Hace algunos años escribí que cuando se haga la historia del chavismo deberá considerarse un factor que está en manos del azar. En el lenguaje popular de Venezuela podríamos decir que quienes nos han gobernado por más de 20 años han contado con la suerte de su lado. En diversos momentos, Hugo Chávez antes y en los últimos tiempos Nicolás Maduro, salieron beneficiados por situaciones o decisiones de otros, también por los yerros de sus adversarios.
Con la invasión de Rusia a Ucrania, y el impacto global que este hecho está generando, podríamos estar en presencia de otra jugada del azar que, al menos en el corto plazo, termine reportando una ganancia o beneficio para el régimen venezolano.
Teniendo como telón de fondo la invasión a Ucrania y las sanciones contra Rusia, la decisión del gobierno de Joe Biden de tener un encuentro cara a cara entre representantes de alto nivel de EEUU y el propio Nicolás Maduro, un tipo de reunión que tenía años sin efectuarse, marca un punto de inflexión en la relación bilateral. Es la extremaunción para la política de “máxima presión” que en su momento impulsó Donald Trump, quien sin éxito apostó por desalojar al chavismo del poder.
En teoría, este nuevo tablero tiene por finalidad que EEUU recupere un proveedor cercano e histórico de crudo, como lo fue Venezuela por prácticamente un siglo. Sin embargo, es muy posible que sean razones de orden geopolítico. La apuesta de Washington tal vez consista en aprovechar la invasión rusa de Ucrania para reducir la influencia de Moscú en el hemisferio occidental.
La combinación de los dos elementos no es nueva. Ya la administración Biden había insistido en dejar atrás la política de Trump, lanzada en enero de 2019, que no logró quebrar a la cúpula del chavismo, y había señalado que el camino era el diálogo y la negociación con el régimen de Maduro. El gran cambio es que hasta ahora había eludido Washington ser un interlocutor directo con Caracas.
La llegada de Biden al poder, asimismo, dejó en claro otro cambio en relación con la abierta simpatía que manifestó Trump hacia Vladimir Putin. El nuevo inquilino de la Casa Blanca desde que asumió la presidencia colocó a Rusia como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y un inequívoco adversario en la arena geopolítica.
Las negociaciones entre Caracas y Washington apenas comienzan. Hay dos mensajes enviados por el chavismo de que está en disposición de negociar. Por un lado, anunció su regreso a la mesa de diálogo con la oposición, un asunto que era solicitado tanto por EEUU, Canadá y la Unión Europea.
Por el otro, el gobierno de Maduro liberó a dos presos políticos. Eran fichas de canje sin duda. Son dos de seis directivos de la empresa Citgo, la petrolera asentada en EEUU y que es propiedad de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Todos tienen nacionalidad tanto venezolana como estadounidense y los dos liberados pudieron viajar de inmediato a suelo norteamericano. Lograr su libertad ha sido también una demanda de la Casa Blanca.
Una primera lectura de este proceso, y proyectando el escenario de un levantamiento las sanciones que pesan sobre PDVSA, es sin duda ganancia para el chavismo. Que Venezuela regrese al mercado estadounidense para suplir en parte el petróleo que ruso que ahora está vetado por la guerra, abre sin embargo una eventual grieta entre los lazos hasta ahora estrechos de Caracas y Moscú.
De acuerdo con diversas fuentes, Venezuela y EEUU permitirían inversión de petroleras norteamericanas para reanimar la producción en este país sudamericano. A cambio, la Casa Blanca se plantea un escenario de suministro confiable, es decir que el petróleo generado en Venezuela no se destine a otros mercados.
En términos económicos, este escenario de acuerdo luce beneficioso para Venezuela y le da garantías a Estados Unidos de cortar con importaciones de Rusia y tener de vuelta a su proveedor histórico. Sin embargo, no será fácil llegar a implementarlo porque estará condicionado por exigencias políticas, tanto desde el chavismo como desde la oposición que encabeza Juan Guaidó, como desde sectores conservadores en Estados Unidos que ya usan este tema para fustigar a Biden.
En las primeras conversaciones, si bien está planteada la exportación preferente a Estados Unidos del petróleo venezolano, también ha sido puesta como condición por el chavismo de mantener un suministro de crudo y combustibles a Cuba. Es posible que se regrese a un escenario de años atrás, antes de que Hugo Chávez decidiera reorientar las exportaciones de petróleo a China, para romper la “dependencia con el imperio”, con lo cual se materializó con el abandono del mercado de EEUU.
Sin que fuese un problema para Washington, y eso sólo cambió con Trump, Venezuela de forma simultánea colocaba petróleo en Estados Unidos pagado a precios internacionales y mantenía sus envíos a Cuba, bajo la modalidad de intercambios y una política de subsidios. Coexistían el suministro comercial a EEUU con el suministro “solidario” con Cuba. El chavismo ahora quiere volver a dicho esquema y al parecer no habrá reticencias de Washington al respecto.
Finalmente, así como se prevé un enfriamiento de las relaciones con Rusia, si avanzan y fructifican estas negociaciones con Estados Unidos, dentro del chavismo en Venezuela esta jugada política de Maduro también crea fricciones. Dentro del régimen venezolano coexisten diversos sectores, la llamada “boliburguesía” se sentirá seguramente complacida de que haya un puente de exportaciones petroleras de nuevo hacia Estados Unidos, porque eso tendrá como contra cara el aumento de importaciones de bienes y servicios “americanos”.
Para los factores genuinamente “anti-imperialistas”, de una izquierda histórica que sigue sin procesar el derrumbe de la antigua Unión Soviética, la movida diplomática de Maduro -justamente en un momento en que Moscú está en plan de recuperar los territorios de la extinta URSS-, podría ser entendido como una afrenta.
Y tenemos el factor Diosdado. El capitán Cabello de forma consistente ha dinamitado varias mesas de diálogo o intentos de negociación. La explicación está en el hecho cierto de que ha sido apartado del poder, al menos de la cúpula reducida que toma decisiones (Maduro, Cilia Flores, los hermanos Rodríguez). Como suele suceder las llamadas “viudas del poder” son ciertamente peligrosas.