Antes del 11 de marzo de 2011 pocas personas habían oído hablar de Fukushima, pero bastó menos de un día para que el mundo supiera de la zona.
Fukushima, 250 kilómetros al norte de Tokio, fue afectada por un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter, por un tsunami con olas de más de 15 metros y por un accidente nuclear, que finalmente y tras un mes de contradicciones, fue catalogado nivel 7, el mayor en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares y otro gran desastre después de Chernóbil en 1986.
El desastre obligó a que se estableciera una zona de exclusión de 20 kilómetros alrededor de la planta atómica de Tokyo Electric Company (Tepco) y una zona de evacuación de 30 kilómetros, que las autoridades llamaron voluntaria. Unas 160.000 personas debieron abandonar sus hogares ante la amenaza de contaminación radiactiva que ponía en peligro su vida y la de sus familias, si permanecían en el lugar. Cinco años después, 120.000 personas no han vuelto a sus casas.
Aunque no hubo un reconocimiento oficial de víctimas fatales por lo menos 23 personas resultaron heridas en el último incidente de los desastres nucleares, 20 se habrían contaminado por radiactividad.
El gobierno que encabeza el primer ministro Shinzo Abe sigue un plan para desmantelar la planta, algo que tomará entre 30 y 40 años. Se planea iniciar los trabajos de limpieza en 2017 y para eso la empresa Toshiba creó un nuevo robot que se encargará de cortar y recoger 566 tuberías de combustible, uno de los muchos trabajos para crear de nuevo una zona segura para la población.
En la actualidad las autoridades han hecho esfuerzos por volver a poblar la zona. A mediados de 2015 el gobierno japonés revocó las órdenes de evacuación para las personas que tuvieron que dejar sus casas. La intención del plan de Tokio es reducir el pago de las compensaciones a los ciudadanos que tuvieron que abandonar sus hogares–aún muchas personas están en hogares temporales– y reiniciar la reconstrucción.
Sin embargo, muchos de los habitantes de Fukushima no desean volver por la falta de servicios y la desconfianza ante posibles fugas de radiación. El gobierno asegura que no sucede, pero muchos ciudadanos ya se sintieron traicionados pues las autoridades tardaron un mes en decidir su evacuación tras el accidente.
El pueblo de Naraha, a 20 kilómetros de la planta, es el primero de los siete municipios afectados en ser considerado apto para la vida humana, pero más de la mitad de su población no desea volver permanentemente. Tan sólo una décima parte de los ciudadanos de Naraha, 7.400 personas de los aproximadamente 75.000 habitantes originales, piensa en regresar.
Hasta el año pasado, sólo unos cientos, muchos de ellos ancianos, eran los retornados. Las escuelas no abrirán hasta 2017 y los trabajadores son los que limpian la zona del desastre. La incertidumbre sobre si se reactivará la economía del alguna vez vibrante poblado sigue presente.
Tomioka, mi casa
Naoto Matsumura, de 56 años de edad, es la excepción a la regla. Vive en la prefectura de Tomioka a tan sólo 16 kilómetros de la planta Fukushima Daiichi. El granjero fue uno de los miles evacuados hacia otras regiones, pero Matsumura, que originalmente fue a casa de sus padres, decidió volver poco tiempo después de la tragedia.
Matsumura, al que las personas se refieren como el hombre nuclear, ha vivido por más de 4 años y medio en una zona altamente radiactiva, su organismo ha estado expuesto a una dosis 17 veces superior a los límites considerados seguros.
Entrevistado por CNN en 2012 el granjero de quinta generación dijo sentirse indignado por tener que abandonar sus animales tras la tragedia. “Estoy lleno de rabia. Por eso estoy aquí, me niego a irme y dejar ir esta rabia y dolor. El gobierno y las personas en Tokio no saben que está pasando aquí. El gobierno y Tepco son perpetradores pero no nos tratan como víctimas”.
Matsumura sabe que está contaminado con radiación y a pesar de su temor se mantiene en la zona.
El granjero pasa sus días alimentando y cuidando sus perros, gatos, vacas, bueyes y hasta a los avestruces de sus vecinos. Recibe alimentos y agua traídos de fuera de la zona de exclusión, por el momento la mayor preocupación de Matsumura es el bienestar de sus animales por la que ha aceptado donaciones y tiene una página de Facebook para recibir donativos y poder darles de comer.
El año pasado lo volvieron a entrevistar, esta vez fue The Huffington Post y dijo: “Al principio estaba asustado porque sabía la radiación se había esparcido a todas partes, pensaba que si me quedaba por mucho tiempo terminaría con cáncer o leucemia. Pero al ver a los animales supe que si ellos estaban sanos, yo estaría bien. Nací y crecí en Tomioka deseo morir aquí”.