de Papa Noel con la otra. «Estamos celebrando la fiesta de las luces en San Francisco por décimo año consecutivo», explica esta mujer, empleada de una clínica privada en Trípoli desde hace 15 años.

Como el domingo no es feriado en Libia, el viernes es el día elegido por los cristianos, exclusivamente extranjeros, para acudir a la misa de esta iglesia, de las más antiguas de la capital del país.

Desde la caída de Muamar Gadafi en 2011 la comunidad cristiana vive en una inseguridad creciente. Pero en este periodo de adviento, la iglesia se convierte más que nunca en un lugar de consuelo y esperanza.

En las salas en las que los coros ensayan, estallan risas y las melodías se entremezclan sin crear cacofonías. Los niños corren en todos los sentidos antes de entrar en clase de catecismo.

Un poco más lejos, en un patio interior, las distintas comunidades africana, filipina e india comentan las noticias, y venden platos típicos y productos artesanales, como telas o ungüentos «recién llegados» de sus países de origen.

  De 100.000 cristianos a 5.000

Pese al entusiasmo reinante en esta época de celebración, la comunidad cristiana de Libia sufre de lleno las consecuencias del caos en el que el país se ha hundido: en los últimos cuatro años se ha reducido de forma drástica, pasando de 100.000 cristianos a apenas 5.000, según el Padre Magdi, cura egipcio llegado a Libia varios años antes de la caída de Gadafi en 2011.

Mientras los occidentales abandonaron Libia tras los combates de verano de 2014, los africanos, asiáticos y algunas nacionalidades árabes prefirieron quedarse, por las oportunidades laborales que ofrece el país a pesar de la amenaza yihadista.

Desde hace un año y medio, dos autoridades se disputan el poder; la basada en Trípoli está sostenida por «Fajr Libya», una coalición heterogénea de milicias, varias de ellas, islamistas.

«Desde hace algún tiempo, evito caminar sola por mi barrio, viajar en taxi privado o volver tarde a casa», asegura Joyce, una nigeriana que trabaja como asistenta doméstica. «Si me ocurriera algo no sabría a quién llamar: ya no hay policía», lamenta.

A esto se añade la amenaza que representa el grupo yihadista Estado Islámico (EI), que reivindicó en febrero de 2014 la decapitación de 21 egipcios cristianos coptos y en abril, la ejecución de 28 hombres presentados como etíopes.

 ‘Recemos por Libia’ 

Los africanos, la comunidad cristiana de mayor tamaño en Trípoli, es también la más vulnerable, por estar compuesta principalmente de personas sin papeles y candidatos a la emigración clandestina.

«Es bueno compartir unas horas por semana con nuestros hermanos y hermanas en la iglesia. Nos sentimos en casa, entre los nuestros», afirma Benjamin, ghanés que trabaja como guardia de seguridad para una familia libia que abandonó el país en 2011. Él decidió quedarse, consciente de la dificultad de encontrar trabajo en su propio país.

Algunos africanos ven en Libia un trampolín financiero y logístico para alcanzar Europa a través del Mediterráneo. Otros muchos buscan una vida mejor en este país rico en recursos, como Rebecca y Anthony, pareja de ghaneses llegados en 1995. «Este país vio nacer a nuestros tres hijos», cuentan.

«Nosotros sufrimos lo que sufren los libios: la inseguridad, el encarecimiento de la vida y la imposibilidad de saber que nos depara el mañana», explican. «Lo que les afecta nos afecta y nosotros rezamos cada semana por que este país que nos acoge recobre la paz», concluye Rebecca.

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