Opinión

La vida y sus vaivenes

Con algo de melancolía, el coach Ricardo Adrianza enlaza la inminente muerte de todos con la necesidad de vivir plenamente y de recordar bonito a los que partieron antes

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Foto Pixabay / Pexels

La vida y sus vaivenes, mostrándonos el mejor camino, pero a costa de múltiples sinsabores.

La covid-19 se ha erigido como verdugo y redentor. Se lleva a mucha gente noble, amorosa, cercana, y con inmensas ganas de vivir, y a la vez nos recuerda y enseña que vivir en amor y sin rencores, es tarea obligada.

Aunque deseo que no haya sido así, seguramente se habrán tropezado con el dolor que supone la desaparición física de un ser querido o de alguien cercano. Es muy triste enfrentarlo y se necesita mucha entereza para seguir adelante, pues cada uno vive su duelo en circunstancias diferentes.

Todo este maremagnum de tristezas nos lleva a valorar acerca de la importancia de vivir la vida cada día, y descubrir todas las cosas maravillosas que nos ofrece.

Cada uno vive sus fantasmas y frustraciones, sus éxitos y alegrías, y en ese vaivén de situaciones reflexionamos y nos imaginamos como quisiéramos ser recordados cuando nos llegue el momento de despedirnos.

la vida y sus vaivenes
Foto Lukas Rychvalsky / Pexels

A propósito de esto, aunque no está en mis planes despedirme tan pronto de este plano, en algunas oportunidades he compartido algunas palabras con mi esposa e hijas, y en esos momentos de desenfado al escribir, dejé una carta a mi pequeño nieto Matías, el primero y único en ese entonces, que titulé Háblame en silencio, en la cual meditaba sobre ese día que indefectiblemente llegará, y que en horas de sentimientos encontrados comparto con ustedes:

Háblame en silencio

«Y una tarde de sol me cubrirán de tierra, las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú con los ojos tristes y los cabellos blancos, te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas, aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto»

Puedo imaginar que el inicio de esta carta te haya sorprendido, querido nieto. Es un extracto de un poema del fallecido poeta cubano José Ángel Buesa, de nombre Elegía para mí y para ti.

Hoy me he tropezado con algunas copias de poemas de Buesa y este, particularmente, me mueve los sentimientos.

“Es muy triste”, estarás pensando. Pero encierra tantas emociones que me permite utilizarlo para escribirte esta carta.

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Este poema relata, en hermosos versos, el anhelo y los recuerdos de un amor perdido, recuerdos que se va robando el tiempo, tal como sentencian las líneas que indican “al cruzar una calle, nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos”.

El aparte que he transcrito es el último, que describe con tristeza cómo la existencia se nos apaga con los años y, junto con ella, todos los recuerdos.

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No preciso hablarte de la muerte, pues me queda mucho por vivir y por hacer. Me quedan muchos nietos por conocer y disfrutar, y miles de abrazos por dar y recibir. Pero confieso que, cuando avanzamos en edad, se nos presenta esta incógnita que, de manera indefectible, se dibuja en nuestro futuro.

Ese día llegará

Tal vez no sea el momento para recrear semejante acontecimiento, pero la vida pasa y nos ponemos viejos, los años nos arrasan y llega el punto en el que hasta nos vemos en el espejo y no nos reconocemos. Llega el punto en el que lo que sentías que era tuyo ya no lo es, pues se lo ha llevado el tiempo.

Ese día llegará y, cuando llegue, estoy absolutamente seguro de que al lado de mi tumba estarán todos mis nietos.

No pido mucho, solo que recuerden los momentos compartidos con este viejo, celebren con orgullo mi paso por este plano y reconozcan en mí a un abuelo que fue un hombre bueno.

Yo seguiré vigilando sus pasos como lo he hecho siempre. Eso no cambiará. Como bien escribió san Agustín: “La muerte no es nada. Yo solo me he ido a la habitación de al lado. Que se pronuncie mi nombre en casa como siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastro de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no está cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente solo porque estoy fuera de tu vista?”. Hermoso, ¿no?

Ahora bien, querido nieto, la muerte es tan solo el punto final de nuestro paso por este plano, que comienza cuando nacemos. Esta reflexión me lleva a recordar que una vez leí que en España se dice que la vida solo son dos días: el día en que naces y el día en que mueres. Por lo tanto, querido nieto, tomando esto como cierto, todos y cada uno de los momentos restantes de tu existencia son extras. De allí mi énfasis en que disfrutes plenamente cada instante que nos regala la vida. Decide bien cómo vivirla, ¡no la desperdicies!

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Vivir tu existencia

Yo he vivido la mía de la mejor manera posible, con mis limitaciones, con mis errores y con todo el aprendizaje que nos dejan las heridas y alegrías, los triunfos y decepciones, lo que me permite dedicarte cada una de estas cartas para abonar y apostar a que tu paso por la vida sea más placentero que el mío.

Vivirás la tuya, eso es indudable. Cometerás errores y tendrás muchas decepciones. Nos toca a todos. Pero estoy muy seguro de que, en algún momento de tu existencia, ante los acertijos que se presenten en tu camino, recordarás mis escritos y palabras, mis consejos, y me conversarás de lejos.

Sin embargo, cuando me haya ido, no podré acompañarte más en tus juegos. Cuando me haya ido, no podrás oír mis consejos. Cuando me haya ido, tus ojos destilarán tristeza, pero tu alma renacerá de nuevo con el recuerdo de cada historia compartida. Cuando me haya ido, recuérdame bonito. No me iré tan lejos, tan solo háblame en silencio, pues mi espíritu estará cerca, aunque no puedas verlo.

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Vive con intensidad y agradece cada uno de los días extras que nos regala la vida. Recuerda a tu abuelo con amor y atesora con orgullo todo el legado de experiencias compartidas que he intentado dejarte en cada una de mis cartas y visitas.

En definitiva, querido nieto, deseo profundamente que vivas una existencia buena y honorable, tanto que, cuando la mires con los ojos de la vejez puedas disfrutarla por segunda vez.

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