Las reclamaciones iniciales que justificaron la invasión de Irak a Kuwait, en agosto de 1990, se originaron en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la que ambos países eran socios. Las diferencias entre Bagdad y Kuwait se agudizaron cuando este último rebajó el precio del barril de petróleo a 14 dólares, mientras que Irak pretendió subirlo de 18 a 25 dólares.
Irak también reclamaba a Kuwait el pago de 2.400 millones de dólares en compensación por el petróleo que, según Bagdad, Kuwait había sustraído de su territorio en la zona de Rumaila durante la guerra entre Irak e Irán. A ello sumaron las controversias territoriales entre ambos países. Irak volvió a reivindicar la soberanía sobre las islas de Warbad y Bubiyán, situadas en el Golfo Pérsico frente a las costas kuwaitíes y aptas para la instalación de puertos.
Antiguos aliados
Saddam Husein pudo haberse sentido respaldado por Estados Unidos para el momento de este acontecimiento,. Durante la guerra contra Irán (1980-1988), había recibido de Washington armas convencionales, helicópteros y 5.000 millones de dólares en créditos para la exportación. Una empresa californiana, Bechtel, señalada por vínculos con la familia del presidente George Bush (padre), estaba construyendo un oleoducto en territorio iraquí. La Casa Blanca había frenado, en 1988, una ley del Senado que imponía sanciones a Irak por genocidio, particularmente contra los kurdos -al norte del país-, por la utilización de armas químicas contra estos.
Un hecho inusitado
Días antes de producirse la invasión, a finales de julio, se celebró una reunión entre la embajadora de EE UU en Irak, April Glaspie, y Saddam Hussein. En la conversación, Glaspie dijo: “Tengo instrucciones directas del presidente para intentar mejorar las relaciones entre nuestros países. No tenemos intención de participar en los conflictos árabes, como el de Kuwait. La cuestión de Kuwait no tiene nada que ver con Estados Unidos”. Una semana después, el ejército iraquí invadió el emirato al considerar que se había dado luz verde para la invasión, o bien, que esta sería tolerada.
A comienzos de 1990, crecían las preocupaciones debido a que Saddam Hussein estaba concentrando tropas cerca de la frontera con Kuwait, para emprender una invasión total. La embajadora estadounidense se reunió con Hussein el 25 de julio de 1990, para transmitirle al líder iraquí la posición de Estados Unidos. Si bien no tuvo una instrucción clara desde Washington, reiteró la política estadounidense respecto de que las disputas fronterizas deben resolverse pacíficamente.
Se sostuvo que las declaraciones de la embajadora Glaspie fueron interpretadas por Saddam como una luz verde de facto para manejar sus disputas con Kuwait, tal y como lo creía conveniente. Asimismo, se argumentó que Saddam no habría invadido Kuwait de haber recibido una advertencia explícita de que Estados Unidos enfrentaría esa invasión empleando la fuerza.
Altos funcionarios del Departamento de Estado estuvieron en desacuerdo con tales interpretaciones. Sostenían que Glaspie dio exactamente el mensaje que se suponía se debía dar, siguiendo una política estadounidense de larga data. De allí que no hubiera lugar para malentendidos, porque Saddam sabía exactamente cuál sería la posición de Estados Unidos si ejecutaba la invasión.
“Cierto margen de imprecisión”
Los corresponsales acreditados ante la Casa Blanca inquirían al portavoz del Departamento de Estado si se iba a presentar una protesta por el despliegue de tropas iraquíes. «Ignoro si habrá algún tipo de protesta», fue la respuesta del portavoz. El 31 de julio, John Kelly, subsecretario de Estado para Oriente Medio, afirmaba ante los mismos periodistas que «Estados Unidos no tiene el compromiso ni la intención de defender Kuwait».
El diplomático Joseph Wilson, quien se desempeñó como subjefe de misión en Bagdad, afirmaba que “el mensaje equivocado real” fue enviado durante una audiencia pública del Congreso sobre Irak, en la que el subsecretario Kelly fue puesto en la posición incómoda de tener que confirmar que Estados Unidos no estaba en la obligación de defender a Kuwait si se producía un ataque.
Wilson, quien sirvió en la Embajada estadounidense en Bagdad entre 1988 y 1991, presenció la reunión entre Glaspie y Hussein. Afirmaría luego que el subsecretario Kelly creía que Saddam se sintió envalentonado por la creencia en que la derrota de Estados Unidos en Vietnam evitaría que tomara medidas en Kuwait.
Resoluciones de la ONU
El 2 de agosto de 1990, Irak invade completamente a Kuwait. Días después, Saddam Hussein la declara la decimonovena provincia de ese país. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió 12 resoluciones durante el conflicto. Insistió en todo momento en que el cese de las hostilidades solo sería posible si Irak daba pleno cumplimiento a esas resoluciones.
La Resolución 660, que fue la primera, imponía el retiro inmediato e incondicional de las fuerzas iraquíes invasoras a las posiciones que ocupaban el 1º de agosto de 1990.
La 661 impuso el embargo comercial a Irak, en represalia por la renuencia a retirarse de Kuwait. Quedaron excluidos de tal medida los suministros destinados estrictamente a fines médicos y, en circunstancias humanitarias, los alimentos. Se instituyó una comisión para vigilar el cumplimiento de las medidas. Posteriormente, se amplían las restricciones al tráfico aéreo de pasajeros y mercancías. La ONU también dictaminó que no se reconocería ningún gobierno kuwaití impuesto por Bagdad.
La Resolución 662 declaró que la anexión iraquí de Kuwait carecía de validez legal y se consideraba nula y sin efecto.
La 678 fue emitida en noviembre de 1990. Aprobaba el uso de la fuerza militar contra Irak, si las tropas de Saddam Hussein no se retiraban de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Se autorizó a los Estados miembros de las Naciones Unidas a “usar todos los medios necesarios” para mantener y poner en práctica la Resolución 660 y subsecuentes, todas relevantes para restaurar la paz internacional y seguridad en la región
La inminencia de la guerra
El secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, señalaba “un tremendo malentendido” con respecto a la Resolución 678. “La gente cree que el 15 de enero estallará la guerra”. No era eso lo que la Resolución establecía. Sostenía Pérez de Cuellar que esa era “una de las opciones”, pero había otras. Por ejemplo, la imposición de sanciones adicionales y la adopción de medidas que no tuvieran un carácter militar.
Si Irak no se retiraba antes del 15 de enero, entonces los miembros del Consejo de Seguridad decidirían qué hacer, a cuyo efecto deberían dictar una nueva Resolución. Cuando se adoptó la decisión, algo tenían in mente, sin duda. “Creo que es erróneo crear esta especie de psicosis de guerra en relación al 15 de enero, aseveraba Javier Pérez de Cuellar.
Escudo del desierto
El ejército iraquí estacionado en Kuwait se ubicaba peligrosamente cerca de Dahran, la capital petrolera de Arabia Saudita. La monarquía saudí pidió auxilio al presidente Bush. Washington comenzó a enviar tropas en «misión defensiva». Saddam Hussein proclamaba que la monarquía saudí, respaldada por las armas estadounidenses, era indigna de custodiar La Meca y Medina, los lugares más santos del Islam.
Se integró una coalición de 34 países encabezada por Estados Unidos. Arabia Saudita puso a disposición su territorio como punto de partida para disuadir a Irak de no invadir este país ni los Emiratos Árabes Unidos. Estados Unidos y el Reino Unido movilizaron tropas hacia la región. La Operación Escudo del Desierto implicaba desplegar miles de efectivos para contener al ejército iraquí, considerado, para ese momento, la cuarta fuerza de combate más numerosa del mundo.
EE UU se pone al frente
Con una paulatina concentración de efectivos militares y de armamento en Arabia Saudita, el presidente George Bush describió una serie de objetivos. Los principales: retirada incondicional de las fuerzas iraquíes, restauración del gobierno kuwaití, promoción de la seguridad y estabilidad en la región, y garantías de seguridad de los ciudadanos estadounidenses retenidos en Kuwait e Irak.
El 11 de septiembre de 1990, en el Congreso y snte el cuerpo diplomático acreditado ante EE UU, Bush expresaría que «no se permitirá a Irak anexarse Kuwait (…). Y eso no es una amenaza, no es un alarde. Así es como va a ser». Añadió el mandatario que “fuera de los tiempos difíciles, puede surgir un nuevo orden mundial, una nueva era, más libre de la amenaza del terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en la búsqueda de la paz».
A principios de 1991, con una votación de 250-183, el Congreso aprobó la Resolución del Golfo Pérsico. Esta autorizaba a Bush a usar la fuerza contra el ejército iraquí. Pronto, condujo un esfuerzo exitoso para expulsar a los invasores de Kuwait. Lideró una amplia coalición con sede en Arabia Saudita, que incluía fuerzas sirias y egipcias.
Encuentro en Ginebra
El canciller iraquí, Tarek Aziz, anunciaría que habían notificado a la parte estadounidense la aprobación de una reunión con el secretario de Estado James Baker para el 9 de enero de 1991, en Ginebra, Suiza.
EE UU dejó en claro que la cita no incluirá «ni negociaciones, ni compromisos, ni intentos de salvar la cara, ni recompensas por la agresión». De acuerdo con el plan de Washington, Baker intentaría que Irak acatara las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU para evitar la guerra.
Aziz reiteró «la postura fundamental e inamovible de Irak, que requiere el tratamiento de todos los problemas de la región, con la cuestión palestina al frente, sobre bases de justicia, y por medios pacíficos y de diálogo». Pareció respaldar la elaboración de «una solución árabe», en la que los líderes de estos países definirían un acuerdo y luego lo presentarían a las Naciones Unidas. Señalaría que Baker había «rechazado enérgicamente» ese enfoque.
Ultimátum de Bush
En la reunión, Baker entregaría al canciller Aziz una carta del presidente Bush dirigida a Saddam Hussein. En la misiva, Bush notificaba a Saddam que debía retirarse de Kuwait antes del 15 de enero. De lo contrario, podía dar por seguro que la coalición de 28 naciones lo obligaría a salir por la fuerza. Aziz, al respecto, expresaría: “Lo siento. No puedo recibir esta carta”, arguyendo que no estaba escrita en un idioma compatible con el usual entre jefes de Estado.
El encuentro fue calificado por los observadores políticos como la última oportunidad para lograr una solución negociada a la crisis del Golfo. En efecto, lo fue. Se prolongó durante de seis horas. Baker volvió a insistir en que el único camino para la paz era la retirada incondicional de las tropas iraquíes de Kuwait.
Operación Tormenta del Desierto
Tras el fracaso del encuentro en Ginebra, el secretario Baker viajaría al día siguiente a Arabia Saudita a reunirse con el rey Fahd. Baker anunció que una vez ajustados detalles de último minuto, EE UU iniciaría una batalla aérea durante los dos días subsiguientes a la fecha tope del 15 enero. En la Casa Blanca, el presidente Bush y sus asesores seleccionaron el dia y el momento del ataque: 17 de enero a las 2:30 am, hora de Bagdad.
El 16 de enero de 1991, comenzó la ofensiva, denominada Operación Tormenta del Desierto. La fuerza multinacional ejecutó bombardeos por aire y mar, destruyendo objetivos militares, infraestructura e industrias.
Generaron un impacto global las imágenes de la televisora norteamericana CNN, transmitiendo la guerra en directo, particularmente los bombardeos a Bagdad.
Saddam Hussein denominó al conflicto armado como la «Madre de todas las batallas», y afirmaría que las tropas estadounidenses “se ahogarán en su propia sangre”.
Irak intentó crear fisuras en la coalición, bombardeando Israel con misiles Scud, particularmente la ciudad de Tel Aviv. Se temía que si Israel entraba en la guerra, varios países árabes podrían abandonar la coalición. Israel se contuvo, a cambio de que Estados Unidos bombardeara las plataformas de misiles iraquíes. Fueron instaladas plataformas antimisiles Patriot para destruir los Scud de Irak.
Fin del conflicto
El 24 de febrero de 1991, se produjo la intervención terrestre a Kuwait por parte de las tropas aliadas. La ofensiva de la coalición contra las tropas iraquíes resultó arrolladora y estas se entregaron masivamente. Kuwait fue reconquistado. Tras cuatro días de combates en tierra, Irak se rindió incondicionalmente y acató las condiciones de la ONU, que implicaban respetar la soberanía kuwaití.
El general estadounidense Norman Schwarzkopf, comandante de la operación Tormenta del Desierto, informaría que las tropas de la coalición se encontraban a unos 240 kilómetros de la capital iraquí. Aseguró: “No hay nadie entre nosotros y Bagdad”.
Los tanques aliados habían librado el mayor enfrentamiento contra Irak cerca de la ciudad de Basora. Hussein reconoció la presencia de tropas extranjeras al sur del país. Bagdad había sido nuevamente bombardeada. El presidente francés, François Mitterrand, advertía que las fuerzas francesas no participarían en ningún avance aliado sobre la capital iraquí.
Resultó polémica la batalla en el campo petrolífero de Rumalia, librada el 2 de marzo. En ella, las fuerzas estadounidenses, particularmente la 24ª División de Infantería, acompañada de la 101ª División Aerotransportada, aniquilaron una columna en retirada de fuerzas blindadas de la Guardia Republicana iraquí, a pocos días de haber concluido técnicamente la guerra de liberación de Kuwait.
El 3 de marzo de 1991, cerca de la ciudad iraquí de Safwan, se acordó y suscribió el alto el fuego. Así, se selló oficialmente el triunfo de la coalición.
Abogado UCAB- Licenciado en Estudios Internacionales UCV