El Mar Muerto se encoge y deja ver singulares cráteres
Cada año, las aguas del Mar Muerto retroceden alrededor de un metro y dejan tras de sí un paisaje lunar, una tierra blanqueada por la sal y repleta de unos enormes agujeros
Cada año, las aguas del Mar Muerto retroceden alrededor de un metro y dejan tras de sí un paisaje lunar, una tierra blanqueada por la sal y repleta de unos enormes agujeros
Atrás quedó la época en que la gente podía relajarse al borde de las piscinas climatizadas del spa Ein Gedi de Israel y después darse un baño en el Mar Muerto. Hoy, el agua salada se ha retirado, dejando ver extraños cráteres y un borde de abruptos acantilados.
El Mar Muerto perdió un tercio de la superficie que tenía en 1960. Esta espectacular masa de agua en pleno desierto está entre Israel, Cisjordania ocupada y Jordania. Los acantilados se notan en su lado oeste.
Cada año, sus aguas retroceden alrededor de un metro y dejan tras de sí un paisaje lunar, una tierra blanqueada por la sal y repleta de unos enormes agujeros. Estos cráteres pueden tener 10 metros de profundidad.
«Cualquier día de estos, tendremos suerte si queda un hilo de agua para remojarse los pies», comentó entristecida Alison Ron, una vecina de Ein Gedi que durante mucho tiempo trabajó en el spa. «Ya no habrá más que dolinas», dice.
Las dolinas son unos cráteres que pueden formarse en una fracción de segundo y tener varios metros de profundidad. Se han multiplicado en los últimos veinte años.
Al recular, el agua salada va dejando placas de sal subterráneas. Cuando llueve, el agua dulce se infiltra en el agua y disuelve esas placas. Entonces la tierra que está por encima, a falta de apoyo, se hunde y forma las dolinas.
En Ein Gedi, los tres kilómetros de arena rocosa que separan el spa de la orilla están hoy salpicados de agujeros y grietas.
Unos kilómetros más al norte, un complejo turístico es ahora una ciudad fantasma. Está desfigurado por los cráteres y medio hundido en las grietas. La acera está reventada y las farolas, por tierra.
Según Ittai Gavrieli, investigador del Instituto Geológico de Israel, hay miles de dolinas a ambos lados del Mar Muerto.
Unos cráteres «peligrosos» a la par que «únicos y magníficos», consecuencia directa de la desecación del lago a partir de los años 1970. Este desastre ecológico fue provocado por el trasvase del río Jordán y de la creciente extracción de minerales.
Hoy, el Mar Muerto solo recibe un 10% del caudal que le llegaba en otros tiempos. El calentamiento global también favorece la evaporación de sus aguas. La región registró un récord nacional de calor en julio, con 49,9 ºC en Sodoma, al suroeste del Mar Muerto.
Para Gidon Bromberg, director de la ONG Ecopeace en Israel, las dolinas son una «revancha de la naturaleza» por las «acciones inapropiadas del ser humano». «No conseguiremos devolver el mar Muerto a su época dorada, pero pedimos que, por lo menos, su nivel se estabilice», señaló Bromberg.
Su organización, formada por científicos jordanos, palestinos e israelíes, defiende que se aumente la desalinización del Mediterráneo. Esto rebajará la presión sobre el mar de Galilea y el Jordán, que podrían alimentar el mar Muerto.
También quiere que se «responsabilice» a la industria y se la obligue a pagar más impuestos.
¿Está el Mar Muerto condenado a evaporarse? Según los científicos, su declive es inevitable, al menos durante los próximos cien años. Las dolinas seguirán apareciendo.
El Ministerio del Agua jordano, contactado por AFP, se limitó a apuntar que hay que «llamar la atención del mundo para encontrar soluciones razonables».
En junio, Jordania desechó la idea de construir un canal desde el Mar Rojo al Mar Muerto. Prefirió construir una desalinizadora para incrementar su abastecimiento de agua potable.
De todos modos, ese canal no habría bastado para salvar el lago, apuntó Eran Halfi, hidrólogo del instituto Arava.
«El Mar Muerto tiene un déficit de mil millones de metros cúbicos al año. El canal solo habría aportado 200 millones de metros cúbicos», recalcó.